Inocencia Robada

16. SU REFUGIO

CHRISTOPHER ROSS

Katharine no encontró nada en las redes sociales de Maya Smith, en Google sólo hay algunas noticias de su despido "por tratar de ensuciar la imagen del alcalde" pero nada más, no está en Wikipedia, no está en las redes sociales, es como si se lo hubiera tragado la tierra.

Ahora hemos llegado a la cárcel y bajo estrictas medidas –donde prácticamente nos toquetearon– ingresamos al recinto penitenciario. No me puedo quejar del todo, ninguna mujer me mira con ojos de "follame, mi vida". "O hazme tuya bombón de ojos azules"

No es por ser pretencioso, pero no soy nada feo. Tal vez por eso Amanda no me deja en paz. Pero en éste momento no puedo pensar en Amanda, estoy aquí por mi chica de ojos azules como los míos y debo admitir que estoy ansioso, quiero saber si Adele tiene frío, hambre. Quizás tiene calor aunque lo dudo. Si pudo dormir... Dios. Más vale que esté sana y salva.

Me recompongo al sentir la mirada inquieta y sarcástica de Katharina. Miro hacia el entorno y me doy cuenta de que es urgente sacar de aquí a Adele, éste lugar no es para una mujer como ella. Estamos en la aduana de la prisión y este lugar es tétrico. Si así es esta área, no me quiero imaginar cómo es el resto.

En los años que llevo siendo detective sólo he venido dos o tres veces, pero ha sido por mi trabajo, nunca por algo personal como ahora y nunca antes le presté atención a éste sitio horroroso.

Caminamos hacia un módulo tras el que están varias personas. Hombres y mujeres, todos con uniformes en café; unos miran por pantallas de circuito cerrado, otros miran televisión, una de ellas está leyendo y los demás están cotilleando.

Katharina se acerca y acomoda un poco su cabello.

— Buenas tardes,—le dice a un guardia— hemos venido a visitar a Adele Josephine Phoenix—añade.

—Acompañeme— responde una de las mujeres tras el mostrador, que sale para llevarnos a no sé dónde.

Nos llevan por un corredor y de ahí, nos dejan en una área verde. Pasto, bancas, tachos para basura, y una reja más. Nos pide que esperemos y entra por otra reja a una área de la prisión. Ese sitio está compuesto por enormes ventanales y más rejas —para no varíar— y veo que se acerca a otro módulo y vuelve tras unos minutos hacia nosotros.

—Si no te molesta, quiero ir sola— me dice Katherina—necesito hablar con Adie, y contigo ahí no será fluida nuestra conversación.

Suspiro resignado, pero la comprendo. Yo trataré de verla en otro momento.

—Esta bien. Yo espero.

— Gracias por tu comprensión.

La señorita Mills, sigue a la guardia y yo me quedo al lado de los demás uniformados que están armados con latas de gas pimienta y un tolete y resguardan el lugar.

Miro de nuevo hacia donde va Katharina Mills y la hacen entrar a una sala. De ahí, solo me queda esperar.

Minutos después regresa Katharina, molesta. Su conversación con su amiga duró muy poco. Eso me parece extraño.

—¿Todo bien?— Le pregunto tratando de no parecer un preguntón chismoso.

—Todo mal— responde ofuscada—Adele no quiso recibirme.

—Tal vez sigue dolida contigo, porque la acusaste de matar a tu hermano...— le digo interrumpiendola

—No es eso, Ross, ella no quiere ver a nadie—me interrumpe ella a mí.

—¿Como?— No me esperaba eso.

—Lo que escuchaste. Averigüé que en la mañana recibió una visita y la dejó muy mal.

—¿Quién?— le replico preocupado.

—No lo sé, pero quien sea que haya sido la dejó muy mal—responde preocupada.

—Maldición—aprieto mis manos hasta convertirlo en puños.

¿Quien la ha venido a visitar?
Katharina, camina hacia la salida. Pero mira hacia arriba. ¿Qué hay o qué? Yo solo veo las lámparas.

— ¿Te irás sin averiguar quien puso mal a tu amiga?—¡Vaya amiga!— No pensé que te rendiría tan fácil—le recrimino y salimos de la aduana.

— Encargate tú de Adele... Yo acabo de recordar que mi padre tiene cámaras de seguridad. Y no me quisieron decir quién fue, en todo caso, creo que tu padre nos puede ayudar.

—¡¿Que?! ¡¿Justo en este momento lo recuerdas?!—le riño ahora molesto.

—Disculpa, es que con la muerte de mi hermano no tenía cabeza para nada.

¿Con una simple disculpa piensa que va a remediar que su amiga esté viviendo un calvario? Nada de lo que me diga ahora tiene justificación. Pero por ahora le pasaré por alto su falta de inteligencia, ya veré como me las cobro...

— ¿Entonces que estas esperando para ir a revisar esas malditas cámaras? ¡Vete ya!—Estoy desesperado.

Estamos fuera de las instalaciones de la prisión y Katharina parece realmente aturdida.

Suspiro, ella es la que está peor en esta situación. Ella, sus padres, y Adele.

— Ya voy, Ross.

Joder, odio la ineptitud. Trato de entenderla, pero me está costando un mundo hacerlo. Le tiendo las llaves de mi auto y me comprometo en llamarle en cuanto yo pueda averiguar qué sucedió durante la visita de esta mañana.

Ahora debo averiguar quien fue él o la maldita alimaña que visitó a Adele y la alteró como para no recibir a su amiga...

Un horrible pensamiento atraviesa mi cabeza: ¿Y si fue Jessica, quien vino a visitar a Adele y la insultó?

Decido volver y pasar por el bochornoso proceso de seguridad. Al ya saber de qué va, de una vez saco mi billetera, le mando un mensaje a Joshua para que venga por mi, que le dejé mi auto a Mills, apago mi celular y me acerco de nuevo a la entrada de la aduana.

—Disculpe, soy el detective Christopher Ross—me acerco a un guardia— ¿Ustedes saben quien vino a visitar a Adele Phoenix? Tengo entendido que alguien la visitó antes que mi amiga y yo.

¿Tu amiga, Ross? Esa mujer no es mi amiga... Y nunca lo será porque tú la quieres en tu cama y desnuda.

— Lo siento señor, no podemos darle esa información— ¡Maldición!— No estamos autorizados.

—¡¿Cómo que no están  autorizados?! ¿No escuchó que le dije que soy el detective Christopher Ross?




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