Infierno Escarlata

Capítulo 11

Algunos chismosos corrían hacia donde la pelirroja. Lo hacían por disfrute, reían, sacaban provecho de la situación: Edith se había convertido en el bufón del baile.

Alcanzaba a ver cómo se acercaban para observarla… al parecer, nadie en ese lugar pensaba distinto a excepción de Tobías y Milosh, quienes no aparecían.

Tenía miedo de quedarse sola, de que el duque la dejara allí. Estaba preocupada, quería ver a su padre y contarle todo. Pero… ¿si Tobías no se había enterado que había asistido a la fiesta?

Debería confirmarlo por su propia cuenta.

Armada de valor, secó sus lágrimas y arregló el vestido como pudo. El rostro de Edith había cambiado drásticamente, pasando de ser uno triste a uno repleto de ira.

Encontraría a esa mujer y, por desgracia, las cosas no terminarían bien para ella.

Corrió fuera del jardín.

La cobriza pensó en lo que iba a hacer. Repitió en su cabeza palabras de aliento, que la impulsarían a actuar. Cerca de la puerta principal, decidió adentrarse… y de golpe, alguien se hizo presente entre la multitud: su padre.

—Edith, hija mía, ¿te encuentras bien? —preguntó preocupado.

Y de un impulso y sin pensarlo dos veces se abalanzó, dándole un fuerte abrazo.

No aguantaba más, debía dejar de huir y afrontar el presente: quien más quería en su vida yacía frente a él.

No le debía importar cuanta gente mirara, era su momento y el de nadie más.

—Tobías, me encuentro bien —replicó agradecida por la preocupación. Se separaron para verse mejor las caras—, no debí haber asistido a esta ceremonia… fue un absurdo berrinche.

Y en aquel momento, viéndola por encima del hombro de su padre, Edith logró visualizarla. Aquella fémina estaba enojada y aparentemente buscándola… pero Tobías se interponía, quería hablar con ella:

—No ha sido buena idea venir, ha de ser mejor que me retire.

—Niña, no te vayas —le pidió—, debemos hablar sobre muchas cosas. —Sonrió el viejo.

Se dirigieron nuevamente hacia los jardines, donde el ruido no era tan intenso.

Aquel lugar era maravilloso. Los arbustos de rosas y el fluir del agua se volvían serenos.

Las inseguridades parecían disiparse.

Caminaron por aquel laberíntico jardín para perderse mientras charlaban.

—Bueno… ¿qué necesitas decirme? —preguntó nerviosa la chica.

—Te ves bellísima, Edith… jamás pude imaginarte así —replicó con un cumplido—. Hace mucho no nos vemos, pequeña, pero logro recordarlo. Hube platicado con Aria, ¿Cómo se encuentra ella?

—Oh… bueno, como decir esto sin asustarte, Tobías —comentó en un murmullo.

—¿Qué ha sucedido? Muchacha, no me espantes. —Se alertó el sujeto.

—Para no embrollarme, hui sin que Aria lo supiera, y ella me dijo que confiaba en mí. —Agachó la mirada—. Pero jamás lo entenderías, soy yo a quien se le prohíben muchas cosas.

—¿Cómo has dicho? escapaste… —esbozó una mueca de tristeza.

—Deseaba divertirme por una vez en mi vida, ¡ser alguien normal! —le decía con impotencia—. Si mi misión es destruir a Octabious, no tendría tiempo para distracciones. Por una vez, solo una vez, me sentí libre.

¿Era egoísta de su parte? Tal vez un poco, pero necesitaba respirar por primera vez en años.

Se aferró a su progenitor. Estaba segura que era él, lo sentía.

Recordaba cuando se acuclillaba frente a ella para mirarse cara a cara, y como llevaba sus manos a los hombros para que la niña prestara suma atención. Era su padre… y podía disfrutarlo sin que nada malo sucediera.

Tobías comenzó a llorar, agradecido de vivir aquel momento junto a su pequeña.

Para ese entonces, habían retornado a la fuente de los jardines reales.

—Padre… —comentó entre sollozos—, cuanto te he extrañado. Anhelo nunca más separarnos.

No hacía falta leer la carta que Tobías le había dejado hace un tiempo. Estaba frente a él, y podían hablar de lo que sea.

—Y así será, Edith, he de asegurártelo —respondió—. Ahora… quisiera yo saber qué ha sucedido en el palacio, ¿cómo te sientes con respecto a ello?

Cuando dijo eso, recordó la humillación. Intentó contenerse, pero explotó… tenía ganas de vengarse.

—Jamás hube experimentado tal furia. Quiero enfrentar a esa mujer, no sé quién se ha creí… —Antes de que terminara, fue interrumpida por una voz que se hacía presente.

—Soy tu madre, puedo tratarte como se me plazca. Al fin y al cabo, te parí.

Nora daba grandes pasos para llegar hasta donde Edith y Tobías:

—Y con respecto a ti, padre reconciliado, te felicito, acabas de arruinar tu vida más de lo que ya estaba.

¿Su madre? ¿Había escuchado bien? El rostro de Edith cambió, no sabía explicar lo que estaba sintiendo.



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En el texto hay: fantasia, misterios, aventura epica

Editado: 20.07.2022

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