Inevitable

Capítulo 41

Le habían dicho que aún no era recomendable salir de la habitación, así que ella iba a cumplir eso al pie de la letra. Quería ponerse bien, su hijo la necesitaba, y ella quería volver a ser la de antes. No reprochaba a Rebekah, después de todo su cuñada se estaba haciendo cargo de la mejor manera posible, cuidaba bien del pequeño Kol, hacía todo lo que ella no podía. Y ese era justo el problema, Caroline quería hacer todas esas cosas y la ponía mal saber lo que se lo estaba perdiendo. Apenas si podía tenerlo de a ratos en el pecho, amamantarlo, verlo dormir. Pero ella quería cargarlo, acunarlo, bañarlo, hasta cambiarle el pañal.

Todo había sido horrible. Solo recordar el terrible dolor que sintió durante el parto la ponía nerviosa. En verdad estuvo segura que iba a morir, ya hasta lo había aceptado, pero se esforzó por mantenerse con vida para que el bebé pudiera nacer. Cuando cerró los ojos esa vez, agotada, adolorida y sintiendo que ya no podía aguantar más, una parte de ella creyó que estaba muriendo. Así que despertar fue todo un alivio, una alegría. El médico decía que una semana más en cama y ya podría salir de la habitación. No debía esforzarse mucho, pero sí salir y caminar un poco, quizá hasta bajar las escaleras. En un par de meses más sería la misma.

Recordar su parto la atormentaba, porque fue en verdad desesperante. Y le atormentaba más las circunstancias que la llevaron a eso. Casi muere, ella y su bebé casi mueren en esa operación. Se sentía irresponsable, perdió el control de sí misma y tuvo ese accidente. Sabía que Klaus se culpaba por lo que pasó, pero ella no lo hacía. Klaus no le pidió que la siguiera, Klaus no quiso jamás que ella viera esa escena. De hecho estaba pagando una fuerte suma de dinero para librarse de una chantajista, para que ella no sea víctima de chismes, para que nadie la señale con un dedo. Hizo todo aquello para cuidar su reputación, para mantenerla a salvo.

Y aún así le era difícil mirarlo a los ojos. Sabía que él la amaba, que pagó por el silencio de Genevieve, que todo fue por cuidarla. Pero no podía, aún no. De verdad que no quería apartarlo, siempre pensaba que quería estar a su lado, pero al verlo recordaba la escena de Genevieve burlándose, de como lo besó. Sentía náuseas de solo pensar que consideró a esa mujer una buena persona, que compartió la mesa con ella, que hasta le contó de Kol. 

Pero eso ya había pasado, tenía que superarlo. Kol bebé gozaba de buena salud, ella se iba a recuperar pronto, Genevieve ya no estaba en sus vidas. Tenía que seguir adelante, tenía que intentarlo. Después de todo se lo prometió a Klaus, nunca lo iba a abandonar.

Esa tarde Caroline estaba leyendo. Devoraba sin cesar las últimas páginas, estaba absorta. Los últimos capítulos fueron intensos, estuvo a punto de colapsar y hasta lloró al leer que Valentina casi muere por culpa del veneno que ingirió sin querer, del arrepentimiento de Dantés al saber lo que su venganza pudo provocar, la verdad sobre el hijo de Villefort y sus viles acciones; y finalmente el arrepentimiento de Dantés. Claro, en su sed de venganza terminó hiriendo a personas que no merecían, a muchos inocentes. Se vengó, pero eso casi les cuesta la vida a personas que jamás le hicieron daño.

Morrel y Valentina, felices en su matrimonio, leían una carta de Dantés quien se despedía de ellos y les deseaba lo mejor del mundo. "Confiar y esperar", dijo Dantés. Esa era la clave de todo, mientras no sepan los designios divinos los humanos solo podemos hacer eso, confiar y esperar. Caroline se secó las lágrimas y suspiró. Acababa de terminar "El Conde de Montecristo" y lo había catalogado con el mejor libro que había leído hasta el momento. 

Lo apretó contra su pecho y sonrió entre lágrimas. Ese libro le dio alegrías, emociones fuertes, tristeza, indignación, de todo. Alguien dio unos toques a la puerta, ella volvió a secarse las lágrimas y dio el pase. A su lado el pequeño Kol dormía plácidamente.

—Caroline...— Era Klaus. Al notar que había llorado se acercó rápidamente a ella muy preocupado—. ¿Te sientes bien? ¿Paso algo?

—Me siento bien, lo que pasó fue esto —le mostró el libro—. Acabo de terminarlo.

—Oh....—él esbozó una sonrisa—. ¿Y qué tal?

—Ha sido maravilloso. Estaba ansiosa por terminar, pero cuando me acercaba a las últimas páginas encontraba razones para retrasarme en la lectura. No lo sé, creo que aún no estoy lista para dejar atrás esta historia.

—Lo sé, a mi a veces me dan ganas de leerlo otra vez, solo que las ocupaciones me retrasan.

—¿Y tú? ¿Llegaste a terminar "Orgullo y Prejuicio"? —él asintió—. ¿Qué? ¿Y por qué no me lo comentaste?

—No creí que estuvieras de humor para escucharme —notó que bajó la mirada. Ahí estaba otra vez ese arrepentimiento, ese gesto de culpa, el dolor. Esa barrera que los estaba separando poco a poco.

—No digas tonterías, claro que quiero escucharte. ¿Y bien? —Levantó la mirada otra vez, por un instante le pareció que volvían a ser los mismos.

—Me entristeció saber que la hermana de Elizabeth cayó en la trampa de ese miserable. Y admiré a Darcy por lo que hizo, por ayudar a la familia, por intentar salvar a esa joven de la deshonra. Siempre tuviste razón, Darcy era un gran hombre, frío y en apariencia arrogante, pero un hombre admirable. La verdad me sentí complacido de saber que él y Elizabeth terminaron juntos.

—¿Solo complacido? ¿No crees que fue emocionante? —Dijo ella con una sonrisa.




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