Inmortalidad y una corona. El poder de la bruja

Herida

En el momento en que el guardia levanto el látigo contra Lyra, una sombra salió desde algún lugar en un movimiento tan rápido pero preciso que dejo al hombre tirado en el piso antes de que nadie se percatara de su llegada.

Esta no era otra que iris la guardia secreta de Lyra, que desde que se le escapo en aquella oportunidad para ir al a buscar a su prometido, ya no le quitaba los ojos de encima y aun cuando había logrado engañar a todos en el palacio, a ella no podría hacerlo, la había estado protegiendo durante toda su salida y cuando vio lo sucedido con esas mujeres iba a intervenir, pero decidió esperar un poco para no llamar la atención, pues sabía que eso era justamente lo que su señora quería evitar.

El hombre en el piso al voltearse y ver que había sido aquella mujer la que lo había golpeado ordeno inmediatamente a sus hombres que atacaran, iniciando así una pequeña batalla, sin embargo, el hombre vio que aquella mujer era muy ágil y que sus dos hombres estaban teniendo problemas con ella, así que en un movimiento desesperado tomo a Lyra del brazo para ponerla de pie y arrastrarla con el mientras Isela y Eira gritaban intentando seguirlos, pero el hombre se movía muy rápido e Iris no podía seguirlos porque aún estaba peleando con los dos hombre.

Lyra gritaba y golpeaba al hombre, pero este no la soltaba, esta que ella pudo acertarle una patada en el estómago que lo hizo doblarse, perdiendo fuerza en su agarre, momento que Lyra logro aprovechar para soltarse, solo que al caer su pie se dobló, lastimándose así su tobillo.

  • Maldición. – Susurro, intentando ponerse en pie, pero el dolor era demasiado fuerte, además el hombre se recuperó muy rápido sacando su espada.
  • Ya verás. – Grito el hombre con los ojos inyectados de sangre por la ira.

Lyra tenía su mente trabajando a tosa marcha en una salida, ahora se pensaba seriamente qué debió hacer caso su madre en aquel entonces y aprender a defenderse, ella era buena con las armas, no una experta, pero se defendía bien, sin embargo, sin ellas estaba totalmente indefensa y no sabe si Iris podrá ir para ayudarla.

Aun así, no suplicaría jamás, si iba a morir lo haría con dignidad, pero haría todo lo posible para evitarlo, por lo que se preparaba para defenderse, cuando un pequeño grito los distrajo, tanto a ella como a su agresor.

  • ¿Qué hace? – Se escucho un pequeño pero firme grito que venía de un niño que ninguno de los dos vio de donde salió, pero que al ver como el hombre sacaba su espada contra aquella bonita mujer, valientemente se interpuso entre ellos.
  • Mocoso estúpido. – Dijo el hombre desviando su atención un momento de la mujer, para ponerla en ese entrometido. – Si quieres morir primero te lo concederé. – Declaro el hombre guiando su espada entonces al niño.
  • Noooo – Grito Lyra en completo estado de pánico, ya su propia seguridad no le importaba, sino el bienestar de ese pequeño que valientemente había ido para salvarla.

Fue tal el grito que de pronto pareció que todo a su alrededor se tornaba pesado y la tierra empezaba a moverse, ella no se daba cuenta pues estaba como en trance, pero se había puesto de pie y grandes ráfagas de viendo la rodeaban haciendo imposible estar cerca de ella.

Sus ojos se habían tornado blancos y su cabello se movía ondeaba con fuerza, el hombre soltó la espada, completamente aterrado por lo que veía, tanto así que empezó a retroceder en pequeños pasos, en lo que Lyra se acercaba.

En un punto el hombre no se fijó así que no se dio cuenta en qué momento había llegado al filo de un pequeño barranco cayendo por él.

Cuando el hombre había atacado al niño, este solo había cerrado los ojos esperando la muerte, pero de pronto todo fue silencio por lo que el lentamente los abrió de nuevo, y algo había pasado.

Pues ya el hombre no estaba, solo su espada y la señorita que hacia un momento estaba en el piso ahora estaba de pie, mirando a la nada.

  • Señorita. – Dijo en voz baja. Y solo eso basto para que Lyra volviera a la realidad, su conciencia llegando de golpe nuevamente.
  • ¿Estás bien? – Dijo preocupada agarrando por los hombros al niño para examinarlo de pies a cabeza.
  • Si. – Dijo el. – ¿Qué paso? – Pregunto, pero Lyra tampoco lo sabía, pero entonces su pie volvió a doler y de repente se sintió, muy pero muy cansada y se desmayó.
  • ¿Qué sucedió? – Cuestiono Kieran con una mezcla entre ira, frustración, preocupación en el fondo un poco de miedo, aunque jamás lo admitiría en voz alta.
  • Aun no lo sabemos con exactitud excelencia, el capitán Helio envió un soldado para informarnos que preparamos un médico ya que cuando encontraron el carruaje, ya venía de regreso, pero una de las doncellas de Su excelencia la archiduquesa informo que ella estaba desmayada y herida. – Explico lo más rápido qué pudo e intentando ser lo más prudente posible, aun as iono podía omitir nada sobre el estado de la archiduquesa o eso sería peor.
  • Llame al medido y preparen la habitación. – Ordeno el rey, pues Kieran se había quedado estático por un segundo, antes de salir corriendo para ver por sí mismo que había sucedió.

El rey solo pudo ver salir a su primo a toda velocidad antes de dirigirse a Arin.

  • ¿Qué tan grave es la situación? – Pregunto esperando que la archiduquesa este bien.
  • Su majestad, no lo sé con exactitud el guardia solo dijo eso, pero el carruaje ya debe estar entrando a palacio. – Explico Arin.
  • Bien, vamos. – Dijo el rey, dentro de todo también se sentía un poco culpable por lo sucedido.

Cuando Kieran llego a la puerta, el carruaje también entraba, así que el rápidamente corrió hacia allí, abriendo la puerta desde donde salió Isela.

  • Excelencia. – Quiso explicar la situación, pero Kieran no le presto la más mínima atención, ya tendría tiempo para ello, ahora solo subió directamente al carruaje viendo a su esposa desmayada, solo eso basto para que la ira en su interior creciera a niveles nunca antes vistos.




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