Inevitable

Capítulo 56

Matt llegó un día antes a Washington. Lo primero que quiso hacer fue buscar la casa de campo de los De Martell, pero al entrar en esa zona, que más bien parecía una villa de lujo, se dio cuenta que cualquiera se daría cuenta que un jinete desconocido se acercaba, podían dispararle a matar si querían. Así que se mantuvo a una distancia prudente, esperando cualquier movimiento. 

La señal llegó cuando vio a un hombre salir a todo galope de la senda que conducía a la mansión. Sabía que era arriesgado seguirlo, pero no le quedó de otra. Intentó ser discreto, lo siguió a una distancia prudente hasta que lo vio entrar a la ciudad. A partir de ahí el tipo empezó a andar despacio, tranquilo y sin precauciones. Después de todo era una ciudad grande, habían carretas, coches, jinetes, gente a pie, de todo. Él se mantenía lo suficiente cerca para saber hacia dónde iba, pero no para dejarse en evidencia.

El hombre dejó el caballo por ahí, y entró a un edificio de tres pisos. Nadie le prestó especial atención, pero él se metió a un café que estaba en la esquina. Preguntó casualmente al mesero qué era ese lugar y este respondió que era un edificio abandonado en busca de comprador. Bien, secuaz de Tristán entrando a un edificio solitario, eso era muy sospechoso. No tenía la seguridad de que Rebekah estaba ahí, pero nada perdía con intentarlo. Llegada la noche se fue hacia la parte trasera buscando alguna entrada. Solo escuchaba risas de varios hombres que parecían estar bebiendo.

Tuvo dudas, ¿entraba o no? ¿Y si se estaba equivocando? ¿Y si ella no estaba ahí? ¿Si lo cogían y lo mataban? Todo era un riesgo, pero aún así decidió dar el paso.

 

***************

 

Rebekah no podía dormir, hace días que no dormía más que unas horas. Se despertaba al primer ruido, o cuando escuchaba que la puerta de la planta baja se abría. A veces las risas de esos hombres la asustaban, a veces escuchaba lo que decían. Se referían a ella como "la zorra" y en varias ocasiones habían bromeado sobre "darle su merecido a la zorra". Ella sabía bien de qué hablaban, así que temblaba más cuando escuchaba aquello. Esa noche tenía más que temer pues estaban bebiendo. Los escuchaba reír y bromear, escuchó el ruido de una botella rompiéndose. Se habían puesto bastante borrachos y eso era malo. El alcohol da valor para hacer cosas estúpidas y malvadas.

Todos los días rezaba internamente para que esa pesadilla acabe. En ocasiones hasta deseó estar muerta. No podía más, apenas abría la boca para dos comidas al día que le daban y un poco de agua, después la amordazaban. Tenía las manos y los pies atados, la habían recostado en un catre sucio e incómodo dentro de una habitación pestilente. Por las noches moría de frío, y nunca le llevaban una manta. Deseaba con todo su corazón que eso acabe ya, y si tenía que ser con su muerte entonces que así sea. Ya no aguantaba esa situación, se había rendido.

Otra botella se rompió, se escucharon más risas. Cada minuto que pasaba se asustaba más, al menos nadie mencionó a "la zorra", gracias al cielo de momento la habían olvidado. Tristán era un hombre demente, y no solo eso, era en extremo malvado. Todo el camino de New Orleans hasta Washington se estuvo burlando de ella y contando cosas terribles. De lo que les hacía a sus hermanas, de lo que les haría cuando las tenga en sus manos. 

Le dijo también que su hermano era un asesino, que junto con Lucien habían matado gente a su conveniencia, como a Genevieve por ejemplo. Le dijo que esa mujer fue la amante de su hermano y la mató porque lo estuvo chantajeando. Dijo que se encargaría que metan a la cárcel a su hermano y que luego lo manden a la horca por asesino. Ella lloraba porque no podía creer eso de su Klaus, él jamás haría algo así, ese hombre era un loco mentiroso y cruel. 

Lo peor de todo fue cuando comenzó a hablar de Kol, a burlarse de él, de su muerte.Sse reía en su cara y le decía lo feliz que estaba de que lo hayan matado. La torturaba con sus palabras y Rebekah lloraba porque no quería escuchar más esas cosas terribles.

Ahora estaba ahí, presa, esperando su final. Los borrachos abajo seguían en lo suyo. Los ojos se le cerraron un instante, estaba cansada. Se forzaba a permanecer despierta, pero ya no podía más. Fue entonces que escuchó pasos acercándose y empezó a temblar. Quizá uno de sus captores subió a "darle su merecido a la zorra". Empezó a llorar, apenas podía moverse en esa posición. 

La puerta de la habitación estaba entreabierta y vio una silueta pararse ahí. Ella intentaba gritar, pero gracias a la mordaza solo lograba hacer un ruido bastante patético. Fue entonces que la puerta se abrió despacio y la persona que ahí apareció la cerró detrás suyo, segundos después corrió hacia ella. No podía creer lo que estaba viendo, quería gritar y llorar de felicidad. Le quitó primero la mordaza, ella aspiró una gran bocanada de aire, tenía los labios y la garganta seca.

—Shhhhh.... —le dijo Matt llevando los dedos a sus labios—. No hagas ruido.

—Ellos...

—Están abajo, no creo que suban, se han confiado —decía mientras desataba las cuerdas de sus manos y después las de sus pies. Demoró un poco pues sí que la habían atado duro—. ¿Puedes pararte?

—No lo sé —admitió en voz baja, casi un susurro. Él la ayudó a ponerse de pie, pero por poco cae al piso, estaba muy débil y le dolía el cuerpo por los amarres.




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