Destino
- Alteza, debemos estar listas pronto, su boda es en menos de tres meses. – Comenta Isela la doncella real de la princesa Lyra, mientras la acompaña a pasear tranquilamente por el hermoso jardín del catillo.
Lyra Faerwyn, princesa heredera del reino de Mystara, una joven hermosa de cabello negro como la noche, de una belleza casi mística, una piel blanca y unos labios rojos, vestida con un hermoso vestido color marfil, una mujer bellísima y elegante, que daba la sensación de ser una divinidad, claro ella era todo eso y más, pero en realidad tenía muchas más facetas que muy pocos conocían, pero en ese momento paseaba con una sonrisa por el hermoso jardín que su madre en vida había cuidado con tanto amor, su paz se vio claramente interrumpida al escuchar las palabras de su doncella, por un momento se le había olvidado ese dichoso compromiso.
- ¿Qué dijo mi padre? – Pregunta sin mucho interés.
- Su majestad el rey acaba de informar que debemos empezar a preparar todo, tres meses pasan muy rápido. – Responde con la cabeza baja, sabe lo molesta que esta la princesa con esa situación.
- Lo se Isela, sigo sin entender la razón por la que mi padre me quiere casar con ese hombre, más parece que estamos pagando por el favor que nosotros hicimos. – Suspira con molestia Lyra. – Si lo hubiera sabido me hubiera negado a actuar desde el principio.
- Princesa, no diga eso. – Comenta Amelia, la nana de la princesa Lyra quien llegaba al lugar. – El destino es algo con lo que no podemos luchar, y el suyo esta enlazado con el del archiduque. – Le recuerda con cariño.
- Nana, no me lo tienes que recordar. – Murmura Lyra con bastante aburrimiento de volver a tocar el mismo tema. – Mi madre hasta el cansancio me recordó de ese destino, pero no me explicó más al respecto, así que no sé porque debería seguir ese supuesto destino.
- Su alteza, creo que debería pedirle al rey conocer a su prometido antes de la boda. – Sugiere Isela. – Se dice que el archiduque es un hombre muy cruel, ¿y si acaso es un ogro que la trata mal? – Pregunta con gran preocupación.
- Niña no digas tonterías. – La reprende Amelia.
Lyra se queda pensando en lo que dijo Isela y no es que le preocupe que ese hombre la pueda tratar mal porque de llegar a ser así, no sabe a quién le puede ir peor, pero la parte de conocer a su prometido no le parece mala idea, de hecho, por el contrario, cree que es lo mejor que se le pudo ocurrir a su doncella.
De pronto sin previo aviso se giró sobre sus talones dirigiéndose rápidamente dentro del castillo a su habitación más específicamente donde empezó a sacar unas extrañas ropas que guardaba en el fondo del mueble. Mismas que en cuanto Amelia e Isela vieron supieron de inmediato que significaba problemas.
- Alteza, ¿Qué hace? – Cuestiona la nana, aun sabiendo la respuesta.
- Actuar nana, no me puedo quedar de manos cruzadas, mientras mi “destino” llega. – Dice utilizando cierta ironía en la palabra destino. – Iré a conocer a mi prometido y si veo que no es un hombre digno de confianza, hare todo lo posible para deshacerme de ese compromiso. – Declara con una seguridad.
- Esta loca niña. – Grita la nana, olvidando todos los protocolos, en ese momento Lyra para ella volvió a ser la niña de 5 años imprudente que les sacaba canas a sus padres. Pero en cuanto se dio cuenta, se recompuso y observo. – Su alteza, espero que sea consciente de que no se puede aparecer como si nada en el reino de Vylonia queriendo ver a su prometido, sin previo aviso y mucho menos sin el permiso de su padre.
- Nana, no te preocupes, obviamente no me presentare como la princesa heredera de Mystara. – Aclara con una sonrisa satisfecha, en ese momento ya tiene un plan, algo imprevisto pero que planea organizar en el camino.
- Mi niña por favor piénselo bien. – Suplica Amelia, aunque sabe que será en vano, Lyra es ese tipo de persona que una vez se le mete algo en la cabeza no hay poder humano que la pueda hacer cambiar de opinión, así que solo le queda rogar porque la princesa no corra ningún peligro.
- Alteza, yo tampoco creo que deba ir. – Sugiere Isela, además que se siente culpable, pues al final de cuentas fue su idea lo que incito a su señorita.
- No se preocupen, ya saben que no es la primera vez que salgo sin que nadie se entere y regreso sana y salva, esta vez no será la excepción. – Asegura con su sonrisa confiada, una vez esta lista, vestida con unas ropas viejas y el cabello recogido, sin ninguna joya o gota de maquillaje, aunque es imposible ocultar su belleza natural, así vestida nadie jamás sospecharía que se trata de una princesa y mucho menos de la misma hermosa mujer que hace unos minutos caminaba por el jardín dando la sensación de que era una divinidad en la tierra.
- Princesa, si sabe que aun cuando entre al reino de Vylonia es poco probable que pueda ver al archiduque, su territorio esta al otro lado del reino, en la frontera con el reino de Nefaria, más aún se dice que el Archiduque Darkhunter se la pasa la mayor parte del tiempo en el cuartel general que está allí, donde ningún extraño puede llegar. – Intenta de nuevo Amelia.