"Dices que me ama y luego dices que no. Sigues haciéndome perder el tiempo. Si no soy todo lo que necesitas... Entonces solo déjame libre."
Knees. — Bebe Rexha.
⊶◈⊷
E M E R Y
Una vez mi hermana menor dijo que la esperanza es lo último que se pierde y a la vez me advirtió que la dignidad suele perderse primero.
Y vaya que he perdido la dignidad por Nate.
¿Qué tan humillante es tener una lista mental de todas las conquistas del chico que amas tratando de encontrar algún patrón que te dé algún indicio del porqué todas y menos tú?
¿Qué tan humillante es recogerlo del departamento de una de sus conquistas porque el hermano de esta los encontró follando en el sofá y se enojó tanto que lo golpeó?
¿Qué tan humillante es recibir llamadas a mitad de la noche para rescatarlo, sabiendo que la única razón por la que te busca es porque nadie más lo haría?
Pero lo más humillante de todo esto no es lo que he hecho por él. Es lo que aún hago.
Nate se acomoda en el asiento de copiloto con la cara hinchada por los golpes, el labio partido, la nariz inflamada y manchada con restos de sangre. Su camisa blanca parece sacada de una película gore por la cantidad de sangre en ella, sin embargo, a simple vista, ninguna de sus heridas parecen que lo llevarían al borde de la muerte, he visto peores. Resistirá.
— Muchas gracias, Emi. — murmura con esa voz que siempre suena entre cálida y rota. Esa voz que me hace querer perdonarlo por todo, aunque sé que no debería — Eres mi lugar seguro, ¿sabes? Mi dulce chica.
Sus palabras deberían traer alegría a mi desdichado corazón, sin embargo, todo lo que soy capaz de sentir es cómo mi corazón termina de romperse.
Eres mi lugar seguro. Mi dulce chica. Te amo tanto, Emi.
Esas palabras y un millón más me persiguen, como un eco de lo que ha sido nuestra relación. Si alguna vez fui algo más que su amiga, él nunca lo dijo con claridad. Y aunque quiero creer que sí, su forma de actuar siempre me han dado señales contradictorias.
Quizás es momento de deshacerme de esa esperanza de qué en algún momento Nate me elegiría. Nos elegiría. Porque no lo hará.
Y si llegara a hacerlo, creo que sería demasiado tarde para que la incertidumbre no haya plantado sus raíces en mi corazón.
Jamás confiaría en Nate.
Trago con fuerza cuando la realidad de mis pensamientos me golpean.
No existe un futuro para nosotros porque no confío en el hombre en el que se ha ido convirtiendo. Podría decirme que el cielo es azul y lo dudaría porque ha salido de su boca.
— ¿Emi?
— ¿Eh? - parpadeo.
— ¿Puedo dormir en tu casa esta noche? — pregunta, con esa mirada que siempre me desarma.
Quiero decir que sí. Quiero seguir siendo su refugio, su dulce chica. Pero hay algo en mí que se rompe de una vez por todas.
La dignidad sí se va primero, pero tal vez esta es la última vez que yo permito que eso suceda.
— No, Nate. — el desconcierto en sus ojos me duele más de lo que debería.
— ¿Qué? ¿Por qué no?
Sonrío triste. Puede que yo esté dispuesta a dejarlo ir, pero, ¿él está listo para dejarme ir?
— Porque no quiero que vuelvas a dormir en mi casa nunca más.
Su confusión se transforma en incredulidad.
— ¿Estás molesta conmigo? — intenta bromear, pero hay un atisbo de nerviosismo en su voz.
— Buenas noches, Nathaniel. — Lo interrumpo, estacionándome frente a su edificio.
Se queda quieto por un momento, mirándome como si no pudiera comprender lo que acaba de pasar antes de abrir la puerta y salir.
Mientras lo veo alejarse, me doy cuenta de algo: nunca fui su todo. Fui un refugio temporal, una amiga conveniente, una solución fácil. Y si no puedo ser todo lo que él necesita, entonces es hora de dejarlo ir.
Por primera vez en años, siento que he recuperado algo de mi dignidad.
Y esa noche, cuando cierro la puerta de mi cuarto y me hundo en la cama, lloro. Lloro una última vez por Nathaniel Carson y el amor incierto que me ha ofrecido durante años.