Infierno

Hermanas

一¡Camila! Sólo tienes media hora ¿de acuerdo? Te quedaste dormida como siempre, pero te digo que no es un juego esto. Tienes que tomarlo con seriedad, si nuestros padres se enteran ¿a quien crees que culparian? ¿a la menor o a la que está a cargo?

Un chica de unos veinticinco años estaba parada en el umbral de la puerta de la habitación de Camila, mientras esta recogía su cabello en una coleta y después de esparcir un poco de perfume en su cuello tomó su bolso de mano y su celular. Se detuvo frente a su espejo que era tan grande como para que Camila se viera de cuerpo completo, se miró de perfil y halo su vestido un poco más hacia abajo; aunque la falda del vestido no fuese tan corta, Camila no estaba acostumbrada a mostrar sus piernas. Era fanática de los pantalones de mezclilla y los tacones no eran sus amigos favoritos del armario. Bueno, a ella no le gustaba vestir muy formal pero su madre había insistido mucho en que llevara vestido para la ocasión.

“La gran boda”, palabras de su madre no de ella, se llevaría a cabo ese día. Los padres de Camila se habían conocido en la Universidad, se habían casado y tenido dos hijas, Rocío y Camila, pero se habían divorciado porque según ellos no tenían ya química. Cinco años después se habían encontrado en un restaurante por cuestión de trabajo,salieron unas cuantas veces de nuevo, se volvieron a enamorar y decidieron que esta vez su unión si sería definitiva así que se volverían a casar.

一¿No crees que se hubiese visto mejor en azul en lugar de rojo?一, le preguntó Camila a su hermana, y se giraba para que tuviese un ángulo diferente a su espalda para que pudiese opinar mejor.

一No. El rojo hace relucir tus mejillas y tus labios, y es más sexy一le guiño un ojo y se giró para marcharse一. Te espero en el auto, Camila.

一Ya voy Rocío一, dijo la chica mientras rodaba los ojos por la desesperación de su hermana. Después de todo, no era la primera vez que se casaban sus padres.

Todo el trayecto a la ceremonia, Camila observó por la ventana haciendo nota mental sobre las cosas que le llamaban la atención. Cuando Rocío se detuvo en un semáforo vio a un chico de casi su misma edad, vestido todo de negro, se veía atractivo pero un poco misterioso. Cruzaron miradas y Camila contuvo el aliento. El chico sonrió de lado, desvío la mirada y comenzó a caminar por la acera. Pronto la luz cambió a verde y Rocío aceleró dejando atrás a aquel chico.

一Rossy, cuando acabe la boda, ¿me puedes llevar al orfanato? Quede de ayudarle a Marta en el comedor y les leería un cuento antes de irme, después iré al refugio de animales a entregar unas croquetas que compré el miércoles y que llevas en la cajuela…

一Espera... ¿qué? ¿Cómo es que no las vi?一 preguntó la chica sin apartar la vista del frente.

一Es que están en una caja debajo de tus abrigos, pero bueno... ya de regreso pasaré al hospital para coordinar con el director de ahí  un evento caritativo.

一Vaya ¿y no quieres que te lleve al bosque de los cien acres para que ayudes a Eeyore a construir una casa para él y a Winnie the Pooh a recolectar tarros de miel para el invierno?一 dijo usando sarcasmo mientras estacionaba el auto.

一Ja-Ja… que graciosa, Rossy. ¿Qué desayunaste? ¿Payaso?

一Lo mismo digo hermanita, ¿desde cuando soy tu chofer?一dijo Rocío  mientras bajaba del auto.

一Desde que papá me quitó las llaves del mío por querer hacer que se diera un besito con la camioneta de mamá, que tal y era como Herbie y se había enamorado de es Jeep descapotable, mi pobre bochito.

Rocío por su parte solo sacudió la cabeza con una leve sonrisa en sus labios.

 

***

 

Dos horas después ambas chicas se dirigían al orfanato que estaba a las afueras de la ciudad. El auto tenía las ventanas abajo y ambas cantaban al ritmo de You belong with me. Cuando la parte del coro llegó un fuerte impacto en el costado del conductor hizo que todo a su alrededor se derrumbara. Una sacudida que hizo que el miedo se apoderara de ella. Parecía que el tiempo pasaba despacio, los pequeños fragmento de cristal flotaban a su alrededor junto con otras de sus pertenencias. El paisaje de afuera se veía tranquilo mientras ambas daban un giro de trescientos sesenta grados.

Cuando por fin se detuvieron, su cabeza daba vueltas y lágrimas caían a chorros por sus mejillas, la sangre estaba por todas partes; desesperada se giró para ver a su hermana, comprobar que estaba aún con vida, pero no era así.

A través de los vidrios rotos notó una figura. Era un joven que se acercaba al auto con pasos firmes, espalda recta y un semblante amenazador. Tras una gafas oscuras y una pinta que provocaba pavor, ahí estaba él. El mismo chico que había visto en la mañana, aunque ahora parecía dispuesto a matarla.

Haciendo grandes esfuerzos, logró quitarse el cinturón de seguridad y abrir la puerta. Salir del auto se había convertido en un gran reto, y lo sería aún más el tener que huir para salvar su propia vida.

Miró sus manos, sólo tenía algunos rasguños a comparación de los cortes que tenía Rocío. Miró por última vez a su hermana antes de echar a correr para alejarse de aquel joven.

Corrió por la carretera, a pesar de estar fatigada no se podía dar el lujo de parar si un tipo desconocido le iba pisando los talones. Sentía su pulso retumba en sus oídos, que la respiración le comenzaba a fallar y que sus piernas pedían a gritos descansar.




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