Isabel miraba con temor al hombre frente a ella.
El hombre vestía una armadura blanca sin casco, dejando ver sus ojos azules y su cabello castaño, estaba sentado en un trono hecho de oro.
Algunos lo llamaban "el hombre más fuerte del mundo", mientras que los protectores lo llamaban por su legado, "Pendragon". Aunque él prefería llamarse a sí mismo como la "esperanza de la humanidad".
—Isabel, ¿qué debo suponer de tu petición?
Isabel temblaba mientras que los hombres y mujeres en túnicas blancas la miraban.
—Y-yo sólo he escrito lo que observé en el interior de esa alma.
—Que tenga un alma de aniquilación no es suficiente para volverse un monstruo. Debe superar la prueba de su antepasado.
Isabel miró detrás de ella, Lucy tenía los brazos cruzados, negando con la cabeza.
—P-pero es peligroso... su antepasado no era algo normal...
El hombre miró a Isabel con una sonrisa.
—¿Por esa razón quieres que lo mate? ¿Porque tú crees que es peligroso?
—No se refiere a eso.
Lucy alzó la voz y miró con indiferencia al hombre.
—Entonces, Lucy ¿A qué se refiere?
—Es posible que tenga un alma de aniquilación, pero lo importante es lo que había dentro de su alma.
El hombre tiró el informe y se apoyó en el trono.
—¿Entonces qué es lo que había dentro?
Isabel respiró hondo y miró al hombre.
—Había un desierto, me atrevería a decir que casi infinito, y enterrado en la arena había un templo. Cuando entré había ocho cuadros en los que estaban pintados los antiguos monstruos nacidos de pura oscuridad.
El hombre siguió sonriendo.
—¿Y el octavo cuadro?
—El octavo cuadro era el único que no representaba ningún monstruo. Estaba pintado un hombre con armadura negra con alas, cuernos y cola.
El hombre se transportó frente a Isabel y la miró con seriedad.
—Sigue.
—Cuando me fijé había una puerta con una escalera que descendía, entonces lo miré...
—¿El qué?
Isabel lo miró con lágrimas en los ojos.
—No me haga recordarlo, por favor, lord Arthur.
Arthur agarró a Isabel del cuello y la tiró varios metros de distancia.
—Dilo
—Un... ser negro... pero... pero cuando utilicé magia de fuego... me di cuenta de que era el mismo caballero que el del cuadro... al mirarlo, el cambió a un dragón celeste pero... sentía que él me miraba a mí y no al revés... entonces mi intuición me advirtió y... y... sentí miedo.
Arthur miró a Isabel con una sonrisa cínica.
—No existen los dragones celestes. Existieron los dragones elementales, los plateados y un único dragón dorado. ¿Entiendes, Isabel? Sin contar el hecho de que es imposible que ese supuesto dragón tuyo te mirara.
Isabel temblaba en el suelo mientras recordaba a Pyhryus en su verdadera forma.
Una mujer en túnica negra se acercó a Arthur.
—Los ancianos han ubicado la siguiente aparición de Sundrac en el oeste. A 190 kilómetros de distancia desde esta posición.
Arthur miró a Isabel mientras contestaba.
—Bien... que los protectores que posean los elementos de fuego y agua vayan allí. Decidle a los generales del ejército dónde aparecerá Sundrac y que envíen una armada de diez mil personas.
Lucy se rió en voz baja y miró a Arthur.
—¿De verdad crees que puedes derrotar a un dragón?
Arthur alzó la mano y apareció una espada dorada con un mango rojo cubierto de piedras preciosas.
—Soy el descendiente del legendario Rey Arturo ¿entiendes Lucy? Yo tengo sangre noble y poseo la legendaria espada Excálibur, un dragón no es nada comparado con mi poder.
Lucy sonrió con sus ojos vacíos mirando la espada.
—Me pregunto ¿quién será más fuerte? ¿Tú con tu Excálibur, o un dragón?
Arthur se rió y clavó su mirada en Lucy.
—Está claro que yo.
—Eso es porque piensas que es un dragón normal.
Arthur se fue, ignorando a Lucy y dejando a Isabel en el suelo.
—Los únicos seres que tendrían ese impacto en un humano... podría ser... ¿un dios?
Lucy hizo que Isabel se desmayara y sonrió mientras pensaba.
—Si es así... podría cultivar a John hasta que le pueda quitar su poder... aunque no existen los dioses terrenales, la mayoría residen en el cielo. ¿Entonces qué es?
Arthur miró la tierra desde el avión con arrogancia.
—¿Yo, el gran descendiente del Rey Arturo, más débil que un dragón?
Desde que obtuvo la excálibur, la sección de la iglesia que tenía conocimiento de los monstruos nacidos de la oscuridad pura, le otorgó los privilegios de utilizar sus fondos.
En el ejército, cuando un soldado llegaba al rango de general les hacían saber sobre los monstruos, por lo que aunque no tuvieran legado, apoyaban a los protectores con todo lo que podían. Cuando los generales vieron a Arthur con excálibur, le otorgaron el rango de capitán.
Arthur tenía el apoyo de la iglesia y del ejército, haciendo crecer aún más su ego.
Entre los protectores, Arthur era uno de los más poderosos. Excálibur era capaz de cortar a través de casi cualquier material conocido y con su fuerza podía levantar varias toneladas.
Arthur sacó la foto de John con otro informe.
—Tengo curiosidad... ¿qué clase de legado tendrás, plebeyo?
Arthur leyó lo que estaba escrito. Se juntaba sólo con Mike un campeón local de muay thai, se deja maltratar por estudiantes del instituto...
Pronto, Arthur llegó a unas líneas rojas escritas en mayúscula.
—Nunca se ha puesto enfermo, su madre ha muerto por causa desconocida, su padre está desaparecido, y... ¡¿qué?!
Las últimas dos líneas impactaron a Arthur.
—¿Amado por la naturaleza...?
Según lo que había escrito, cuando John era pequeño le gustaba perderse por el bosque y regresar lleno de barro. Una noche que no regresó, la policía hizo una redada en el bosque, sólo para encontrarlo siendo alimentado con carne cruda de un conejo por una manada de lobos, cuando un policía intento coger a John, el lobo alfa lo amenazó.
El policía que intentó coger a John era el primo de un protector, por lo que la información era de fiar.
—¿Que demonios tiene de legado?
Arthur leyó la última línea roja.
«Por más que lo intentamos dormir usando el legado de tres protectores, no pudimos dormirlo. Cuando lo comenzamos a intentar, todos los animales alrededor comenzaron a mirarnos.»
Arthur no podía imaginar que esa información era de varios días antes de que John se encontrara con Guilea y tomara la prueba de Pyhryus.
—De todas formas, quedan trece horas para que aparezca Sundrac... ¿cómo se ha podido retrasar un día? Debería de haber aparecido ayer y no esperar a hoy.