John se despertó poco a poco. Cuando abrió los ojos, distintos focos apuntaban hacia él obligándolo a cerrar levemente sus párpados.
Al intentar hablar, se dio cuenta de que en sus mandíbulas había una placa de hierro con diversas cadenas, y sus extremidades estaban en el interior de una especie de cilindros de metal con cadenas que lo unían al techo y al suelo.
En algún sitio delante de él se abrió una puerta, gracias a que no tenía los oídos tapados pudo escuchar el crujido del metal y el chirrido de unos grilletes, por lo que supuso que era una puerta de metal.
John escuchó pasos que se detuvieron frente a él gracias al silencio que había. La persona estaba escribiendo cosas en un papel con un bolígrafo.
—¿Como estás hoy? ¿Hoy no vas a intentar forzar tu liberación, verdad?
Una voz de hombre, aunque John no podía asegurarse de su género por su visión, sus oídos se lo aseguraban.
—Visto que estás hoy más tranquilo que los últimos dos días, daré el visto bueno para que puedas hablar.
Tras unos segundos, la maquinaria empezó a chirriar y la placa metálica se separó de la boca de John, entonces sintió que esa placa metálica no solo le tapaba la boca, estaba hecha a medida para que le bloqueara desde el cuello hasta la nariz.
John se mantuvo tranquilo, no sabía quiénes eran los que lo vigilaban, pero la persona frente a él estaba respaldada.
—Ahora comenzaremos las preguntas. ¿Cuál es tu nombre?
—John.
El hombre volvió a escribir antes de volver a hablar.
—¿Cómo se llama el antepasado que te entregó sus poderes?
—Un viejo psicótico que se llama Pyhryus... me hizo correr no sé cuánto tiempo, atravesar un desierto y matar a unos bichos raros...
Tras unos segundos, el hombre habló.
—Ahora la última pregunta. ¿Recuerdas al dragón humanoide que mató a Sundrac?
John se quedó pensativo, todo lo que recordaba de esa noche fue el dolor en su pecho antes de perder la conciencia.
—No. A decir verdad, yo me desmayé cuando me empezó a doler el pecho.
El hombre escribió durante más tiempo, al terminar, dio un chasquido en sus dedos, liberando a John y apagando los focos, siendo reemplazados por luces en el techo.
Al apagarse los focos, John vio donde se encontraba. Era un sitio con diversas tuberías en el techo, había cámaras de vigilancia en los extremos de la habitación, y tanto el suelo como las paredes estaban forradas con placas metálicas.
—¿Dónde estoy?
El hombre, que no era mas que un científico, dejó a John en la habitación sin contestarle. Aunque a John no le importó, ya que se estiró y todos sus huesos comenzaron a crujir, a los pocos minutos, un hombre con traje militar apareció por la puerta.
—¡Ponte esto ya! ¡El servicio militar te espera!
Tras unos gritos, le lanzó a John un uniforme militar y una botas negras.
—Yo no me he alistado al ejército, creo que se ha confundido.
—¡Todas las personas que tengan poderes entran al servicio militar obligatorio!
John miró las ropas militares, las cogió, y sirviéndose de sus manos las rompió frente al hombre.
—Tú lo has dicho, es obligatorio, por lo que tendrás que obligarme.
Sin darse cuenta, los ojos de John cambiaron a sus ojos rojos de dragón, haciendo que el hombre militar antes serio, mirara a John con el rostro pálido.
—E-E-Es una orden s-s-soldado.
John se acercó a él, y le mostró una sonrisa un poco siniestra.
Fuera de la habitación, el científico que le hizo las preguntas a John estaba con Arthur.
—Verá señor, el paciente no recuerda nada, y dada su condición actual podría volverse inestable si le obligan a ejercer de militar.
—¿Quién a dicho que será militar? Sólo estará vigilado hasta que se averigüe una forma de controlar su legado. Es demasiado peligroso dejarlo con él.
Unas grandes explosiones comenzaron a reverberar en el pasillo, y la puerta metálica tras la cual estaba John, comenzó a abollarse. Tras cinco abolladuras se hizo un agujero en la puerta y salió la cabeza del militar sangrando por todos sus orificios y con la cara hinchada.
—Se... señor... a... ayu... ayuda...
Al acabar esas palabras, el militar fue tirado desde el interior dejando el agujero.
Tras unos segundos, la puerta fue arrancada y mandada a volar con el militar, de la habitación salió John tranquilamente.
—Bien...¿Quién es el siguiente?
Al mirar a su alrededor, John vio a miles de científicos que lo miraban con horror, aunque también había soldados militares, éstos no se atrevieron a apuntar su armas hacia él.
—Tú, dime dónde estoy.
John señaló a un científico al azar.
—E-Está usted debajo del Vaticano señor.
Esta vez, John caminó hacia un soldado y lo cogió del cuello.
—Tú, dime por qué estoy aquí.
—E-Eso es información clasificada señor.
John sonrió y lanzó su puño a la pared de hierro, haciendo que su brazo completo atravesara la pared.
Al retirar su brazo lleno de tierra, el soldado no soportó la tensión y se desmayó.
—Pues vaya soldado que se desmaya con un poco de presión...
Al siguiente momento, John sintió un dolor agudo en la cabeza y se desmayó.
Detrás de John, Arthur sostenía en sus manos una vaina azul con la que golpeó a John.
—Llevad a mi arma humana a los calabozos.
Al dar su orden, varios soldados se llevaron a John escaleras abajo mientras que el científico que habló con John se acercó a Arthur.
—Creo que deberías dejar de tratarlo como un arma señor, podría haber graves consecuencias. ¿Qué pasaría si se convierte de nuevo en esa especie de dragón?
Arthur lo miró con desdén mientras se iba.
Nadie se imaginaba lo que ocurriría el día siguiente, todo a causa de un pequeño saltamontes metálico que observó la situación en una esquina.