John, el chico con el que todos en el instituto se metían, el chico débil y tímido, poseía un alma de aniquilación.
Isabel miró la puerta de la habitación de John con ojos temblorosos.
—Hay... hay que matarlo antes de que se vuelva peligroso... hay que eliminarlo antes de la siguiente noche o podría volverse como él.
Isabel volvió su mirada a Lucy. Mientras que Isabel mostraba cómo era realmente, Lucy se mantuvo fría e indiferente.
—¿Quién es "él"? ¿A quién te refieres?
Guilea preguntó con voz fría mientras miraba a ambas y se mantenía en la silla, interiormente estaba muy felíz.
—Ni tú, ni tu hermana Lucy lo habéis visto. Ese hombre no es un protector cómo nosotras, ese hombre destruye todo lo que está frente a él, ya sea oscuridad, protector o humano. Algunos lo llaman el Rey Sangriento. Por eso...
—¿Hay que matarlo...?
Guilea terminó lo que Isabel iba a decir.
—Estás muy rara hermanita. ¿Qué te ocurre?
Guilea se puso de pie y golpeó la mesa con sus manos. Miró a Lucy y a Isabel con ira.
—¿Por que queréis matarlo? ¿Acaso es porque no podréis usarlo contra Sundrac? ¿O es porque su legado es algo que no podéis obtener?
Isabel se congeló al escuchar las preguntas de Guilea, Lucy en cambio, se mantuvo rígida.
—¿Como has...?
—Mi legado, "abuela", no es controlar la naturaleza. Mi legado es pedir prestada la fuerza de la naturaleza, conectarme con la madre tierra o los elementos. Con sólo pedirle a los espíritus de la tierra que os siguieran fue suficiente para descubrirlo todo.
Isabel miró a Guilea sin poder decir nada, y Lucy, que seguía con sus ojos fríos mirando a Guilea, le respondió.
—Pero hay algo que no entiendo, ¿por qué John? ¿Qué es lo que hace especial a ese bueno para nada?
Lucy sonrió mientras agarraba a Isabel del brazo y la obligaba a levantarse. Cuando se levantó, Isabel apartó a Lucy y miró a Guilea con sus ojos dorados.
—Quién sabe... de todas formas, sin nuestra ayuda, John no podrá sobrevivir esta noche. En doce horas no podrá encontrar su legado, y mucho menos aprender a controlarlo ya que es imposible controlar "eso" en su interior. Con un poco de suerte, su alma de aniquilación atraerá a los monstruos de esta noche y morirá. Tú eres mi nieta Guilea y vendrás conmigo.
De manera casi instantánea, Isabel estaba al lado de Guilea agarrando su brazo y tirando de ella.
—Tendrás que obligarme, vieja bruja.
Isabel sonrió y miró a Lucy.
—Lucy, querida, vete, tu hermana tiene que aprender la lección de que no debe desobedecer mis órdenes, nunca.
Antes de que pudiera decir algo, Isabel le pegó una bofetada a Guilea, antes de repetir el proceso envolviendo sus manos en llamas cada vez más calientes y atando su cuerpo en hilos de llamas.
«John, ven como la última vez... por mí... por favor...»
Guilea pedía en su mente para que apareciera John. Cuando una de sus lágrimas se deslizó por su mejilla y llegó al suelo dónde el día anterior había muerto la madre de John.
En ese momento, Isabel se detuvo y comenzó a temblar.
Isabel, la gran bruja roja, estaba temblando.
Lucy y Guilea no lo notaban en ese instante, pero Isabel era más experimentada y sentía el peligro de forma sensible. Lo que ella sentía era el terror de un ser sin forma que podría aplastarla sin piedad en un momento, un ser que incluso sin estar presente inducía el terror en todos los seres.
Isabel miró a la puerta de la habitación de John, de ella emanaba un aura negra. Soltó a Guilea y se fue a la entrada principal junto a Lucy.
—Recuerda este día Guilea, porque es el día que dejaste de ser mi familia. Todos irán a por ti ahora que saben que no estás bajo mi protección.
Guilea estaba sentada en el suelo, mirando la habitación de John.
—¿Y que sentido tiene... estar bajo la protección de una persona que no es mejor que un asesino?
Isabel sonrió y miró la puerta de John antes de contestar.
—Ya veremos quién es peor, si yo, la gran bruja roja que ha vivido por más de doscientos años, o el monstruo que está durmiendo en la habitación.
Tras marcharse, Guilea se levantó y fue a la habitación de John. Se acercó a la cama y abrazó el cuerpo de John, que dormía plácidamente, mientras sonreía con las mejillas rojas.
—Inconscientemente... eres igual...
Cuando despertó John eran las cuatro de la tarde. Al salir de su habitación ni Isabel ni Lucy estaban en la casa, sólo estaban él y Guilea.
Guilea había preparado la comida para ambos. Aunque no miraba a John, el se fijó en que sus ojos estaban rojos y había quemaduras leves en su cuello y mejillas.
—¿Ha pasado algo?
—Depende de lo que entiendas por "algo".
Guilea respondió casi al instante, haciendo que John dejara de comer y la mirara continuamente.
—¿Estás bien?
Esa pregunta de John fue suficiente para que Guilea empezara a llorar, haciendo que John se acercara a ella y la abrazara. Aunque John no sabía lo que le había ocurrido, llegó a la conclusión de que su abuela Isabel y su hermana Lucy la habían abandonado con él.
En realidad, las lágrimas de Guilea eran de felicidad, nunca había podido estar con John tanto tiempo continuamente desde hace mucho, la existencia de Isabel y Lucy era lo de menos, ya que de su parte estaban dos seres muy superiores a ellas dos.
—Deja de llorar ya, ¿vale? No ocurrirá nada malo, si tu abuela y tu hermana no están no hace ninguna diferencia en lo que pueda ocurrir.
John limpió las lágrimas de Guilea con su mano suavemente. En ese momento, Guilea se abalanzó sobre él y juntó los labios de ambos, envolviéndose en un húmedo beso que duró unos segundos antes de que el timbre de la puerta comenzara a sonar, haciendo que John con la cara roja fuera a abrir.
«Al menos... estoy con él...»
Guilea miraba por la ventana mientras que en su mente pensaba cómo hacer las cosas para que John se volviera más fuerte.