Inmortalidad y una corona. El poder de la bruja

Inminente Peligro

Kieran se quedó de pie observándola con incredulidad, hasta el momento de la boda había pensado que ya nada podía sorprenderlo, pero eso solo había sido el comienzo, ahora no lleva ni 24 horas casado y ya se vio burlado por su esposa, tuvieron la primera pelea que se salió de control y el, el gran archiduque Darkhuner acababa de ser enviado a dormir en el sofá.

¿lo habían enviado a dormir al sofá en su noche de bodas?, se alcanzó a cuestionar unos minutos después, con una clara respuesta, SI, eso exactamente había sucedido y no es que como que quisiera compartir la cama con esa loca e irritable mujer que tiene por esposa, pero aun así no puede creer que haya sido tratado de esa manera, nunca nadie le había hablado de esa manera y había sido tan atrevido, aunque claro ella no era cualquiera, es la princesa heredera de Mystara y ahora su esposa, la archiduquesa Darkhunter.

Después de un momento de consideración a la situación hizo lo más sensato que podría hacer, tomo la manta que Lyra había dejado para él y se fue al sofá.

Pero no podía dormir, el recuerdo de lo sucedido solo apenas hacía unos segundos con la princesa rondaba en su cabeza, era una imagen que no dejaba de repetirse en su mente una y otra vez, por momentos se preguntaba si es que lo había imaginado, por lo rápido que sucedió, de hecho, solo fue instante, no pudo ser más de 5 segundos, pero él está seguro que lo vio.

Vio como los ojos de la princesa se habían tornado blancos, al punto que no parecía ser ella y su alrededor se convirtió como en una coraza de viento, era imposible que lo hubiera imaginado. Aunque no sabía que era peor, si la posibilidad de que se estuviera volviendo loco o que por el contrario su esposa era mucho más de lo que él pensaba y eso lo tenía entre interesado y preocupado en partes iguales.

Por su parte Lyra sin saberlo había desgastado una gran cantidad de energía por lo que una vez puso su cabeza en la almohada se había quedado profundamente dormida.

  • Señor, la alianza matrimonial ya es un hecho. – Informa Elysia bajando la mirada. – Lo siento mucho. – Se disculpo, pues fallo su misión.
  • Está bien, no es momento para arrepentimientos. – Responde con seriedad el hombre. – Él sabía que no podía ser tan fácil acabar con ese compromiso, pero… - ¿Qué crees que sucedería si la princesa heredera de Mystara tiene un accidente es su primer día como archiduquesa Darkhunter? – Cuestiona el hombre que se oculta detrás de tenebrosas sombras donde no se le alcanza a ver el rostro.

Elysia inmediatamente entendió el mensaje, por lo que sonrió con maldad.

  • Entiendo señor. – Dijo con seguridad. – Actuare de inmediato. – Se comprometió al mismo tiempo que el espejo en el que se veía las imágenes de las sombras, ahora solo mostraba el reflejo de la hermosa mujer, que ahora ya sabía que debía hacer.

La mañana había llegado en todo su esplendor, el hermoso palacio de Vylonia brillaba con luz nueva, era una mañana fresca y llena de alegría, pues acababan de llevar acabo un gran evento como lo era la boda del archiduque, el segundo hombre más importante del reino, después del rey, además con la princesa heredera de Mystara lo que aumentaba las expectativas.

Claro había muchos inconformes con ello.

  • Padre, ¿Cómo pudiste permitir esa boda?, el archiduque debería casarse con alguien del país, no con una princesa extranjera y menos de un país que nadie conoce bien, que no tienen nada de poder. – Reclamaba Camile la hija del primer ministro el Duque Bloodfist.
  • Aun cuando ese país no tiene poder, prestaron su ayuda durante la guerra. – Le recuerda. – Aunque tampoco estoy conforme con ese matrimonio, no había nada que pudiéramos hacer. – Explica el duque con exasperación, él tampoco está feliz con esa alianza, pues eso solo entorpece sus planes, aun así, no pudo hacer nada evitarlo sin quedar en evidencia. – Lo peor es que ahora no tenemos forma de saber los pasos de Kieran. – Menciona más frustrado
  • Puedo casarme como la segunda esposa del archiduque. – Aconseja Camile, siempre ha querido casarse con Kieran, no solo por lo atractivo de este, sino porque la posición de archiduquesa solo está por debajo de la reina y no es que no quiera esa posición, pero sabe que la selección para reina será todo un evento y aunque confía en si misma para lograrlo, al final pueden decidir que la reina sea de otro país para una alianza o algo así, por lo que ir por lo seguro le parece mejor opción, además el archiduque es el general más respetado del reino, es justo lo que ella quiere.

Aunque la idea de casarse como segunda esposa le molesta, una vez en ese puesto, puede solucionar el problema y convertirse en la primera esposa.

  • ¿Te conformarías como segunda esposa? – Cuestiona el Duque, sabe perfectamente que su hija es demasiado orgullosa para algo así.
  • Padre… - Sonríe con un destello de emoción. – Los accidentes suceden, no sabemos si la actual archiduquesa tenga una larga vida. – Deja caer mientras su padre considera la situación.

La idea de pronto no le parece mala, por un lado, tendría a alguien en la mansión del archiduque y por otro si en verdad algo le sucediera a la princesa de Mystara, adiós alianza y justo esa sería la distracción perfecta para llevar a cabo sus planes sin que nadie se diera cuenta.

Mientras tantas redes se tejían a su alrededor, sin que Lyra ni siquiera lo sospechara, ella apenas abría sus lindos ojos tranquilamente después de dormir profundamente toda la noche.

  • Buenos días alteza. – Saludo Isela que como doncella de la princesa la había acompañado ahora a su nuevo hogar.
  • Ahora deberíamos llamarla archiduquesa. – Corrige Eira en voz baja, para que nadie afuera escuche.
  • Es cierto, lo siento. – Se disculpa Isela, pero Lyra solo suspira, no es que le emocione mucho ese título, mucho menos después de la discusión de la noche anterior, justo en ese momento se percata de que están solo ellas en la habitación, al parecer el archiduque ya se había marchado, pensó y agradeció que así fuera, pues lo último que quería en ese momento era verle el rostro a ese hombre que solo la hacía enojar.




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