Lo miro fijamente mientras siento el peso del martillo en mi mano...
Realmente me entristece, se me salen las lágrimas y no puedo contener el dolor.
Lo rodeo. Necesito hacer esto, si no lo hago yo, lo hará otra persona.
–Lo siento, lo siento mucho– Intento callar mis sollozos.
Me acerco más hasta quedar justo enfrente. Levanto las manos, dejo caer el martillo...
Oigo un terrible crujido y siento el líquido rojizo salpicándome.
Ya está, ya lo he roto. Ya rompí mi corazón