Inevitable

Capítulo 42

New Orleans, año 1857

Apenas si podía sostenerse. Bueno, estaba en verdad borracho y en un estado bastante lamentable, sosteniéndose por las paredes como podía. De a ratos Lucien lo ayudaba, pero la mayoría de veces él lo apartaba diciendo que podía solo, cosa falsa en realidad. En otras ocasiones Klaus había reído mucho en situaciones similares, no era la primera vez que terminaba ebrio. 

Apenas unos meses desde que conocía a Lucien y ya eran los mejores amigos. Ambos jóvenes y con muchas ganas de divertirse, sus correrías empezaban en bares de lujo y terminaban en locales de mala muerte en las zonas marginales de New Orleans. Ahí dónde todo era más barato y más fácil. Y aunque ambos tenían suficientes recursos, preferían entretenerse así, algo bastante raro y propio de ellos.

Pero en esa ocasión las cosas eran diferentes. Ambos estaban malhumorados, la habían pasado mal. Y quien recibió la peor parte fue Klaus. Sucedió que acabaron en un bar de mala muerte, ya estaban bebidos cuando llegaron ahí. Y una moza pasó cerca de ellos. Una mujer pobre, pero eso no les importó, porque era hermosa. Si no era puta, pronto lo sería, ellos pagarían lo que sea por un rato de diversión. 

La jalaron a ellos, la sentaron en sus piernas. No se daban cuenta que la chica quería huir, que estaba asustada. Y empezó a llorar pidiendo ayuda, al parecer nadie lo iba a hacer, así que siguieron adelante con su plan. Solo que las cosas no marcharon así. Un hombre intervino, un jovenzuelo. Salvó a la chica de ese par de borrachos, y por si fuera poco los echó del bar. Ellos se rieron en su cara, lo insultaron, discutieron. 

Pero el chico no estaba ebrio, ellos si. Golpeó duro a Klaus, le dio su merecido por imbécil y patán. Una parte de él estaba consciente que se lo merecía, pero no quiso aceptarlo. Gritó rabioso, dijo que mataría a ese pobretón infeliz. Y como Lucien tampoco podía hacer mucho en su estado, al final los dos se fueron.

Tambaleaban, rabiaban, habían sido humillados. No había un alma en las calles a esa hora, faltaba poco para el amanecer pero aún el cielo estaba muy oscuro. De los dos, Lucien parecía ser el más decente, quizá ya se le había pasado la borrachera, él aún sentía que el mundo le daba vueltas. Quería volver a la mansión, había sido una noche terrible. Solo tenían que encontrar un coche, estaban agotados y no llegarían a tiempo caminando. 

Pero parecía que todos se hubiesen ocultado, no pasaba siquiera una carreta con mercancía. Ya no daban más, o al menos eso creyeron. Fue Lucien quien dio la voz de alerta, hasta empezó a reír burlón. Lo señaló. Por una de esas calles solitarias cerca al muelle caminaba el chico que los humilló en el bar, quizá iba para el trabajo.

Es nuestra oportunidad dijo sonriente Lucien.

¿Qué? Le costaba mantener los ojos abiertos, estaba agotado. Pestañeó, y para cuando volvió a abrir los ojos vio que Lucien había sacado una navaja.

Sígueme.

Oye... —Intentó mantenerse en pie, Lucien había salido con la navaja detrás del chico aquel y no entendía qué pretendía. Si el tipo ya los había golpeado antes, podía volver a hacerlo. Y aunque Klaus sabía que no iba a aportar nada esa pelea igual hizo un esfuerzo por caminar hacia ellos.

Lucien se acercaba sigiloso hacia el chico, quien distraído ponía unas cajas una sobre otra. Fue rápido, tanto que Klaus no pudo creerlo. De pronto Lucien ya estaba sobre él, lo había tomado por sorpresa. Empezaron a forcejear, para cuando Klaus estuvo cerca el chico iba ganando, estaba por quitarle la navaja a Lucien y eso podría significar problemas para ambos. Se obligó a despertar, tenía que hacer algo. Con las pocas fuerzas que le quedaban se arrojó sobre el chico y le dio un puñetazo fuerte en la cara, luego otro en el estómago. Lucien le dio una patada, lo habían derribado.

Vámonos logró decir apenas el Mikaelson, se apoyó contra una pared, ya no podía más. Pero ahora tenían tiempo de huir antes que alguien los escuché y se metan en un problema mayor. Lucien no pensaba lo mismo.

Sin que Klaus pudiera hacer nada, su amigo empezó a patear varias veces al muchacho caído. En el estómago, en el rostro, por todos lados. El chico se quejaba, estaba derrotado. Y Klaus no sabía qué hacer, si Lucien lo seguía golpeando iba a matarlo.

¡Detente! Gritó, pero eso no afectó en nada a Lucien. Al contrario, sonreía animado con lo que estaba haciendo, parecía en éxtasis—. ¡Lucien, basta!

¿Estás llorando, bastardo? ¡Eso, maldito! Mira lo que pasa cuando la escoria como tú se mete con los señores, así acaba, en la mierda donde pertenece.

¡Basta! Pero Lucien no lo escuchaba. 

Entonces el chico lo miró. Klaus y ese hombre se miraron un instante a los ojos. Se estremeció, esa mirada clamaba por piedad. Pero no hubo perdón, ni compasión, ni nada. Klaus vio a Lucien sacar la navaja otra vez, se la clavó con fuerza en el estómago, empezó a retorcerla, le destrozaba las entrañas. La clavó con violencia varias veces, él terminó por caerse al piso de la impresión. Y como estocada final lo degolló.

Oh por Dios... Lucien no... ¿Qué has hecho? Por Dios... por Dios... Dijo preso del miedo. Pronto el chico murió. Su amigo acababa de asesinar a un hombre en su cara y él solo quería huir.




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