Inmunidad Perversa

DAINA

DAINA 13 AÑOS

—Mami, no más por favor, me duele mucho —las inyecciones no paran, mamá ha estado aplicando inyecciones desde que empezó el día y lloro de impotencia porque hoy es mi cumpleaños número 13, no es justo. Pero así ha sido desde que tengo uso de razón.

—Falta poco Daina, una más y estará todo listo, iremos a comprar tu pastel, tranquila cariño.

—Mami, por favor... ya no puedo —mi voz se quiebra mientras las lágrimas caen sin control. El dolor me sube por los brazos como un fuego que quema desde adentro. No puedo más y el mareo me vence, vomito en las manos de mamá. Al levantar la vista, su mirada fría se clava en mí, y, de repente, siento el golpe. Su mano choca contra mi mejilla con un sonido que me deja temblando.

—Resiste un poco más, no es tan difícil —me quedo pasmada en la silla viendo un punto fijo sin pestañear, no se porque aun no me acostumbro a esto, mi cuerpo debería hacerse más fuerte a estas cosas, todos los años el día de mi cumpleaños mi madre hace lo mismo, aun no me dice el propósito, pero dice que es por mi bien.

Mamá me lanza un trapo para que limpie lo que he vomitado, mientras ella lava sus manos y aplica alcohol, estar en su laboratorio siempre va a ser escalofriante y ni siquiera hay nada inusual en el lugar, solo cinco camillas y un largo buro con cajones repletos de medicamentos.

—Mami —me acerco con cautela sonriendo como si eso la fuera a calmar —. ¿Iremos por mi pastel? —Odio el día de mi cumpleaños solo porque mamá me inyecta, pero amo tanto el pastel, que me es imposible no pedir por un trozo.

—Saldré unas horas, al regreso traeré uno —dice con su típica calma. Mi estómago se retuerce, pero trato de aferrarme a su promesa. Quiero creerle, quiero ese pastel más que nada. Aunque, en el fondo, sé que puede olvidarse, como otras veces. Tal vez dirá que es mejor para mí no comer azúcar... pero por un momento me permito ilusionarme.

Pero no es un motivo para ponerme triste, ire a la escuela y la profesora Ineth me tendra un pastel enorme de color rosa y lo compartire con mis amigos. Mi mami sale del laboratorio y me quedo sentada un rato más mientras mi cuerpo se recupera del dolor, una vez que decido que puedo avanzar, me pongo de pie y con pasos lentos me encamino a mi habitación e ingreso directo al baño, debo lavarme y quitar el mal olor que tengo, una combinación de vómito y antiséptico.

Lo malo que tiene de cumplir años un fin de semana, es que no puedo salir a jugar, vivimos muy alejadas de la ciudad y no tenemos vecinos, si estuviera en la escuela, podría divertirme con Kanny y Leza, y ellas podrían al menos visitarme, pero mami no lo permite, nadie debe entrar a nuestra casa. Nadie.

DAINA 17 AÑOS

—¿Entonces cuánto más, doctora Kate? —le escupo las palabras, disfrutando cómo ni siquiera me mira cuando la llamo así. Desde los 14, la palabra “mami” murió en mis labios. Ese día, me atreví a decir su nombre por primera vez, y la bandeja que tenía entre las manos terminó en mi cara. Ni siquiera lloré. Solo el odio creció

—Sigues siendo tan débil —hacemos esto cada vez, y por unos momentos puedo descargar todo el odio que siento por ella.

—¿Quieres intentarlo? —Me observa por un segundo con algo de vergüenza, para ella es fácil criticarme, pero estoy segura que ella no soportaría estar en mi lugar —. Tú si eres débil y cobarde, tu mente es tan retorcida, que no te importa lastimar a la persona que cargaste en tu vientre —me observa con enojo, pero ya no me golpeará, el día de mi cumpleaños 15, me quite la inyección de mi brazo y la clavé en mi abdomen varias veces, estaba tan sorprendida, que ame la sensación al verla llorar, ni siquiera fue algo grabe, pero desde ese momento dejó de golpearme.

—¿Y vas a hacer algo al respecto? —Me reta con la mirada, pero es precavida, se ha alejado unos cuantos pasos.

—Apenas cumpla los 18, no volverás a verme jamás —lo digo con más certeza de la que siento. Lo he intentado antes, pero siempre me encuentra. El Estado está de su lado, como siempre. Sus manos controlan las vidas de todos, desde las oficinas en las que se decide qué medicamento recibe quién, hasta las tropas que obedecen sin dudar. Y yo... soy solo un experimento más.

—¿Sigues con eso? —Me mira irritada —. Eres mi gran obra maestra, Daina, no vas a deshacerte de mí tan fácilmente.

—Sabes que siendo mayor de edad lo que sea que me hagas será tomado como un secuestro y no te conviene ser la burla en tu trabajo, estoy tan mal de la cabeza, que no me importaría exponerte con quien sea.

No dice nada y pone una aguja en mi mejilla, cierro mis ojos y contengo la respiración, las inyecciones en el rostro siempre son las peores.

En este momento solo quiero que llegue el 27 de febrero, un año más, debo resistir un año más.




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