Había pasado medio mes tras la muerte de John. Fenrir destruyó en ese tiempo la mayor parte de Europa, mientras que los Protectores intentaban detenerlo en vano, todos se preguntaban dónde estaba Arthur y por qué no los ayudaba.
En el hogar de John, Mike había instalado varios ordenadores y cada uno mostraba diferentes localizaciones, aunque lo que buscaba verdaderamente no aparecía.
Lucifer y Uriel estaban sentados detrás de Mike, mirando las pantallas.
—¿Has probado a buscar en Israel?
Sin contestar a Uriel, Mike asintió.
Lucifer, en cambio, leía todo el diario de Vlad y las notas de Guilea. Cuando John murió, una nueva entrada en el diario apareció, esa entrada estaba escrita por Guilea y decía que en algún sitio se encontraba el Santo Grial, aunque como cada universo era distinto, el lugar donde se encontraba el Santo Grial también difería.
También apareció una nota de Guilea en la que habló de la habilidad que John poseía, la habilidad de "Absorción o Asimilación". Con ella John podía asimilar elementos en su cuerpo y usarlos para mejorar su cuerpo, el ejemplo que usó fue el agua. Si John asimilara el agua, sería tangible pero no podía ser cortado, también podía extenderse con el límite de peso de su propio cuerpo.
Tras leer estas dos entradas, Mike pensó que si encontraban el Santo Grial, John podría asimilarlo y volver a la vida.
Mientras tanto, en Asia, Omega y Lucy miraban a Arthur, el cual estaba aterrorizado por el rostro de Omega.
—Saca la Excálibur.
Arthur se preguntaba cómo era posible que Omega hablara sin siquiera tener una boca. Pero no iba a volverse en contra de Omega, ya que incluso poseía la Muramasa, por lo que convocó su espada y se la entregó a Omega.
Al cogerla, Omega tembló de rabia e ira.
—Esta no es Excálibur, es Caliburn. Saca la verdadera espada sagrada.
Aunque Omega se contenía, no aguantaba el hecho de que en el universo anterior solo pudo obtener una de las tres armas que necesitaba, y ahora que creía que obtendría un arma sagrada, solo era un arma mágica.
—La verdadera está con la Dama del Lago, mi antepasado solo me entregó a Caliburn.
Al escuchar las palabras de Arthur, Omega cerró los puños y quiso matarlo, pero se contuvo, si no fuera por el hecho de que lo necesitaba lo hubiera dejado con Fenrir.
Omega suspiró y cambió su mirada hacia Lucy.
—¿Qué le hiciste a John?
Lucy lo miró antes de irse, haciendo que Omega la detuviera agarrando su hombro, apretando hasta que sus huesos se rompieron y la sangre empezó a brotar.
—Te he hecho una pregunta, niñata.
Lucy giró su cabeza y lo miró sin emociones.
—Solo le hablé.
Omega sintió ganas de destruirlo todo, por lo que dio un pisotón en el suelo, formando un leve terremoto y varias grietas.
—Lucy, quiero que estés quieta, de momento no hagas nada.
Lucy resopló.
—No eres nadie para mandarme, ya te lo dije, si quieres que haga lo que tú quieres solo tienes que darme esa habilidad que tiene John.
Omega, sin ningún ápice de paciencia restante, introdujo su mano en el agujero negro de su rostro y sacó a Muramasa.
—Estoy cansado de tus tonterías.
Omega giró su mano y la hoja atravesó la espalda de Lucy. Con otro giro de su mano, dividió a Lucy por la mitad y guardó a Muramasa de nuevo antes de volver a mirar a Arthur.
—¿Vas a ser obediente, o serás el siguiente?
Sin gesticular palabra, Arthur asintió con cara pálida.
—Bien, ahora iremos a Gran Bretaña. Y por tu bien, espero que no quieras la habilidad de asimilación de John.
Omega abrió un agujero negro frente a él y desapareció en su interior, antes de atravesarlo, Arthur miró a Lucy y negó con la cabeza. En su mente, Lucy era alguien con quien se lo había pasado bien ciertas noches, solo eso, o lo que era lo mismo, usaba a Lucy como una muñeca que satisfacía sus deseos.
