Infinidad Parte 2 — Oscuridad Sin Límites

Capítulo 13 (V2)

John no recordaba por cuánto tiempo había estado corriendo. Sólo sabía que el patrón se repetía una y otra vez, se despertaba, corría y las voces en su mente comenzaban a gritarle hasta que se desmayaba.
—Cabrón... ese viejo... es un cabrón...
Lo único que podía hacer era insultar a Pyhryus cada vez que paraba para respirar.
John no se daba cuenta debido a la confusión que tenía al estar en un lugar donde no había noche, pero ya era capaz de correr en una hora más de treinta kilómetros.
«Siempre serás el mismo John para todos, siempre serás el maniquí de entrenamiento de Fred.»
—Callaos ya... tengo sed... ¿cuántas horas me quedarán de las veinte?... puto psicópata... es imposible salir de aquí en tan poco tiempo...
John empezaba a delirar. No había comido ni bebido nada desde que atravesó la puerta negra, y la última vez que habló con alguien fue con Pyhryus y Guilea.
En el exterior habían pasado un par de minutos, pero para John, habían sido un total de cuatro meses.
Aunque no sentía hambre o sed en realidad, se debía al hecho de que su consciente estaba acostumbrado a comer, dormir, beber, relacionarse, estudiar... ahora que estaba privado de ello por tanto tiempo, empezaba a entender lo importante que era hacer esas pequeñas cosas.
John se derrumbó en el suelo y empezó a jadear.
—Hay que atesorar... cada cosa... por pequeño... que sea...
Levantó el brazo y tapó con la mano el sol que iluminaba en el cielo. Cerró el puño y se levantó.
Su cara estaba cubierta de su sangre. John miró el horizonte, su cara se endureció y corrió.

Pyhryus miraba a John y asintió con la cabeza.
<Esa es la actitud que debes tener. Ahora sí que aparentas ser mi descendiente. ¡JAJAJAJA!>
Pyhryus estaba complacido por la actitud de John.
Aunque se había desmayado y Pyhryus lo transportó al principio, no se había rendido y sólo había corrido hacia adelante, deteniéndose sólo para respirar.
<Vamos John, te quedan sólo un par de kilómetros más y llegarás al límite de tu conciencia superior.>
Pyhryus siguió mirando a John, que estaba siendo atormentado por las voces en su mente, y caminaba paso a paso, soportando un dolor inimaginable.

John sentía que su cabeza iba a explotar. Cuánto más avanzaba, las voces gritaban más fuerte y eran más numerosas.
Se agarraba la cabeza con una mano mientras que la otra estaba frente a él.
—Sólo... un... poco...
La sangre empezó a brotar no sólo de la nariz y las orejas, también de los ojos y la boca.
Dio un paso más, podía sentir en la punta de sus dedos una sensación extraña.
Le tomó cinco minutos que su palma tocara una pared hecha de viento.
Al sentir el aire en su mano después de tanto tiempo, no pudo aguantar más y se desplomó sobre el viento.
Sin que John se diera cuenta, el cielo azul despejado y el suelo que reflejaba lo que se encontraba sobre él cambió. En unos segundos, el cielo se volvió borroso y lleno de nubes, mientras que la arena y las dunas estaban por todas partes.

En la cueva del templo, Pyhryus no paraba de andar hacia los extremos, sintiendo angustia.
<Debería ser capaz de llegar aquí... creo...>
Entonces Pyhryus recordó la segunda parte de la prueba.
<Mierda... se me olvidó decirle que peleara... ¿Qué hago? ¿Voy y se lo digo? ¿O dejo las cosas como están? Debería...>
Pyhryus dejó de divagar y miró detrás suya. Un hombre desnudo con ocho alas doradas y pelo rubio lo miraba con cara seria.
—No deberías tener tantos problemas Pyhryus. ¿Te digo yo los míos? Estar encerrado en el cuerpo de...
<¡Me importa una soberana mierda tus problemas, Lucifer! ¡Papi fue indulgente contigo, pero yo soy un dragón y ya te maté una vez! ¡¿Acaso tengo que recordarte cuánto me duraste?!>
Lucifer se metió los dedos en sus orejas y se los rascó. Después su cara mostró una sonrisa macabra y sus ojos se volvieron negros.
—Pyhryus, ¿sabias que si hubiera querido, John habría muerto hace años?
<Hazlo, y te convertiré en un pollo a la brasa.>
La ranura para los ojos del yelmo de Pyhryus empezó a irradiar un color rojo cada vez más intenso.
—¿Crees que un semidiós que ha sido olvidado, ha perdido su cuerpo y sólo tiene la mitad de su fuerza original, es alguien a quien yo, el gran Lucifer, deba temer?
Pyhryus se acercó a Lucifer.
<¿Entonces... dices... que no tienes miedo... de mí?>
El brillo rojo se hizo más intenso, mientras que las manos de Lucifer empezaban a temblar.
<Vete ahora antes de que pierda la paciencia.>
Lucifer sonrió mientras desaparecía lentamente.
—Al menos he comprobado que mi maldición te sigue afectando lagarto negro.
Pyhryus golpeó la pared lleno de ira.
<Tendría que haberlo asado...>
Pyhryus se dejó caer en el suelo. Hizo desaparecer sus guanteletes y miró sus manos. Sus escamas estaban agrietadas y se despegaban de su piel, mostrando una piel blanca y arrugada.
<El viejo Anubis tuvo suerte de que lo aceptaran como dios siendo un kobold, yo no tuve suerte con los egipcios, ni con los sumerios, ni los vikingos, con ninguno... si al menos hubieran creído en mí como hicieron con algunos monstruos no estaría aquí.>
Pyhryus volvió a crear unos guanteletes alrededor de sus manos. Suspiró y miró a los cuadros antes de mirar el suyo.
<Aunque... no está mal del todo tener un sucesor...>
Pyhryus tocó su silueta en el cuadro. Suspiró y se introdujo por el agujero de la pared.
<Estaría bien poder vivir un poco más, al menos... lo suficiente para saber qué deseará John... aunque dudo que viva mucho más... Ahora que ya no molesta el egocéntrico del infierno, le prepararé a John y a Guilea un regalo de despedida.>
Pyhryus hizo desvanecer su armadura, mostrando su verdadera forma, y se arrancó sus escamas formando pequeñas hileras de sangre de todo su cuerpo.
Dejó escapar un leve gruñido antes de que llamas blancas salieran de sus fauces y bañaran las escamas. Poco a poco, las escamas se fundieron y tomaron la forma de una pulsera.




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