Inevitable

Capítulo 51

Le quitaron las esposas al fin. Tristán salió acompañado de un guardia, quien lo escoltó hacia un pequeño despacho en donde le entregaron todas sus pertenencias, incluyendo los cheques y los billetes que llevó para el viaje. Los contó todos, no iba a permitir que esa gentuza le quite un solo centavo. Salió junto con el oficial hacia la recepción de la delegación, ahí encontró al abogado que Mikaelson consiguió para él, además iba acompañado de algunos "guardias particulares", como él le llamaba a los matones que contrataba. En este caso, los "guardias" parecían ser de Klaus. Él estaba sin refuerzos hasta nuevo aviso, sus hombres se quedaron fuera de la ciudad, estaba solo.

El abogado y los guardias lo llevaron hasta una casona en el barrio francés, supo pronto que pertenecía a los Mikaelson al ver un escudo y la letra "M". Imaginó que esa debía de ser una de las tantas propiedades que tenía esa poderosa familia en la ciudad. Durante el camino el abogado le explicó que lo único que habían conseguido era un habeas corpus, pero que en realidad tenía que responder a todos los cargos. Sabía del "trato" al que llegó con Klaus, pero en lo que convencía a las víctimas de retirar las denuncias iba a tener que responder las acusaciones. En nombre de los Mikaelson, prometió que todo estaría bien pronto y que no tenía de qué preocuparse. "Más te vale", se dijo Tristán. Tenía que ser así, Klaus estaba contra la espada y la pared.

Una vez en la casona del barrio francés, lo hicieron pasara a un amplio despacho. Esperó por apenas cinco minutos cuando al fin Klaus llegó. Supuso que sus guardias estaban afuera, así que de nada valía intentar algo contra él. Como la primera vez que se vieron, notó en los ojos de Klaus una mirada llena de un profundo rencor. Lo odiaba, pero no más que él. Estaba frente al hombre que se había quedado con su hermana, que la sedujo a la muerte del maldito soldado ese. Y por lo más sagrado que iba a pagar, iba a matar a Klaus y nadie iba a detenerlo. Pero de momento tenía que jugar el juego, el plan de Katherine iba viento en popa y si él en verdad quería seguir teniendo a esa maldita de su lado iba a tener que mover las piezas a favor de la Petrova.

—Es un hombre de palabra, por lo que veo —comentó Tristán en tono sereno—. Ha cumplido con su parte, ya estoy fuera de prisión.

—Dije que lo haría —respondió cortante—, ahora entrégueme las pruebas que dice tener.— El caballero De Martell soltó una risa y negó con la cabeza. Ese hombre tenía que estar loco, así tuviera las pruebas jamás las entregaría.

—¿Cuándo fue eso parte del trato? Jamás lo mencioné. Hasta ahora ha cumplido con sacarme de la trampa vulgar en la que usted mismo me metió, Klaus. Ahora quiero que cumpla con todo lo demás. ¿La señorita Katherine le habló de mis planes?

—Lo hizo —contestó—. Pero me sigue pareciendo una completa estupidez.

—Pues no lo es. Yo estoy aquí, siendo paciente con usted considerando que lo puedo mandar al pelotón de fusilamiento, pero usted abusa de mi bondad, Klaus. No veo esa acta de matrimonio aquí, y menos los papeles que transfieren su patrimonio a nombre de Katherine. ¿Acaso le parece que he estado jugando?— Mientras hablaba adoptó una postura seria, una mirada dura, una voz siniestra. Aunque claro, Klaus no se dejaba intimidar. A pesar de estar perdiendo de momento, no parecía temeroso. Bien, él se encargaría de bajarle esos humos.

—Me casaré con ella esta tarde, será por civil.

—Y por religioso —dijo para sorpresa del Mikaelson, lo notó en sus ojos—. ¿Acaso tengo cara de estúpido? Sé que puede comprar jueces, falsificar todo. El civil no me basta, quiero a un maldito sacerdote oficiando la misa y a ustedes dos jurando amarse hasta la muerte en el altar. Que por lo visto, si no quiere colaborar, será más pronto de lo que espera.

—No pienso hacer eso.— Y parecía firme al respecto—. Si me caso por religioso no habrá marcha atrás. Será civil, tendrá todo lo que quiera con la transferencia de bienes. Luego me divorcio.

—La idea no es hacerlo práctico para usted, señor —dijo ironizando esa última palabra—. La idea es joderte de por vida, miserable. Que te quedes con esa mujerzuela el resto de tus días, a menos que quieras matarla claro. No sería la primera vez, ¿verdad?

—No.— Fue firme. Pero Tristán no lo iba a dejar.

—No me dejas otra opción entonces —dijo poniéndose de pie—. En vista de que acá se acaba la negociación, voy a revelar la verdad en las próximas horas.

—Siéntese, Tristán —le dijo rabioso entre dientes. Bien, al menos había conseguido ganar algo para esa miserable de Katherine. Ah, las cosas que tenía que hacer por recuperar a sus hermanas.

—Entonces, ¿tenemos un trato?

—Lo tenemos —dijo de mala gana. Tristán sonrió, bien, ya era hora de ir a lo importante del asunto—. Ya tiene su libertad garantizada, tendrá mi fortuna. Se acabó.

—Oh no, sabemos bien que esto no se acabó. A lo que he venido, Mikaelson. Me entregas ahora mismo a ese par de perras traicioneras, me llevo a mis hermanas a casa.

—Eso será hasta que me garantices que vas a eliminar las pruebas en mi contra, ¿cómo estoy seguro que no me incriminarás después?

—Hombre precavido —dijo con una sonrisa—, sospeché que dirías algo así. Lo que no imaginé es que en verdad estarías dispuesto a entregármelas.




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