Después de aquel infortunado accidente el resto del viaje hasta el archiducado había sido totalmente tranquilo, aunque agotador, pues debido al incidente Kieran había decidido que lo mejor sería que viajaran más rápido para evitar nuevos ataques.
Así que entes de que se dieran cuenta ya estaban pisando territorio Darkhunter, la gente que veía pasar la caravana saludaba respetuosamente pues el archiduque era alguien admirado por su gente, por lo que aun cuando muchos le temían, también lo respetaban por su gran trabajo defendiendo el reino y su excelente trabajo en el archiducado. Donde gracias a él todos vivían tranquilos y el territorio era prospero.
Lyra desde el carruaje observaba todo con atención maravillada por lo que veía, el lugar era hermoso y el pueblo bastante vivido, estaba realmente emocionada de recorrer aquel sitio, aunque en ese momento sería imposible, primero porque estaba realmente agotada del viaje y segundo porque aún iban en comitiva y y todos ya querían llegar a sus hogares.
Pronto las campanas de la residencia principal del Archiducado resonaban suaves, anunciando la llegada del carruaje principal. Sabiendo perfectamente que allí viajaba el archiduque, aunque él nunca lo usaba pues siempre iba a caballo, pero esta vez lo llevo con él, claro no era un secreto para nadie que a su regreso no volvería solo.
Los criados corrían de un lado a otro para asegurarse de que todo estuviera en orden, los candelabros encendidos, las alfombras desplegadas y las mesas de bienvenida cargadas de flores frescas. El aire estaba impregnado de expectativa, pues aquella no era una recepción común. El Archiduque regresaba a su hogar acompañado de su esposa, la nueva Archiduquesa, y todos sabían que aquella mujer no era cualquier dama, era una princesa, alguien que había nacido en la realeza coronada como heredera de un reino nacida, por lo que todos allí se imaginaban a una mujer fría, ostentosa y distante. Como la mayoría de las señoritas nobles, aunque multiplicada por mil teniendo en cuenta su linaje.
Cuando el carruaje se detuvo frente a la gran estructura que no tenía nada que envidiare al palacio real, el Archiduque descendió primero de su caballo, seguido por sus hombres.
Una vez un sirviente corrió para recibir su caballo, el con la serenidad de siempre, se acercó hasta el carruaje que ya abría sus puertas, con el sentido de ceremonia que sabia debía seguir en estas ocasiones, extendió la mano hacia adentro, donde Lyra se levantaba para bajarse
Por un segundo se sorprendió por el gesto del archiduque, pero entonces recordó que no solo estaba llegando a un lugar, estaban entrando al archiducado y allí debían mostrarse como el matrimonio que eran, sobre todo Kieran pues así no le gustara del todo así era la realidad y si él no le daba su lugar seguramente los sirvientes y soldados que estaban allí para recibirlos jamás la aceptarían.
Debía admitir que esos actos de consideración por parte de Kieran la conmovían realmente, aun así, jamás lo aceptaría en voz alta.
Al bajar quedo el descubierto su porte regio que no ocultaba cierta dulzura en su mirada, aunque sin perder su elegancia natural para estos casos, incluso Kieran se sorprendía, ella podía ser una chica normal vestida como plebeya, comiendo y riendo con sus soldados, pero también podía ser la mujer que ahora está a su lado, una noble elegante con la postura que solo puede provenir de la realeza que era para lo que había nacido, el contraste era increíble y por alguna razón eso lo tenía fascinado.
Los criados y damas de servicio inclinaron la cabeza al unísono, como dictaba el protocolo, aunque en sus rostros se podía ver cierta mezcla de respeto y cautela.
Todos la observaban en silencio. Durante los últimos meses los rumores no se habían detenido en ningún momento, por todas partes se especulaba sobre ella: “una princesa acostumbrada a caprichos”, “una dama que jamás ha puesto un pie en suelo común”, “una joven demasiado frívola para comprender la vida de la gente del Archiducado”. Eran algunas de las cosas que se decían sobre ella, en ese momento más miradas entre ellos decían lo mismo, aunque nadie podía dudar que era realimente hermosa.
“Pero que importaba si era hermosa pensaban algunas, pues para nadie era un secreto que el Archiduque solo se casaba por un compromiso arreglado con Mystara, todos allí sabían lo indiferente y serio que era el archiduque, que jamás tuvo intenciones reales de casarse por lo que en el fondo eso les daba una esperanza.
Pues muchas de las doncellas, en secreto, habían alimentado un cariño silencioso por el Archiduque; lo admiraban profundamente no solo su porte, su fuerza o valentía, también todo el y es que era un hombre fuerte, atractivo y con un poder que solo era superado por el del rey, quien de paso era su primo. ¿Quién no querría convertirse en su esposa?, o al menos en su concubina, Una en particular, Clara, la sobrina de Winston el mayordomo de la mansión, ella había albergado durante mucho tiempo una ilusión imposible, había soñado con convertirse en algo más que una sirvienta a los ojos de Kieran, quizás en una confidente, o porque no en su amante. Cualquier cosa seria una opción, pero ahora la llegada de la Archiduquesa le complicaba todo, y aunque intentaba disimularlo, la decepción y el resentimiento se reflejaban en su semblante.
Pero no tanto como para perder la esperanza después de todo ella pensaba como todos, la archiduquesa solo sería la esposa por conveniencia del archiduque y él podría querer tener compañía real, no una mujer con la que lo obligaron a casarse.
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Editado: 16.09.2025