Infinidad Parte 2 — Oscuridad Sin Límites

Capítulo 5

La persona encapuchada dispuso las tres cartas en un triángulo, poniendo dos cartas frente a John y Mike, y la última frente a ella.
 —Voltéalas en el orden que prefieras, pero he de advertirte que la decisión no se te volverá a dar.
El corazón de John bombeaba más rápido de lo normal. Posó su mano derecha sobre la carta frente a la vidente y la volteó.
 —Me aburro, John tu quédate si quieres yo me largo afuera.
La vidente escuchó las palabras de Mike y chasqueo los dedos, haciendo que una puerta que estaba detrás de ella se abriera.
 —Es la salida al patio trasero.
 —Buen truco si no fuera porque existen las puertas automatizadas por sonido.
Después de que Mike se fue, la puerta volvió a cerrarse sola. Ahora estaban sólos John y la vidente, algo que hizo que John se pusiera nervioso y su cara se volviera roja, aunque no sabía porqué.
 —Sigue. Elige tus cartas de presente y futuro.
John cerró los ojos y volteó la carta de la derecha y de la izquierda.
 —Ohh... John, tu pasado es la muerte, tu presente es el loco y tu futuro es el mundo.
 —¿E-eso que significa?
 —Significa que tu presente lo puedes moldear a tu propio gusto, aunque el pasado interferirá y te quitará algunas opciones pero sigues siendo un lienzo en blanco. Además...
Antes de que pudiera continuar, un golpe vino de la espalda de John. Cuando él iba a mirar, la vidente agarró su mano.
 —No mires atrás. Cierra los ojos, y no sueltes mi mano, ahora te voy a vendar los ojos con una tela roja.
John con los ojos vendados no podía ver nada, lo único que sentía era el tacto de la piel de la vidente, suave, tersa y firme, y su aroma de lavanda.
Su corazón se aceleraba cada vez más deprisa cuando estaban sólos, pero ahora, el corazón de John estaba en su cénit. No entendía qué le ocurría.
Una puerta se abrió y la voz de la vidente le susurró en el oído.
 —Lo que te voy a dar es un amuleto y un polvo que tienes que rociar alrededor de tu casa y en tu habitación. Vete a casa, y lo siento por tus... es igual, vete...
Tras su última palabra, la puerta se cerró de golpe.
John se quitó la cinta roja y miró el suelo. Había cuatro botes llenos de polvo negro, cada bote debería de tener alrededor de un cuarto de kilo ya que sólo uno de los botes le ocupaba la mano entera.
Entre los botes, había un colgante de plata con un corazón de oro que tenía una hendidura en el centro.
John se puso el colgante debajo de la camiseta y cogió los cuatro botes entre sus brazos antes de encontrarse con Mike.

Tras dejar en el suelo su colgante y los cuatro botes, la vidente cerró la puerta y la tocó con la mano.
 —Éste universo me da mala espina...
Junto con sus palabras, la puerta se despegó de la pared y se descompuso hasta volverse polvo.
La vidente se giró y miró a las pequeñas criaturas verdes con orejas puntiagudas, ojos amarillos y dientes podridos.
Los pequeños seres la miraban desde el otro lado de la habitación. Cada vez que intentaban entrar en el círculo, sus pies estallaban en llamas y dejaban un olor podrido en el ambiente.
 —Goblins. Puñeteras ratas de las cuevas, ahora que podía estar un rato a solas con John me lo fastidian.
La vidente alzó su mano frente a ella, haciendo estallar un torrente de aire que los empujó hacia atrás y apagaba las luces.
 —Salamandra, quema mi cuerpo como pago.
Su cuerpo estalló en llamas azules, iluminando la habitación con una fantasmal luz azul antes de extenderse y llegar a los goblins que intentaban huir.
La chica rubia se dejó caer al suelo, jadeando. Introdujo su mano en uno de los bolsillos de su túnica y extrajo un bote con polvo negro. Abrió con la misma mano la tapa y lo esparció en el aire.
 —Lucifer, ven a recogerme.
Su cuerpo comenzó a ser rodeado por una pequeña brisa antes de que se dividiera en pequeñas partículas de luz y desapareciera.

Cuando John y Mike llegaron a la casa de los padres de John se encontraron con una cinta policial que les evitaba poder entrar.
 —Disculpe, ¿qué ha ocurrido?
John se acercó a un policía que estaba saliendo de su casa, ignorando la cinta policial.
 —¿Quién eres?
El policía preguntó de mala gana y miró a John.
 —Yo vivo en esta casa.
El policía miró detenidamente la cara de John, cuando lo reconoció, abrió los ojos y aviso a su capitán, que salió de la casa en unos minutos.
El capitán policial estrecho la mano de John antes de hablar.
 —Esto es un tema peliagudo... John, tú no eres sospechoso ya que no tienes móvil, pero si sabes de alguien que tuviera motivos para ello me gustaría que llames al número de la policía.
El capitán ojeo unos papeles antes de hablar.
 —Había sangre en la mayoría de las habitaciones, el cuerpo de tu madre... ehh... tenía los órganos internos expuestos y le faltaba la... ehh... la cabeza. Seguimos buscando el cuerpo de tu padre... todo lo que tenemos de él es su mano... la encontramos en el jardín trasero junto a un rastro de sangre que sigue en la valla. Supimos que era de tu padre por los análisis. Eso es todo lo que tenemos.
John tenía la cara blanca, no podía imaginar quién lo había hecho. Pero si se había dado cuenta de una cosa, la vidente le pidió perdón aunque no llegó a decir porqué, pero John supuso que iba a ser debido a esto.
 —¿Podría dormir hoy en casa?
El capitán se quedó pensativo antes de contestar.
 —Debería consultarlo, pero si ejerzo presión en mis superiores creo que te podrías quedar en esta casa, al menos hasta mañana que encuentres otra cosa.
John apretaba con fuerza la nota en su mano derecha mientras pensaba el orden en el que iba a hacer las cosas. Tenía que hacerse la maleta con las cosas más importantes, esparcir el polvo negro alrededor de la casa y en el interior de su cuarto, quemar la nota, y ver lo que había en el interior del corazón de oro.

 




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