Infernal Threads

CAPÍTULO 2: UN TRATO PELIGROSO

La luz plateada de la luna llena iluminaba el bosque, y el claro donde Richard había encontrado a Calipso un año atrás se veía casi igual, excepto por el aire pesado que lo envolvía, el cual estaba cargado de una energía oscura imposible de ignorar. Richard caminaba junto a Calipso, su andar despreocupado contrastando con la cautela reflejada en los profundos ojos dorados Había escogido este lugar para su “escapada” con la esperanza de que regresar aquí podría ayudar a cerrar un ciclo en sus vidas. Sin embargo, en el fondo, una inquietante sensación le decía que algo no estaba bien.

—¿Recuerdas este lugar, pequeña? —preguntó Richard, deteniéndose y girándose hacia ella con una sonrisa ladeada—. El claro donde te encontré, con esa expresión de "¿qué es este mundo?" que tenías en tus ojos. Pensé que sería divertido volver y ver si este sitio tiene algo más que enseñarte.

Antes de que Calipso pudiera responder, un ruido suave, apenas un crujido de ramas, interrumpió el momento. Richard se tensó, su sonrisa desvaneciéndose al instante mientras miraba hacia las sombras del bosque.

—Oh, genial. Parece que tenemos compañía. ¿Qué te dije sobre los invitados no deseados? —murmuró.

De entre los árboles emergió una figura alta y robusta, con un porte que irradiaba autoridad y peligro. Arlen Ross caminaba con paso firme, su chaqueta de cuero oscura reflejando la tenue luz de la luna. Su mirada estaba fija en Calipso, evaluadora pero cargada de una mezcla de obligación y duda.

—Así que esta es la famosa Calipso —dijo Ross, su voz grave envuelta en un tono burlón que no se molestó en ocultar—. Los demonios realmente saben cómo exagerar las cosas. Pensé que estaría enfrentándome a algo más… imponente.

Richard entrecerró los ojos, colocándose frente a Calipso en un gesto protector, aunque mantuvo su tono relajado.

—Oh, mira quién decidió unirse a la fiesta. Ross Arlen, el cazador convertido en demonio. Déjame adivinar, ¿te enviaron esos mismos demonios sin modales que no saben tocar la puerta?

Ross cruzó los brazos, ignorando el sarcasmo de Richard mientras continuaba observando a Calipso.

—No es personal, niña. Solo hago mi trabajo. Los demonios quieren que regreses al infierno, y mi contrato dice que no puedo decir que no. Así que… aquí estoy.

Calipso, aunque joven, no era una niña indefensa. Su mirada cambió de curiosidad a desafío, y el leve brillo rojizo en sus ojos dejaba claro que no tenía intención de dejarse llevar sin luchar.

—¿Y si digo que no quiero ir? ¿Qué vas a hacer al respecto? —desafió.

La sonrisa de Ross se amplió ligeramente, un gesto que no contenía amabilidad.

—Entonces tendremos un problema. Pero, para ser justos, preferiría que no se volviera feo.

Richard chasqueó la lengua, moviendo la cabeza en un gesto exagerado de exasperación.

—¿Sabes? Siempre es lo mismo con ustedes. Amenazas veladas, moral dudosa… ¿no pueden simplemente rendirse y aceptar que ella no es como los demás?

Ross soltó una carcajada, aunque no era del todo divertida.

—¿Rendirme? No está en mi naturaleza, Ford. Así que, ¿qué tal si dejas de jugar a ser niñera y me das a la niña?

Richard dejó caer su actitud relajada por un momento, su expresión volviéndose fría mientras daba un paso hacia Ross, dejando a Calipso detrás de él.

—Déjame ser claro, Ross. Puedes intentarlo, pero te garantizo que no será tan fácil como crees.

El ambiente se tensó, la energía del claro volviéndose casi palpable. Calipso podía sentir la intensidad entre los dos hombres, y aunque sabía que Richard estaba dispuesto a protegerla, también comprendía que esta era una oportunidad para demostrar todo lo que había aprendido en ese año.

—Si vino por mí, tal vez debería enfrentarlo yo misma —declaró con determinación.

Richard giró la cabeza hacia ella, una mezcla de sorpresa y orgullo en su rostro.

—¿Estás segura, pequeña? Este tipo no es un amateur.

Calipso asintió, avanzando hasta quedar al lado de Richard, su postura firme y sus ojos ardiendo con determinación.

—Si quiere llevarme, tendrá que ganárselo.

Ross sonrió, esta vez con algo de respeto en su expresión.

—Eso es lo que quería escuchar —respondió, su voz resonando en el claro.

En ese instante, el claro estalló en movimiento, la luna siendo testigo de un enfrentamiento que representaba mucho más que una simple batalla: un choque entre destino, poder y decisión.

—¿Qué te parece si hacemos un trato, Ross? Demonio a demonio —sugirió Calipso, sonriendo divertida mientras caminaba a su alrededor.

Ross siguió a Calipso con la mirada, su postura relajada pero alerta. A pesar de su experiencia como cazador y demonio, no pudo evitar reconocer la seguridad con la que la joven se comportaba. Sus labios se curvaron en una sonrisa lenta, intrigado.

—¿Un trato, eh? —dijo Ross, su tono burlón ocultando un destello de curiosidad en sus ojos—. Bien, hablemos. Aunque debo advertirte, pequeña, los tratos entre demonios rara vez terminan bien para ambas partes.




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