No recuerdo con claridad aquel amargo momento...
Subí las escaleras corriendo, abrí la puerta. Él ya no estaba allí.
Ardientes lágrimas rodaron por mis mejillas. Borroso.
Lo habían consumido.
Todo era negro. Las personas, solo sombras escurridizas. Nunca le habían gustado. Afirmaba que eran míseros clones. Temían lo diferente. Nos temían a nosotros.
Entonces lo comprendí, comprendí lo que me había dicho tantas veces:
"Y si hay miedo, lo hacemos con miedo solo para hacernos un hueco en este mundo"