Infinidad Parte 2 — Oscuridad Sin Límites

Capítulo 12

Omega asesinó a Pyhryus antes de que pudiera pedir su segundo deseo.
 —Ya que Dios no impuso reglas, ese humano podía matarme una vez que se asegurara de que no tendría que soportarme en el futuro.
John se levantó del suelo, sangrando por la nariz y la boca.
 —¿Y por qué me incumbe esto?
Guilea miró a Pyhryus y a John, recordó la puerta oscura y los cuadros.
 —Pyhryus, ¿eliminaste a la criatura que te perseguía?
 —Claro que lo hice, para ser más exactos , lo hizo el Dios Cristiano... ese vejestorio todopoderoso que no se mete en ningún asunto... cuando llegue al paraíso le voy a recordar quién soy.
Guilea sacó su diario y comenzó a escribir.
 —Pero entonces... Pyhryus, si Dios eliminó a esa cosa, eso quiere decir que...
Pyhryus miró a Guilea por un momento antes de volver a mirar a John.
 —Tienes veinte horas para salir de esta dimensión en miniatura, si lo logras te daré mi cuerpo.
John miró a Pyhryus y a Guilea antes de empezar a correr hacia el horizonte.
 —Bien, ya se ha ido... ¿quién eres realmente?
 —Soy humana, o al menos lo era. Si tuviera que definirme diría que soy una especie de representante.
 —¿Representante? No digas tonterías mocosa, tu alma está más allá de lo que puede vivir un dios.
Pyhryus detuvo su mano frente a él. Garras negras empezaron a crecer rompiendo a través del acero negro de sus guanteletes. Tras rasgar el aire, se mostró a Isabel, a Guilea y a Lucy en el comedor.
 —¿Ésa mocosa humana con pellejos acaba de amenazarme? Inténtalo...
Los ojos de Pyhryus se iluminaron en un color morado claro mientras miraba a Isabel.
 —¿Fue tu aura lo que sentí? ¿No era de John?
 —Escucha mocosa, puedo ser viejo pero no soy tonto. Has usado magia temporal, si los dioses se enteraran de que tienes el poder de Cronos, te encerrarían en el infierno.
Guilea tragó saliva.
 —Sería mejor que no me viera Cronos, hace algún tiempo tuvimos una "pequeña" disputa.
Pyhryus asintió.
 —No recuerdo que Cronos luchara contra una mocosa humana, así que eres de otra línea temporal.
 —No lo niego, pero si te diré que hace mucho tiempo hablamos. En otro universo, antes de que cierto ser creara las paradojas.
Pyhryus asintió.
 —Entonces deberías estar muerta desde hace eones.
 —Lo estuve, pero John me salvó.
 —Entonces deberías saber quién soy yo, ¿verdad?
 —Tú eres lo mismo que yo, un representante.
Pyhryus miró a Guilea.
 —Así que te refieres a éso con "representante"... ¿Qué Pilar te designó?
Guilea lo miró y sonrió pesadamente.
 —Ninguno... no te acuerdas de lo que ocurrió.
 —No, por eso te pregunto. Ni siquiera me acuerdo cuál es mi función como representante.
Guilea se quedó mirando a Pyhryus mientras pensaba que las cosas estaban siguiendo un camino muy malo.
Pero al contrario de lo que pensaba Guilea, no podía imaginarse que el futuro iba a ser mucho peor de lo que esperaba.

John corría sin parar hasta que se quedaba sin aliento y descansaba, entonces recordaba que para tener su legado tenía que salir de allí por sus propios medios.
«¿Por qué lo haces? No vas a conseguir nada a cambio, y una vez que Guilea se vaya volverás a ser el idiota del instituto.»
John no paraba de tener ese tipo de pensamientos desde que empezó a correr.
«Cuesta creer que el inútil pueda ayudar a una mujer en problemas cuando no puede ni solucionar los suyos.»
«Siempre tienes que estar ocultándote detrás de Mike.»
John se arrodilló y se tapó los oídos. Había recorrido una distancia tan larga, que Pyhryus y Guilea no se podían ver. Sólo se podía ver el horizonte azul reflejado en el suelo.
 —Tal vez... morir aquí es lo mejor...
En ese momento, John recordó a Lucy y a Guilea.
 —No... tengo que hablar las cosas con Guilea... y tengo que decirle a Lucy que me gusta aunque después Fred me rompa los huesos. Espera... ¿de qué tengo que hablar con Guilea?
John se levantó. De sus oídos y nariz brotaban pequeños torrentes de sangre que caían al suelo y formaban ondas antes de teñirlo de rojo.
Cada paso que John daba, más voces escuchaba en su mente. Había llegado al punto en el que no diferenciaba si los espejismos que aparecían ante él eran ilusiones o realidad.
Tras dar un paso más, se derrumbó y se desmayó.

 —Llegó a su límite, al menos de momento. Aunque está bastante bien, nada menos que siete mil kilómetros en ocho días.
Pyhryus asintió desde el interior de una cueva.
Tras decirle a Guilea que se fuera, la prueba real de John comenzó.
John tenía que llegar a la parte más profunda de su alma. En el camino experimentaría el poder de un dios. Aunque no estaba más que comenzando la prueba de la mente ya estaba agotado.
Pyhryus no dejaría que le ocurriera nada peligroso, pero si que dejaría que John experimentara los poderes de un dios siendo un mortal.
 —Con suerte mi sucesor será más fuerte que yo. Aunque no sé que consecuencias tendrá esto, lo bueno será que tendré un sucesor, y aparte de que molestará a esos dioses idiotas.
Pyhryus se estiró y miró a John empezar desde el principio.




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