Inevitable

Capítulo 29

En una noche de sábado como cualquier otra en el bar de Mystic Falls las cosas no se ponían tan interesantes como en esa ocasión. O al menos así lo veía Matt, no recordaba la última vez que el ambiente estuvo tan animado. Aunque no llevaba mucho tiempo trabajando allí tenía que admitir que nunca había visto tanto movimiento. 

Aparte de los clientes habituales, entre ellos Damon y hasta sus amigos, estaban también personas que no imaginó ver ahí. Ese hombre llamado Enzo a quién acompañó la primera noche de su llegada al pueblo estaba tomando unas copas con Stefan y Jeremy, mientras que al otro lado estaba Klaus Mikaelson y un hombre que no conocía.

Nunca había visto a Klaus ahí, supuso que era cosa del luto. Le sorprendió un poco que apareciera luciendo tan animado con alguien que parecía ser un viejo amigo. Bueno, tampoco iba a criticar eso, era una persona como cualquier otra y tenía derecho a tomarse unas copas de vez en cuando y pasarla bien. Además, tampoco era la idea que se la pase meses triste por la muerte de Kol, lo mejor era que lo vaya superando poco a poco. 

Así que mientras todos bebían, él tocaba una pieza conocida, algo animado que incitaba a algunos al baile y hasta a algo más. Eso también era lo inusual aquella noche, la presencia de algunas mujeres que normalmente no entraban al bar. Matt también tocaba de vez en cuando en el burdel de las afueras de Mystic Falls, por eso reconoció a algunas de las chicas ahí. Tampoco veía nada de malo el trabajo de aquellas mujeres, incluso se llevaba bien con ellas en sus ratos libres cuando terminaba de tocar. Solo era un poco extraño verlas ahí, nada más.

Matt no era de meterse en las vidas ajenas ni de juzgar a nadie. Pero no podía evitar sorprenderse al ver cosas fuera de lo normal. Si de por sí ya era bastante sorprendente ver a Klaus Mikaelson en el bar, la sorpresa mayor era lo otra. No solo estaba acompañado de quién parecía ser un viejo amigo. 

Al poco rato de su llegada una mujer llegó a hacerle compañía a su amigo, y de pronto una desconocida entró en escena. Él podía recordar a todas las mujeres del burdel, pero a esa no la conocía para nada. Era una pelirroja hermosa que más de uno miró con deseo e intentó acercarse a ella mientras se hacía paso.

—Disculpen —dijo con una sonrisa coqueta—, pero ya tengo dueño. —Él seguía tocando el piano pero escuchó bien eso, preguntándose quién tendría el placer de acompañarla. Y así fue que vio cuando ella se acercó a Klaus, lo besó y se sentó muy cerca de él mientras este la rodeaba con un brazo. 

¿Una amante quizá? Sí, eso era muy posible. Y la verdad a Matt aquello no le interesaba mucho. Que tuviera o no amantes no era algo de importancia, sabía que cuando querían los hombres de su pueblo podían ser muy chismosos. No era que de pronto todo Mystic Falls se fuera a enterar de la amante pelirroja de Klaus, pero si estaba seguro que cada hombre lo sabría al amanecer y lo comentaría discretamente.

En fin, él no se iba a meter en eso, después de todo era solo el chico del piano. Así lo había llamado Damon la noche en que se acercó a Rebekah, aunque lo que quiso el Salvatore fue humillarlo. "Rebekah", pensó con un suspiro mientras tocaba las últimas notas. Cumplió su promesa de visitarla para tocar el piano una tarde y se sorprendió de lo bien que tocaba ella, lo hermosa que se veía sentada en el piano, la fineza con la que sus dedos se paseaban por las teclas. 

Ella conocía hermosas melodías de grandes compositores, él se avergonzaba de solo saber canciones populares, y de esas que solo son famosas en bares y burdeles. Pero a Rebekah le hizo hasta gracia eso, le decía que tocaba muy bien, que era divertido. Era hermoso hacerle compañía, y aún así hacía todo lo posible por no ilusionarse ni guardar esperanzas con ella.

Esa noche era extraña en muchos sentidos. Klaus había llegado con compañía, y Damon que siempre estaba acompañado, estaba solo en un rincón de la barra bebiendo en silencio sin desear que nadie se le acerque. Cuando terminó de tocar le ofrecieron unas bebidas así, que decidió quedarse un rato más con Enzo y sus amigos. 

El dueño le dio la paga por esa semana, solo tenía que cuidarse de no gastarla. Le daba vergüenza tener que esperar siempre que le invitaran algo, o discretamente pedir una bebida esperando que sus amigos la paguen. Ellos eran los herederos de sus familias, tenían suficiente dinero para pasarla bien, en cambio él tenía que cuidar cada centavo que ganaba. Solo un par de copas, luego se iría.

—Oye, eres un buen pianista —le dijo Enzo apenas se sentó—. ¿Te lo habían dicho antes?

—Lo insinuaron —admitió con modestia, la verdad sí se lo habían dicho muchas veces pero él no se la creía. Había aprendido de niño cuando su padre aún vivía, no tuvo oportunidad de perfeccionar su técnica con instructores y todo lo que sabía lo había aprendido con práctica y sin nadie que lo guiara.

—Pues deberías tomarte más en serio esto, quizá te den un espacio en un teatro.

—Se lo hemos dicho —comentó Stefan—, pero ya será cosa de él.

—No es que tenga mucho tiempo para estudiar ahora mismo —dijo Matt mirando discretamente las copas de todos. Estaban ya casi vacías y se supone que ya debían de ordenar una ronda.

—Camarero, una ronda más —pidió Jeremy—. Esta va por mi cuenta —disimuló su alivio. Era vergonzoso no poder pagarse sus gustos, pero era su deber mantener a la familia y cuidar de mamá, así que se tragaría su orgullo siempre solo por eso.




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