Adam no se atrevía a respirar siquiera al mirar al niño, una existencia capaz de detenerlo no solo a él, también al Eliminador fácilmente. E incluso si ese niño era realmente el Señor C, Adam no daba crédito a que fuera un niño realmente.
—¿Quién eres...? Llamarte Señor C es solo un pseudónimo, ¿cuál es tu nombre realmente?
El niño, sonriendo ante la pregunta de Adam, lo miró fijamente a los ojos.
—Algunas veces siento que debería llamarme Guardián del Amor por decir lo menos. Pero...
—¿Guardián del... Amor? ¿Te involucras en la historia solo por eso?
—No menosprecies ese sentimiento. Es el summum que se puede sentir hacia alguien.
Riéndose, Adam miraba al niño, el Señor C, con recelo. No se creía las palabras de ese niño, incluso pensaba que actuaba por alguna necesidad interior. Aunque, sin que lo llegara a sentir, la conciencia de Adam empezó a desvanecerse poco a poco, comenzando a mirar al niño indiferentemente con una sonrisa.
<Tú eres la persona que posee el destino maldito...>
El niño dejó de sonreír, mirando a Adam extrañamente. Por otro lado, el hurón tenía todos los pelos erguidos mientras gruñía y miraba a Adam.
—¿Quién eres?
<En días venideros, el Portador de la Muerte descenderá en el mundo. ¿Podrás evitar que el silencie el universo?>
—...
<Siempre has sido inteligente... deberías saber quién es el Portador de la Muerte...>
Perdiéndose en el sentimiento que inundaba al hurón, se acercó al niño y empezó a arañar a Adam, o al menos, al ser que poseía el cuerpo de Adam.
<Estos "Pilares", no son nada sin la creencia de esos llamados "dioses", ¿verdad?>
El niño no respondió a Adam, solo se quedó mirándolo seriamente, en contraste a la sonrisa macabra que le dirigía en respuesta.
—¿Quién eres? ¿Eres de otra línea temporal?
Con esa ultima pregunta del niño, la sonrisa de Adam tomó un matiz incluso más oscuro y maníaco, haciendo que incluso el niño diera un leve paso hacia atrás.
<Te diste cuenta de ello... este "universo", tal y como lo llaman, no es más que otra línea temporal que se ha cerrado en sí misma. Una paradoja podrías llamarla.>
Riéndose, Adam miró al niño directamente a los ojos, que lo enfrentó sin pestañear en lo más mínimo.
<El Portador de la Muerte... ¿sabes a quién me refiero verdad? Solo el dios Portador de la Luz puede enfrentarlo al final...>
El niño se cansó de escuchar los desvaríos de Adam, cerrando su puño izquierdo fuertemente. Al darse cuenta de eso, Adam siguió sonriendo y le habló una última vez al niño.
<¡Incluso tú estás indefenso! ¡Solo los que recen al dios Portador de la Luz pueden ser salvados! ¡El Portador de la Muerte descenderá en el mundo, sumiendo la existencia en el silencio, y tú no podrás hacer nada... Allen!>
Al gritar su nombre, todo lo que los rodeaba comenzó a agrietarse, apareciendo de esas grietas una densa niebla negra. Alarmado, el niño que mantenía su puño izquierdo apretado, lo lanzó hacia el rostro de Adam, dándole un puñetazo lo suficientemente fuerte como para hacerlo sangrar y arrancarle un trozo de su mejilla.
—¡Me llamo Señor C!
Cuando gritó su pseudónimo, las grietas desaparecieron lentamente mientras la niebla negra volvía a su interior. Aliviado, el niño suspiró, pero sus manos aún temblaban de lo que podría haber ocurrido en ese momento si no hubiera reaccionado a tiempo.
—Un poco más... necesito tiempo para ser más fuerte...
Haciendo una mueca de dolor, el niño abrió un libro de cristal que apareció frente a él por una de las últimas páginas. Cuando llegó a la página que quería, vio el motivo por el que estaba allí, un dibujo de un ser sombrío de ojos rojos con la boca abierta que estaba por devorar el mundo. Mientras su mano izquierda sostenía el planeta, su mano derecha aplastaba el sol con facilidad.
—No permitiré que aparezca...
El hurón miraba al niño, pero a diferencia de antes, lo miraba con empatía, sintiendo el mismo peso que sentía ese niño sobre sus hombros.
