Infinidad Parte 2 — Oscuridad Sin Límites

Capítulo 11

John estaba confundido. No entendía lo que Guilea le explicó sobre convertirse en un "monstruo", volverse loco o morir.
 —¿Qué es un monstruo?
Guilea lo miró con tristeza antes de hablar.
 —John, según lo que Isabel vio en tu alma, el mundo desértico con el templo hundido en la arena y lo que estaba en su interior, es una prueba de que tu antepasado era un monstruo muy especial.
 —¿Pero qué es?
Guilea miró al cielo y sus manos temblaron.
 —Ese monstruo es... un ser que no debe existir. Hace eones, ese monstruo tenía el poder de un ejército, podía desafiar países y otras veces podía ser capaz de destruir continentes el solo, eso es lo que es tu antepasado. Aunque destruía todo lo que se encontraba, fue él quien mató a siete monstruos nacidos de la oscuridad más profunda y Dios le concedió dos deseos, uno por destruir la oscuridad y otro por las vidas que salvó.
 —¿Qué deseó?
Guilea sonrió.
 —Su primer deseo lo usó para eliminar un ser que iba tras él. Pero cuando fue a pedir el segundo deseo, un hombre que se llamaba Omega, lo mató y deseó que Dios creara a Sundrac, un dragón dorado gigante. Por lo que tras su deseo, se creó ese monstruo.
Tras decir eso, Guilea siguió pensando en Omega y el nivel que había alcanzado para matar a "ese" monstruo. Aunque si "él" hubiera estado con la guardia levantada, Omega sería ahora mismo cenizas.
John se rascó la cabeza y se levantó del suelo.
 —Sigo sin entenderlo, pero vamos adentro ya. Quiero quitarme los nervios de encima.
Guilea vio a John caminar hacia su casa y después miró el cielo.
 —¿Qué clase de paradoja creé para que el primer asesino sea su padre?

Guilea y John entraron en la casa. Sus padres no estaban, por lo que tendrían que hacer las cosas rápido.
John abrió con sus llaves la puerta del sótano y bajaron las escaleras después de cerrar la puerta por dentro.
Cuando llegaron al sótano tras bajar las escaleras, frente a ellos había una puerta negra que flotaba en medio de la habitación.
La puerta tenía varias cadenas a su alrededor. John se acercó a la puerta detrás de Guilea, y ambos vieron que en ella estaban talladas varias imágenes.
Un hombre y una mujer en un jardín, un ser con dos cuernos y dos alas sentado en un trono, un hombre en medio de una guerra, un dragón sobrevolando una ciudad, una legión de hombres con alas... pero lo que más le llamó la atención a John, fue el caballero con alas, cuernos y cola que estaba en el centro de la puerta.
 —Abre la puerta John.
John acercó la mano a la puerta oscura. Al hacerlo, las cadenas estallaron y la puerta se rompió, envolviendo a Guilea y a John en una luz gris.

Cuando John se despertó, vio a Guilea sentada en el suelo frente a un hombre en una armadura completa de color negro.
Al mirar a su alrededor, vio que el suelo reflejaba lo que estaba sobre él como un espejo, y un cielo azul se alzaba hasta donde alcanzaba la vista.
 —¿Dónde estamos?
 —Ven.
Al oír la voz, John sintió nostalgia. Sabía que la voz provenía del hombre con armadura, ya que se lo había indicado con la mano, pero pensó por un momento que la voz era de su abuelo que murió hace años, o de su tío que sufrió de cáncer terminal.
Guilea en cambio, miraba al suelo y pensaba. Ni siquiera tenía los ojos abiertos.
 —¿Quién eres?
 —Si no lo sabes a estas alturas, eso sólo me hace suponer que eres tonto, o que esta mujer sólo quiere hacerte un hijo.
Tras sus palabras, tanto John como Guilea lo miraron con la cara colorada.
 —¿Q-q-qué estás diciendo? Y-y-o le he explicado t-t-todo.
Al responder Guilea, el caballero se puso a reír.
 —No esperaba tener este efecto después de casi diez mil millones de... ¿o han sido cien mil millones de años?
El caballero tosió y enderezó su postura.
 —Mi nombre es Pyhryus. En mi época fui el primer protector de la vida, así como la criatura viva más fuerte de la existencia. Ahora dime, ¿quién eres, mi descendiente?
John se quedó en blanco al escuchar las palabras de Pyhryus. Se había preparado mentalmente para morir en el intento, pero nunca esperó que su antepasado hablara de su pasado y mucho menos, le hiciera esa pregunta.
 —Yo soy John. Desde pequeño se meten conmigo, y... ehh... pienso que todo el mundo tiene derecho a vivir.
Cuando terminó de hablar, Pyhryus se acercó a él y le golpeó la cara.
 —Eres débil, no tienes determinación. Eres una deshonra para la familia. ¿Dónde está tu voluntad? Dices creer que todo el mundo tiene derecho a vivir, ¿cuando aparezca Ra qué puñetas harás? ¡Seguro que detrás de mi hija esperando que te defienda! 
Entonces Guilea se acercó a Pyhryus y le habló.
 —¿Quieres decir que el Dios Ra es un monstruo de pura oscuridad?
 —Correcto. Pelee con él por seis días y seis noches, en la mañana del séptimo día, le atravesé el cuello con mis garras.
 —¿Entonces por qué siempre ha aparecido Sundrac?
 —¿Sundrac? ¿Quién es ése? ¿El que hizo el deseo?
Guilea no pudo entender a Pyhryus, al principio creía que estaba loco, pero ahora empezaba a entender que había perdido una gran parte de sus recuerdos por no decir todos.
 —Sundrac... no me acuerdo de nada... sólo recuerdo a ese puñetero humano que me atravesó con esa espada negra... Si pudiera... ¡Si pudiera...! Ese humano se acordaría de mí... ¡durante el resto de su asquerosa vida mundana!




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