Inexorable

CAPITULO 1

La invitación del señor Rockefeller llegó con la formalidad de siempre: un sobre de papel grueso, con su sello impreso en relieve dorado, y la caligrafía elegante de su asistente personal. No lo abrí de inmediato. Lo dejé sobre la mesa y lo observé, como si aquel objeto pudiera responderme por sí mismo a todas mis preguntas.

Hace años que conozco al señor Rockefeller. Desde el primer momento en que me otorgó aquella beca universitaria, su presencia se convirtió en un eco en mi vida. Su influencia estuvo detrás de cada logro académico, cada oportunidad. Ahora, con 28 años y un título en matemáticas y física teórica, me ofrece un empleo en el Instituto Sterlingwood, el más exclusivo del país.

Lo que debería ser una oferta irrenunciable se convierte en una encrucijada.

Les enseñaría a los hijos de los magnates, de los políticos, de los herederos de fortunas incalculables. No tengo problemas con la enseñanza, la amo, es mi vocación. Pero el problema no es la materia ni el lugar. Es la edad.

Sus edades tan cercanas a la mía y algunos con la misma.

¿Me tomarían en serio? ¿Me verían como su profesora o como una más? ¿Con qué ojos me mirarían?

La duda me corroe.

El sobre sigue ahí, impasible. Hasta que la llamada llega.

—Clarissa. —Su voz grave y dominante resuena en la línea.

Trago saliva.

—Señor Rockefeller.

—No has respondido.

Siempre directo, siempre sin rodeos.

—Lo sé. —Muevo la mano por la mesa, como si el papel fuera a desaparecer por arte de magia.

—¿Tienes dudas?

Dudas. Miles. Pero decirlo en voz alta parece una derrota.

—Es un gran honor, señor. Es solo que...

—Tu edad. —No es una pregunta, sino una afirmación.

Me estremece que lo haya entendido tan rápido.

—Sí.

Un breve silencio se instala entre nosotros, pero sé que no durará. Él nunca deja cosas en el aire.

—Clarissa —su voz se vuelve más intensa—, no te ofrezco esto porque piense que necesitas un favor. Te lo ofrezco porque sé que eres la mejor en lo que haces.

Mi corazón da un vuelco.

—Ellos te respetarán porque tú les enseñarás a respetarte. Y si no lo hacen, tendrás la autoridad para corregirlos.

Cierro los ojos. Las palabras son sólidas, seguras, como él.

—Además —continúa, su tono más bajo, casi persuasivo—, te enseñaré a lidiar con ellos.

Algo en su voz me hace preguntarme a qué se refiere con "enseñar".

El sobre sigue en la mesa. Ya no pesa tanto como antes.

—¿Cuándo debería empezar? —pregunto al fin.

La leve satisfacción en su voz es imperceptible, pero sé que está ahí.

—El lunes.

Fin de la conversación. Fin de mis dudas.

El lunes comenzará todo.

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Nota:

Queridas lectoras, bienvenidas a esta nueva aventura. Espero que les encante como a mi me a encantado escribirla.

Un romance tóxico como los que nos gustan, en donde nada es lo que parece.

No olviden agregar a su biblioteca para que les lleguen las notificaciones. Y darle like si les gusta mi trabajo.

Como siempre gracias por leerme. Las quiero queridas lectoras.

-Gia-




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