El niño, sin que fuera consciente de ello, fue observado detenidamente no sólo por las altas esferas de los dioses, sino también por las propias leyes del universo, asi como cierto dragón celeste que estaba descansando en la luna.
—¿Una línea temporal cerrada en sí misma? Eso suena como un juego nuevo del niñato... Pero eso es interesante... ¿Así que se llama All...?
Pyhryus estuvo por decir el nombre real del niño, pero en el segundo antes de siquiera decir la primera vocal, sintió un aire ominoso a la par que sanguinario a su alrededor, como si decirlo fuera darle la bienvenida a la muerte con los brazos abiertos. Ni siquiera Ouroboros le hizo sentir así, ni siquiera hacía falta decir nada de los dioses o los demonios, incluso las mismísimas deidades primordiales no hacían que su instinto de supervivencia gritara hasta ese extremo.
No solo Pyhryus tenía esa sensación de peligro, algunos dioses estuvieron por seguir su ejemplo y decir el nombre real del Señor C... antes de que fueran recibidos por una sensación de peligro extremo, claro está.
—Esto... Esto tengo que decírselo al cerebrito...
Pyhryus saltó en la superficie lunar, propulsando su vuelo hacia la Tierra pero al mirar atrás, donde había estado hace excasos segundos, vio un ser imposible, observándolo fijamente, sonriendo mientras la luna se agrietaba solo por sostenerlo, y por primera vez en su vida, Pyhryus sintió miedo al ver a esa criatura.
En el cielo, Metatron llevaba a cabo una reunión de emergencia con los altos dioses de los panteones mas importantes. Eso fue debido a dos grandes casos que ocurrieron en el universo.
El primero de ellos fue el hecho de que Pyhryus se infiltrara tan fácilmente en el paraíso, y para colmo, que lograra llegar al templo de los dioses solares así como matar a Thor.
El segundo, y más importante, fue la muerte de Jormungandr a manos del Señor C, así como el caos que produjo su combate con Ouroboros fuera del universo, y en especial, lo que ocurrió al descubrirse su nombre real.
—Deberíamos no inmiscuirnos. El Señor C está siendo perseguido por un ser que puede poner en peligro la vida de toda criatura viva, ya sea divina o no, ese ser se encargará de él.
—No es tan sencillo, Ra. Viste tan bien como yo lo que el Señor C le hizo a Jormungandr, y recordemos que el Señor C no posee un poder tan grande como esa cosa que casi aparece en el universo... me dan ganas de vomitar solo de recordarlo...
—Pues claro, Odín. Esa cosa incluso ha aparecido ante Pyhryus y le ha hecho temblar, ¿crees que es sencillo asustar a esa bestia descerebrada?
—Calmaos, basta con llamarlo Señor C, no es problema alguno.
—¡Para ti es fácil decirlo Buda, solo pones la mente en blanco!
Escuchando las quejas de todos, incluso Metatron no hablaba, ya que era igual que los demás, con la sensación ominosa de aquella criatura, se encontraba igual de indefenso que cuando hablaba con su Padre. Tenía incluso la vaga sensación de que ese ser ni siquiera debería existir desde un principio.
—¿Y si esa criatura es un ser como nosotros?
Metatron miró a un dios con cabeza de ibis y cuerpo humano, que mantenía la espalda erguida mientras se dirigía al resto.
—Es imposible, Thot. Una criatura así no puede nacer de las leyes del universo, mucho menos alimentarse de la creencia de...
Mientras Odín respondía a Thot, comprendió la pregunta que hizo, llegando al punto de horrorizarse con ese ser.
—Pero entonces, ¿esa criatura verdaderamente es un dios como nosotros?
Odín y Thot miraron a Metatron, intercambiaron miradas, y llegaron a la misma conclusión.
—Metatron, si suponemos que esa cosa que persigue al Señor C es un dios, su dominio como tal es la muerte.
—Tuvo que nacer en algún momento de la historia del universo por el temor a la muerte de algunos humanos que llegaron a ver a Ouroboros. Si lo vieron en otros universos, lo recordarían como sueños con el tiempo.
Miguel miraba a todos, observando sus reacciones, antes de mirar a un enorme palacio blanco mas allá del horizonte visible, donde residía su Padre.
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Editado: 13.05.2024