Al desaparecer ambos, el cuerpo de Lucy, originalmente dividido, comenzó a unirse de nuevo. Su ropa cayó al suelo, revelando en su espalda un tatuaje de ocho alas doradas, y en el lugar donde Omega le clavó la hoja de Muramasa, había dos círculos unidos dibujando un ocho.
John se despertó confundido en un espacio blanco hasta donde alcanzaba la vista, no había cielo ni tierra, solo blancura. Cuando intentó levantarse, se dio cuenta de que no había suelo, estaba flotando en medio de la nada.
No distinguía entre abajo y arriba, por lo que se quedó mirando el vacío blanco sin límites.
—¿Dónde estoy?
Al hacerse esa pregunta en voz alta, su eco resonó una y otra vez hasta que desapareció.
Al cabo de un tiempo indeterminable, empezó a escuchar pasos que debido al eco le parecían venir de todos lados.
—Vaya... esto puede ser problemático...
Al mirar detrás suya, se vio a sí mismo, aunque iba vestido con vaqueros y una camiseta de mangas cortas blanca, su reflejo también llevaba un delantal de cuero y unos guantes. En el delantal había varios útiles como un martillo, tenazas, y varios tipos de agujas.
—¿Quién eres?
John miró a su reflejo con cautela mientras sus ojos se volvían rojos y le empezaban a crecer sus alas y garras. Al ver como John se ponía a la defensiva, el reflejo sin inmutarse lo cogió de la camisa rasgada y lo puso a su altura, en ese momento, John sintió que pisaba un terreno sólido.
—La solución a esa pregunta puede ser compleja... yo soy tú, pero tú también eres yo. Ambos somos la misma persona pero en distintos "lugares" por así decirlo. Pero sigo sin entender cómo te has metido aquí, tengo miles de restricciones para que nadie entre, ni siquiera los paranoicos de esa Secta serían capaces de entrar, así que dime ¿qué ha ocurrido para que estés aquí?
Aún así, John siguió sin bajar la guardia pero le contó lo que ocurrió.
—¿Entonces el perro de hielo te congeló el corazón?
El otro John sacó un yunque del bolsillo en su delantal, seguido de un horno de herrería y un taburete.
—La posibilidad no es alta, pero siempre que uno de nosotros muere tiene la capacidad de entrar aquí. El problema es que este sitio no reconoce el tiempo ni el universo, por lo que algunas veces incluso me veo a mi yo del futuro, o peor, a otros nosotros de diferentes universos y explicarlo es muy difícil, sobretodo la primera vez.
John miró al otro sin comprender, por lo que rápidamente el otro John agitó la mano y negó con la cabeza.
—Déjalo, aunque te lo explicara es algo complejo. Pero ya que estás aquí, puedo forjarte algo, ¿qué prefieres, espada, daga, katana, maza, martillo...? Mis favoritos son martillos compactos de media tonelada.
El otro John intentaba hablar con John, pero ante la negativa de éste, no tuvo mas remedio que darse por vencido y elegir por él un arma.
De su delantal sacó un cuaderno de 25cm por 30cm encuadernado en cuero negro, y empezó a ojearlo.
—Muramasa... no. Kotetsu... no. Excálibur... no. Gungnir... no. Longinus... no. Espada de los Siete Caminos... no.
El otro John miró a John pensativo.
—¿De qué universo eres? O mejor dicho, ¿qué poderes tienes?
John pensaba que estaba volviéndose loco, pero le siguió el juego a su reflejo y contestó.
—Tengo los poderes de Pyhryus.
Al escuchar esas palabras, el otro John se crispó y tembló por un momento.
—Vaya suerte la mía... he hablado mas de la cuenta, olvida todo lo que dije. Te voy a forjar una Lævateinn personalizada.
John no habló más, solo se fijó en el otro John que se preparaba para forjar. El otro John tenía en sus ojos un rastro de ira contenida.