Infierno Escarlata

Capítulo 1

 

Reino del Norte

27/11/1600

—¿Te enteraste? Nora se puso de parto —chismorreó una mujer mientras depositaba cosas en su canasta.

—No sabía que esperaban un hijo. Espero y esa criatura no salga maldita, no queremos más desgracias en el pueblo —respondió su compañera.

Se avecinaba tormenta, nubes negras cubrían el cielo.

Las mujeres corrieron a sus casas, huyendo del diluvio. El pueblo quedó vacío en cuestión de minutos.

Mientras tanto, en el hogar de los padres primerizos, las cosas iban un poco desenfrenadas.

Era una casucha humilde, con techo de paja y suelo de barro. Se notaba la precariedad; típico de una familia campesina.

—Tobías, no creo aguantar más, ¡el bebé llega! ¡me duele! —gritaba Nora, recostada en la cama.

La mujer lloraba, retorciéndose a cada contracción.

El sufrimiento la hacía parecer débil, algo atípico en ella. Era una señora destacada por ser impulsiva y con un horrible carácter.

Personalidad que contrastaba con la de su marido, bastante más tímido y humilde.

—Resiste, Nora, ya falta poco para que las comadronas lleguen a casa. —Trató de tranquilizarla, tomando su mano—. Todo saldrá bien.

Y, haciendo eco de sus palabras, poco después las mujeres tocaron la puerta, como por arte de magia.

—Buenas noches, mi nombre es Lola, ¿dónde se encuentra la parturienta? —dijo una temblorosa voz.

—Por ahí —Le señaló Tobías, dejando que pasara.

Aquella mujer desprendía algo que Tobías no podía descifrar. Miedo, respeto y hasta fascinación: un coctel de sensaciones que se le mezclaba por entre las pupilas, cegándolo.

Corrieron a ayudar a la parturienta.

Tobías esperaba asustado la llegada de su hijo. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si su esposa fallecía junto con el bebé?

—¡Ya está llegando! —gritó Nora mientras pujaba. Su rostro estaba rojo y su frente sudaba.

—Resista, Nora, resista —la alentó una de las parteras, tan anciana como el mismo tiempo.

Nora contó hasta tres y, cuando se atrevió a pujar, largó un grito horrible, aturdiendo a todos.

Un «señor, acérquese a la habitación» rompió por completo la inquietud de Tobías. Acercándose, vio a una criatura de tez pálida y mechoncitos cobrizos.

—Felicidades señores, nuestras bendiciones —dijo Lola, con sonrisa forzada... Tobías y Nora se percataron al instante de su incomodidad—, es una niña.

Aquella anciana miraba a la bebé con otros ojos, como si sintiera empatía por ella. Luego de limpiar a la recién nacida, las mujeres marcharon sin volver a dirigirles la palabra. Como si les aterrorizara permanecer cerca de la criatura.

Desaparecieron al rato, como por arte de magia…

El matrimonio no dejaba de mirar a aquella niña llorar.

Tobías se sentía feliz, cargaba al bebé y con uno de sus dedos le acariciaba. Aunque Nora, por otro lado, la miraba con temor.

Era supersticiosa.

—Descansa, debes recobrar fuerzas —le dijo Tobías, a la par que recostaba a la bebé en su cuneta.

Colocó una manta encima de ella así no enfriaba. Luego la besó y se acostó, dando un suspiro.

No tardó en dormirse.

En cambio, Nora no pegó ojo en toda la noche. Su pequeño milagro se convirtió en una pesadilla.

Cegada por estúpidas creencias y embotada de disgustos, tomó una drástica decisión. Se levantó y caminó rumbo a su espejo, sin hacer ruido.

Tomó una cizalla. La miraba, temblando de pies a cabeza, y la aferró con temor.

Miró a la recién nacida, y, esta vez con rabia, se acercó para susurrarle.

—Tus rizos de fuego me lo dicen todo. Creciste en mi vientre, bruja, pero no me engañarás. —Comenzó a tirar palabras.

Haciendo acopio de valor, la madre elevó la cizalla y apuntó hacia su hija; hallaba cierto placer al intentar matarla.

Nora dio un paso en falso, chocó con la pata de la mesa y derramó una pila de cuencos, provocando bastante ruido.

Tobías se levantó de un salto y miró hacia todas las direcciones para ver que sucedía.

—Pero, ¡mujer! ¡¿qué estás haciendo?! Suelta eso ahora mismo. —Desesperado, corrió hacia su señora para evitar una catástrofe, tiró con fuerza de las cizallas para sacárselas.

—Tú no lo entiendes, Tobías, ¡no lo entiendes! Está maldita, y antes de que cualquier persona le haga algo, lo haré yo.

Perturbada, Nora intentó tomar las cizallas, pero terminó atada a la cama para no moverse en lo que restaba de la noche. Y las horas pasaron.

Todo amaneció igual que antes. Los cuencos en el suelo, la tijera en una repisa y ambiente tétrico.

Así pasaron los meses de ahí en adelante, un martirio tras otro, hasta que Edith, así nombrada, cumplió un año de vida sin morir en el intento.



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En el texto hay: fantasia, misterios, aventura epica

Editado: 20.07.2022

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