Inevitable

Capítulo 31

No quiso salir de la habitación para nada. Ni siquiera para el almuerzo, y probablemente no baje para la cena. Tampoco necesitaba dar muchas explicaciones, bastaba con decir algo como que sentía náuseas y además estaba fatigada para que simplemente dejen de molestarla. 

Caroline apenas probó su comida, de pura rabia acabó hasta por sentir nauseas. No quiso salir, ni siquiera cuando casi se le escapa un grito al saber los planes de Dantés para acabar con los Villefort y como su venganza empezaba a ponerse en contra de sus planes originales(1). Quería comentarlo con Klaus, sabía que él iba a entender y que quizá incluso podría exponerle sus teorías sobre como acabaría todo eso. Pero era justo Klaus con quien no quería hablar, con él menos que nadie.

Conforme fueron pasando las horas el enojo también disminuyó. Era extraño admitirlo, más aún considerando que era una mujer embarazada, pero ellos dos eran amantes. No había otra forma de decirlo, se veían a escondidas cada que podían, tenían una especie de trato tácito del que no hablaban jamás y simplemente se entregaban a lo que sentían cuando estaban a solas. 

Siendo amantes incluso se podía afirmar que lo de ellos era algo informal, y por lo tanto ella no tenía derecho a celarlo ni a exigirle explicaciones. "Pero esto es diferente. Porque él dice amarte, y lo primero que hace es largarse con otras cuando viene el amigote", pensó molesta. Claro, eso era justo el asunto. 

Ellos no eran amantes porque se desearan y se acostaran a escondidas. Lo que tenían era diferente, ellos no solo deseaban, se querían. Había entre ellos un afecto profundo, confianza, complicidad. Eso era más fuerte y valía mucho más que mil noches de sexo. Quizá por eso le dolía ver que a pesar de eso, de alguna forma, él no la respetaba.

Porque era una falta de respeto buscar afecto o un cuerpo caliente cuando ella no podía dárselo. Nunca logró entender esa estupidez de "somos hombres, es lo que hacemos", "los hombres lo necesitan", "es su derecho como hombres". Eso no podía ser cierto, era una estupidez que se habían inventado para justificar sus canalladas y obligar a las mujeres a contentarse. 

Kol jamás estuvo con otra mujer mientras la cortejaba, tampoco lo hizo durante su servicio en el ejército a pesar de todas las oportunidades que tuvo. ¿Y acaso Klaus no podía mantenerse firme? ¿No podía respetarla? Ella no podía tener sexo por el bebé, ¿acaso era eso? ¿Solo por su embarazo tenía que justificar las aventuras de Klaus? No, por supuesto que no. Si él la quería iba a tener que respetarla. Si quería que eso que ambos tenían dure iba a tener que cumplirle con fidelidad.

Y poco a poco fue cayendo en cuenta de sus contradicciones. ¿Fidelidad? Pero si Klaus estaba traicionando a su prometida con ella, tenía un compromiso con Tatia Petrova que no podía romper. Ella además estaba faltando al respeto a la memoria de Kol al meterse con su hermano. ¿Con qué derecho le pedía fidelidad si los dos eran un par de traidores? Imposible. 

Entonces, ¿qué hacer? No quiso pensar en eso buen rato, siguió leyendo para distraerse hasta que ya no pudo concentrarse más. ¿Qué podía pedirle a Klaus? Solo una cosa: Que sea él mismo. Que sea el hombre que quería, que no cambie. Nada más.

Al caer la noche ya estaba más tranquila, y hasta le urgía hablar con Klaus. No quería que estén peleados, lo mejor era arreglar las cosas y tener todo claro. Estaba incluso tomando el valor de ir a verlo cuando la puerta empezó a sonar con unos ligeros golpes. Se acercó despacio pensando quizá que era la mucama, pero se sorprendió de ver a Klaus ahí. Tenía ese gesto arrepentido que ya le conocía, la mirada llena de culpa, el temor. 

Era como esa vez que lo sorprendió muy cerca de esa víbora Petrova. No supo qué decirle al principio, solo abrió más la puerta y le hizo un gesto para que pasara. Sin perder el tiempo Klaus entró, aparentemente no había nadie en casa a esa hora, sino jamás se hubiera atrevido a ir hasta ella sabiendo qué podían descubrirlos.

—¿Cómo te sientes? —preguntó él primero.

—Bien, tuve algunas nauseas, pero olvida eso.

—No quería hacerte sentir mal.

—Ya me pasó, descuida.

—No me refiero a eso. —Claro, hablaba de lo otro. Era hora de tocar el tema y ella esperaba no estallar rabiosa.

—No fue por eso —mintió—, aunque no niego que me sorprendió bastante.

—Te decepcioné. —No se atrevió a contradecirlo, una parte de ella pensó que era cierto—. Sé lo que debes estar pensando. "Ese no es el Klaus que conocí", "Klaus no haría algo así", "Klaus es diferente". —Tampoco respondió a eso, una vez más él estaba en lo correcto—. Y ese es justo el problema. Porque yo sí soy ese hombre que viste hoy en la mañana. Soy el que conociste, soy ese desastre también. No soy bueno, nunca lo he sido.

—Por favor, no digas esas cosas. —Lo veía tan arrepentido y dolido por su comportamiento que tuvo deseos de abrazarlo. Una parte de ella le decía que no podía perdonarlo tan fácil, pero no podía evitarlo. Caroline llevó una mano a su mejilla y la acarició suave para confortarlo—. Tú no eres así, yo lo sé. Claro que eres bueno, sin saber nada de mí me diste tu protección. No me digas que fue por Kol, sabes que no es así. Eres bueno, comprensivo, maravilloso. No te permito que te desprecies de esa manera.

—Solo digo la verdad. —La miraba a los ojos, Klaus entonces tomó sus dos manos y las apretó despacio—. No quiero fallarte a ti nunca, a ti menos que nadie. Mi familia me conoce bien, sabe que siempre estaré para ellos, pero también saben de qué pie cojeo. Has conocido a un Klaus alejado de esos vicios, y nunca hubiera querido que conozcas esa otra fase de mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.