KATHY MILLS
—Hola mamá—la saludo al entrar corriendo a la mansión.
Desde que Mike murió, siempre está sentada en el sillón pequeño de la sala, con la mirada perdida observando un retrato de mi hermano cuando era niño. Ella no habla, no llora, no hace nada. Solo está ahí sentada. Y si me preocupa, pero también me preocupa lo que sea que hayan captado las cámaras de seguridad.
—Hola cariño... ¿Sucede algo? Te ves agitada—me pregunta al verme corriendo hacia la escalera.
—¿Está papá en casa?— pregunto sin detenerme.
Para ser honesta, no tengo idea de donde puedan estar los mandos del CCTV, pero mis padres deben de saberlo. O eso creo.
— Tú papá fue a ver al abogado. ¿Qué sucede, Katherine?— Me pregunta
— ¿En dónde están los monitores de las cámaras de vigilancia que hay en la casa?— Tengo prisa.
Cada segundo cuenta para evitar que mi amiga siga metida en ese infierno que debe ser esa celda. Me remuerde la conciencia que yo la culpé. No pensé claro, y ahora Adele está pasando un martirio por culpa de mi hermano, y tal vez, también mía.
—Están en el ático. ¿Me puedes decir qué te sucede?— Me dice subiendo el tono de voz.
Ahí es cuando me doy cuenta de que no se quedó en el sillón en el que se ha sentado los últimos cuatro días... Viene tras de mí.
—Sucede que acusamos a mi mejor amiga de asesinato.
—¿Qué? ¿Te refieres a Adele Phoenix?— Pregunta sorprendida—pero si esa chica mató a mi hijo— añade dolida
—No mamá... nos equivocamos— la interrumpo dando un profundo suspiro.
—No entiendo, Kathy, tú también la señalaste como culpable.
No me lo recuerdes por favor... No te imaginas lo culpable que me siento por haber desconfiado de mi mejor amiga.
—Sé que cometí ese error y espero de todo corazón que Adie me perdone, y para que eso suceda, debo demostrar su inocencia— voy a toda prisa del estudio de papá.
Ahí debe de tener las llaves del ático. Siempre está cerrada con llave una de las habitaciones, y justamente ésa, ha de ser el cuarto de mando del CCTV.
— ¿Estás diciendo que Adele es inocente?—Me pregunta mi madre conmocionada.
— Si mamá. Ella no mató a Mike—le respondo mirándola a los ojos.
Me duele ver a mi madre así. Es horrible que mi familia se esté destruyendo por la muerte de mi hermano. Nunca fuimos particularmente unidos, siempre nos dimos espacio. Mike era el más despegado, era raro verlo más de tres días consecutivos, y está claro que no nos conocimos muy bien, ya que nos ocultó que tuvo una hija con su exnovia Georgia Craven. Pero era mi hermano, y era también hijo de mi madre, y sé que ella, al igual que yo, queremos justicia, pero del modo correcto.
— Cariño, tal vez tu deseo de que tú amiga sea inocente es tan grande que no te deja ver con claridad...— me dice con voz tierna.
— No, mamá, Mike le envío un mensaje a Adele a las 2:36 de la madrugada, y yo abrí el mensaje a las 2: 38. Y yo estuve vigilando a Adie. Por Dios... ¡Estaba frente a ella! ¿En qué momento mató a mi hermano? Mamá, nos informaron que tenía drogas suficientes en su organismo como para no haber despertado en tres días... ¡Ella no podía hacerlo aunque quisiera!
— Depende de lo que haya dicho ese mensaje, pudo ser el detonante para que esa mujer... ¿No lo habías pensado?
La interrumpo nuevamente.
— La data de muerte es de Mike es de la dos de los mañana. Y te informo que leí ese mensaje, y no, no decía nada como para matar a Mike... —Aunque si para cortarle las bolas; pienso mientras abro la puerta del estudio de mi padre.
— ¿Qué estás diciendo?— Susurra asombrada.
—Están ocultando la verdadera hora que mi hermano murió... ¡pero si de algo estoy segura es que Adele no fue!
— ¿Estás segura?¿Quién haría algo así?
— No lo sé mamá— no lo sé, pero te prometo que voy a descubrir quién está detrás de esto.
— ¡Oh Dios...! ¿Pero quien está detrás de la muerte de mi hijo?— Dice mi madre con lágrimas en los ojos.
— Ojalá tuviera una respuesta, pero te juro que lo voy a descubrir.
Encuentro sobre el escritorio el juego de llaves de mi padre y sin más lo tomo y voy al cuarto del ático.
Subo las escaleras y mi mamá viene tras de mí. Se limpia el rostro con un pañuelo y trata de mantener la calma.
— Tú padre debe saber esta información...— me dice cuando estamos llegando al ático. — Debemos saber que fue lo que realmente sucedió.
— Llama a papá— le respondo y continúo mi camino.
Llego al ático.
El verano anterior unos delincuentes entraron a robar ésta casa y mi padre mandó a poner unas cámaras de seguridad.
Pruebo casi todas las llaves... y cuando estoy con la décima, escucho el "click" y por fin entro al cuarto dónde posiblemente están los monitores.
¡Si! Es el cuarto de monitores. Están en la pared del lado izquierdo catorce pantallas de veinte pulgadas cada una. Hay un escritorio con mandos pequeños, parecen controles de videojuegos. Varios teclados y en la parte inferior del mismo están unos aparatos. Imagino que son las videograbadoras. Me acerco y tomo una de las sillas. También busco un disco para quemar las grabaciones de ese día y busco las imágenes grabadas ese día a partir de las dieciocho horas.
—¡No entiendo para qué tiene Demián un celular si nunca lo responde!— entra mi madre al ático con el auricular del teléfono fijo en una mano, y en la otra el celular; y está molesta.
—¿Otra vez no contestó?— pregunto yo sin dejar de mirar la pantalla.
—No, para no variar... ¿Qué buscas con exactitud?— responde y se acerca a mi.— Sé cuánto está sufriendo por la muerte de nuestro hijo, pero ¡No debería alejarse... Debemos estar más unidos que nunca!
— Ya regresará— le digo para darle ánimo.
Mi padre es un hombre que no le gusta demostrar debilidad delante de los demás, pero sé el dolor que está sintiendo.
Ya coloqué un disco en el dispositivo quemador y estoy buscando en los archivos de la semana.
Editado: 18.07.2020