NARRA ELIZABETH HATHAWAY (Esposa de Nathaniel)
Mi hijo está sangrando. Su rostro tiene cortes, su ceja gotea sangre. La mujer frente a mí, la miserable criatura que ha intentado matarlo, está sostenida por mi esposo.
El aire se llena de un veneno silencioso. Mis labios se aprietan. Mi mirada se endurece. Mis dedos se tensan sobre el borde de mi vestido.
Esto es imperdonable. Es inaceptable. Y lo peor de todo, mi esposo la está protegiendo.
—Suéltala —. Ordeno viendo como la controla.
Nathaniel no responde de inmediato. Aún mantiene a esa mujer en sus brazos, aún evita que siga destrozando a mi hijo.
La rabia me consume.
—¡Te dije que la sueltes!
Nathaniel finalmente la libera, pero la mantiene cerca, como si aún fuera su responsabilidad evitar otro desastre. Mi cuerpo arde con una furia que no he sentido en años.
“está pasando de nuevo”
Esto no se quedará así. Ella va a pagar. Esta vez, me encargare personalmente.
NARRA CLARISSA
La tensión es un cuchillo en la garganta. Estoy sentada en la misma silla incómoda, los grilletes ya han sido retirados, pero mis muñecas aún sienten la presión del metal como una advertencia silenciosa.
Elizabeth Hathaway Rockefeller está de pie frente a mí, su presencia un puñal frío clavándose en mi piel, su mirada me quema sin tocarme.
A su lado, Henry, con esa expresión de absoluto triunfo, disfrutando mi desgracia, su postura relajada como si el mundo entero estuviera diseñado para acomodarlo.
Y detrás de ambos, en la sombra, Nathaniel Rockefeller, impenetrable, observando sin intervenir. su silencio no es ausencia. Su silencio es peso.
—Este instituto ha sido demasiado indulgente contigo —Elizabeth rompe el silencio con voz afilada, seca, calculada—. No puedo permitir que continúes aquí.
Las palabras perforan mi pecho.
—Lo que le hiciste a mi hijo no tiene perdón —. Sentencia imponente —. Me asegurare de que vayas a prisión.
No reacciono de inmediato. No pestañeo.
—¿Está diciendo que quiere que me despidan?
Elizabeth sonríe con una falsa cortesía.
—Eso es lo menos de lo que deberías preocuparte.
Mi corazón late con furia contenida.
—Me asegurare que pases el resto de tu vida en prisión, eres un peligro no solo para los Rockefeller, también para la sociedad.
Henry suelta una risa corta, burlona.
—Vamos, profesora, no creíste realmente que ibas a salir impune de esto, ¿cierto?
Lo miro. Su sonrisa. Su maldita arrogancia.
—Hiciste que me acusaran de homicidio.
Él se encoge de hombros con despreocupación.
—Eres tan divertida. No conoces tu lugar.
El odio se despliega en mí como un incendio. Esto me pasa por involucrarme con personas que no debía. Ya todo está perdido. Con todas las posibilidades en contra. Sin nada más que perder, decido no quedarme callada.
—No me pueden despedir ni acusar de algo que no hice, no sin una razón legítima.
Elizabeth suelta una leve risa, casi con burla.
—No necesito una razón legítima. Necesito hacer una llamada.
Los latidos en mis sienes son ensordecedores. Mis dedos se aprietan contra la mesa.
Estoy acabada.
Henry observa mi reacción con una satisfacción que me enciende la sangre. Y al mismo tiempo me aprieta el corazón. Todo termino, no soy nadie, nunca lo he sido. Ellos están en la cúspide de la pirámide alimenticia y por más que luche en contra, siempre ganaran así son las cosa.
¿en que estaba pensando? ¿Por qué fui tan impulsiva? ¿Por qué las cosas terminaron así?
Lo voy a perder todo. No, ya lo perdí todo. Ni siquiera el señor Rockefeller puede oponerse, porque para él no soy nadie, como idiota perdí la razón, perdí de vista mi lugar en el mundo. Por un momento creí que podía hacer lo que quisiera.
“No soy nada y él es Henry Rockefeller”.
NARRA HENRY
Los ojos de Clarissa son un desastre. No de rabia. No de orgullo.
De derrota.
El tipo de derrota que no debería afectarme. Pero afecta. Algo dentro de mí se revuelve, algo que no quiero admitir. Su mirada triste, esa mirada con ojos cristalinos negándose a mostrar su debilidad. Basta una palabra mía para destruir su mundo… y cuando lo consigo, no se siente como esperaba.
—No fue su culpa —. El impulso me hace decir lo que no quería.
El silencio tras mis palabras es ensordecedor. Ella frunce la frente. Mi padre mantiene la misma expresión neutral. Imperturbable. Mi madre se gira hacia mí, su expresión afilada, su cuerpo rígido.
#227 en Novela romántica
#114 en Chick lit
millonario poder obsesion, poliamor poliandria poligamia, chica pobre y hombre millonario
Editado: 20.06.2025