Infinidad Parte 3: El Corazón que Olvidó Amar

Capítulo 03

El timbre sonó, marcando el final de la clase y los pasillos se llenaron de nuevo. Aunque en un pasillo no muy lejos de la entrada solo estaban tres personas, uno de ellos estaba de pie entre los otros dos, mientras que las dos personas se miraban mutuamente.
La persona que los separaba era Lucifer, que tras hacer la llamada, Edward le dijo que se mantuviera entre ambos para evitar otro conflicto mientras llegaba al instituto.
Tras unos minutos de espera, llegaron un hombre vestido en un gi blanco con cinturón negro y una mujer con una cara un poco demacrada, seguidos por un anciano con barba blanca vestido con un traje marrón y una pipa que sobresalía de la chaqueta.
Al ver al anciano, Lucifer se relajó y suspiró de alivio, aunque el hombre lo miraba de arriba a abajo con desdén.
De una de las puertas salió un hombre calvo con una camisa azul y pantalones vaqueros que saludó al hombre con el gi antes de dirigirse al anciano.
 —¿Usted es el tutor de Mike?
 —Correcto, soy Edward. Estoy aquí para disculparme en persona por lo que ha hecho mi nieto. Bien es cierto que el acoso escolar no es algo de lo que enorgullecerse, pero tampoco es digno de elogio permitir dicho comportamiento.
Edward asintió con una sonrisa mientras entregaba su mano derecha para un apretón de manos entre ellos, aunque el hombre calvo no le devolvió la cortesía, en cambio miró al hombre con el gi.
 —Ya lo ha oído señor Friedrich, el que ha iniciado la pelea a sido la otra parte.
Edward miró a Friedrich, antes de mirar a Mike que resoplaba con las manos cruzadas sobre su cabeza.
Antes de que quisiera darse cuenta, Friedrich estaba agarrando la chaqueta de Edward, haciendo que Lucifer se levantara y agarrara su brazo.
 —Tranquilo Lucifer. Friedrich ¿cierto? Yo soy del sector moderado, al menos en gran medida mi arma principal es la palabra por lo que te sugiero hablar las cosas tranquilamente.
Lucifer soltó el brazo de Friedrich y dejó que hablaran entre ellos, aunque Friedrich pensaba que Edward le daría una cantidad moderada de dinero.
 —¿Qué sugieres?
 —Perdonar a mi nieto, darle un castigo severo a tu hijo por poseer un arma blanca y enterrar el hacha de guerra.
Friedrich, sin dar crédito a lo que escuchó, intentó golpear a Edward con su puño. Pero su puño fue detenido y cuando quiso darse cuenta, su brazo estaba aprisionado en su espalda con Edward evitando que lo moviera.
 —No me gusta pelear a menos que sea absolutamente necesario, pero tampoco soy un viejo chocho que sea tan blando como para dejarse golpear abiertamente. Mi oferta sigue en pie, pero mi paciencia tiene un límite.
Edward dejó libre a Friedrich, que tras tocarse el hombro y el brazo, miró a Edward.
 —Voy a llevar a tu nieto a los tribunales.
Edward negó y sacó su teléfono móvil. Perdido en la pantalla táctil, su dedo deslizó varias veces hasta que tocó lo que quería y lo puso al lado de su oído.
 —Hola Jake, la negociación a sido un fracaso, puedes proceder con el plan B. Por cierto, coméntale al comité de la junta que acepto el cargo de coordinador docente.
Edward colgó y volvió a mirar a Friedrich y al director, el hombre calvo, con una sonrisa.
 —Mis trabajadores están comprando ahora mismo el terreno donde se encuentra su casa y su dojo de esgrima, seréis remunerados cuantiosamente claro. Creo que la notificación les llegará en unos segundos.
Tras sus palabras, Friedrich fue a golpearlo antes de ser detenido por Lucifer, que sujetó su brazo fácilmente con su mano.
 —Tranquilo fiera. ¿Qué te parece si en vez de meterte con un anciano lo haces conmigo? Recuerdo que en el infierno tenemos una celda especial para ti... los maltratadores y violadores tenéis preferencia con las súcubos.
Lucifer lo miraba con una sonrisa, desafiando a Friedrich para que lo golpeara.
La mujer sacó su teléfono, que comenzó a vibrar en su mano, y al terminar de leer el mensaje miró a Edward sin que sus palabras pudieran salir de su boca.

 

John caminaba por el pasillo, dirigiéndose al aula de música, pero a mitad de camino un pensamiento cruzó su mente.
Había salido indemne de la última clase gracias a Mike, aunque Fred tenía otras personas que lo apoyaban y se asegurarían de que ocurriese algo aunque expulsaran a Fred. ¿Pero qué ocurriría si deja de ir a clase? No podrían hacer nada en su contra por el resto del día y estaría tranquilo.
Con el corazón latiendo en su pecho ferozmente, John se dio media vuelta y caminó por el pasillo hasta que llegó a la intersección entre los edificios de tercero y segundo. Aunque John caminó al edificio con las clases de tercero en un principio, se cruzó con otra intersección entre las aulas de bachiller y postgrado caminando por las aulas de postgrado.
Estaba seguro en recordar que la cancela por las que salían los estudiantes de postgrado se mantenía abierta siempre.
Cuando John caminó por otro par de minutos, el timbre volvió a sonar, dándole un vuelco el corazón. Era la primera vez que se escapaba de clases, por lo que estaba muy nervioso, hasta que logró ver la cancela abierta y suspiró de alivio.
Caminando un poco mas rápido y mirando su alrededor atravesó la cancela, ya estaba en el exterior ahora lo que necesitaba era un sitio donde esconderse hasta que terminaran las clases pero sabía donde podía hacerlo.
John caminó tranquilamente hasta la montaña que se encontraba a una corta distancia del instituto. Al llegar a ella, comenzó a subir la pendiente, pasando los claros y matorrales, hasta que llegó a la cima.
Dejando la mochila al lado de un árbol, John se estiró y cerró los ojos mientras dejaba que el suave viento meciera su ropa y pelo.
Un pequeño hurón blanco con ojos rojos miró a John antes de ocultarse debajo de la mochila, siendo el único testigo del hombre vestido en una túnica negra que se acercaba a John lentamente por su espalda antes de golpear su cabeza con el mango de una espada, dejando a John inconsciente.
El hombre con túnica levantó a John sobre su hombro como si fuera un saco y desapareció al bajar la colina. Cuando se marchó, el hurón salió de su escondite y empezó a relamerse los bigotes antes de salir corriendo detrás del hombre mientras gruñía.




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