Infinidad Parte 2 — Oscuridad Sin Límites

Capítulo 8 (V2)

John estaba sentado en la mesa, sin hablar ni escuchar, sólo miraba al vacío de la pared, pensando.
Después de que Isabel dijo que Lucy y Guilea eran hermanas y que se cambiaban por la otra algunas veces, John quedó impactado, tanto, que no sabía si debería dar su opinión sobre las cosas de las que hablaban, aunque no es que entendiera de lo que estaban hablando.
—... ¿Me has oído...?
Lucy se puso frente a John, haciéndolo reaccionar de nuevo.
—¿Me has oído antes?
—Sí, te he oído.
Lucy miró a Isabel, la cuál sonreía, y se fue por la puerta principal.
—¿Que ha pasado?
—Nada, John, sólo que se ha ido.
John volvió a mirar a la pared y sus ojos perdieron el foco.
—Entiendo...
Poco a poco, John fue cerrando los ojos hasta caer dormido profundamente.
—¿Esto es seguro? Utilizar el método de extracción sólo para averiguar su legado es un poco...
—No pasará nada Guilea, un poco de dolor a cambio de obtener el tesoro de un antepasado no es nada.
—Aún así sigo opinando que no lo hagamos. Mirar en su interior es algo delicado, al más mínimo error podría morir.
—Por eso sólo desbloquearemos los recuerdos de su alma, lo suficiente para que inconscientemente llegue al lugar donde escondió su tesoro. Guilea prepara las cosas, y yo miraré en su alma.

Tras media hora, John estaba tumbado en el suelo. Debajo de él había un círculo con una estrella de cinco puntas.
Isabel estaba sentada en el suelo, sosteniendo la cabeza de John en su regazo.
—Tienes un minuto antes de que el alma de John se rompa.
Isabel asintió y colocó sus manos en las sienes de John. Poco a poco, Isabel cerró los ojos y la luz se desvaneció.
Cuando los volvió a abrir, estaba en una tierra yerma.
El cielo era negro y en el horizonte sólo podía verse un desierto sin fin.
—¿Que Protector fue su antepasado para tener éste subconsciente?
Isabel miraba a todas partes, pero no conseguía ver nada que no fuera la arena o el desierto.
Flotando en el aire, viajó por el cielo oscuro intentado averiguar cómo desbloquear el alma de John.
Tras varios miles de kilómetros, encontró un templo semi enterrado en la arena.
Tenía pilares blancos y una gran entrada. Aunque la parte trasera del templo estaba enterrada en una montaña de arena, la parte delantera seguía intacta.
—¿Esto es lo único que hay aquí?... no... debería haber más, esta es el alma de un protector, por lo que debería de haber ciudades llenas de vida y no un único templo.
Isabel se acercó cada vez más al templo. Cuando llegó frente a la entrada del templo, una corriente de aire frío brotó de él.

El interior del templo estaba cubierto de polvo. Los cuadros repartidos por todo el interior eran los únicos objetos limpios.
Había un cuadro con un gran dragón dorado destruyendo una ciudad con su aliento, otro cuadro mostraba a un hombre en medio de una ciudad ardiendo... Pero de todos esos cuadros, el que llamaba la atención de Isabel, era el que estaba en el extremo interior de la sala.
Un caballero con armadura negra al que le habían añadido dos alas que atravesaban la armadura, junto a una cola y unos cuernos.
—¿Podría ser un demonio? No, un protector nunca tendría un alma demoníaca.
Isabel levantó el cuadro, revelando unas escaleras que se introducían en la tierra. Tras crear una bola de fuego en su mano para iluminar el camino, bajó las escaleras poco a poco.
Al llegar al fondo, un miedo profundo e instintivo hizo que empezara a temblar cuando miró frente a ella.
—¿Q... qué eres? Los... los d-dragones murieron.

Guilea contaba los segundos del reloj. Sólo había pasado medio minuto... luego cuarenta segundos... cuarenta y cinco... cincuenta...
Guilea separó las manos de Isabel de la sien de John rápidamente. Al hacerlo, Isabel se desmayó.
Tras cinco horas, Isabel logró despertarse de nuevo.
—¿Y bien? ¿Has liberado los recuerdos?
Lucy preguntó sentada en una silla del comedor. Isabel estaba tumbada en el sofá, Guilea estaba sentada a su lado, y John seguía durmiendo en su habitación.
—No... y lo mejor será que no lo hagamos, su legado podría ser demasiado para que lo controlara.
Lucy cruzó los brazos y se levantó.
—¿Qué quieres decir abuela? ¿Que después de vigilar a un crío que no sabe ni cómo se da un golpe durante un año, dices que lo mejor es no hacerlo? Creía que nuestro objetivo, abuela, era conseguir más protectores en esta ciudad para matar a Sundrac y tener unos meses más de paz antes de que aparezca el siguiente monstruo.
Isabel recordó los planes que había hecho con Lucy, crear más protectores y que ellos los ayudaran a matar a Sundrac. Una vez que lo eliminaran, se quedarían con las reliquias de los protectores fallecidos para tener más poder.
Guilea no sabía nada de ello. La habían excluido, ya que ella poseía un poder nato que desaparecería una vez que ella muriera, por lo que les servía más estando viva.
—Dices eso porque no has visto lo mismo que yo.
Isabel estaba seria y tranquila, pero en sus ojos se podía ver que había un profundo miedo.
—¿Y que has visto? ¿El rostro de Dios? ¿Acaso era Thor o Shiva?
Isabel negó con la cabeza.
—No... su alma... en su alma sólo hay un desierto sin fín... pero, en algún lugar hay un templo casi enterrado por la arena. En su interior hay cuadros... especiales... en ellos hay monstruos.
Lucy se acercó a Isabel y la miró a los ojos.
—Oye, vieja decrépita, será mejor que no mientas.
—Aniquilación... tras el cuadro del hombre con armadura había un túnel hacia abajo, así que lo seguí... pero no era humano... esa cosa no era humana... ni siquiera sé si debería llamarlo monstruo o un dragón.
Isabel lloraba mientras recordaba al ser que estaba encadenado al final del túnel.
—¿Quieres decir que el inútil tiene un alma de aniquilación?
Isabel asintió con la cabeza mientras Guilea apretaba los puños y fijaba su atención en Lucy desde que lo llamó "inútil".




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