Insanos

Capítulo 4

Atenea

Una semana después.

El proceso de curación ha sido una pesadilla. En parte por el dolor que tengo en la pierna que me impide caminar con libertad y, el hombro lo tengo resentido. La bala roso un poco la clavícula, es una tortura.

Me recetaron antibióticos, Cefaloposporina. La tomo cada ocho horas. Gracias al medicamente el dolor se afloja, pero no desaparece. Veremos si de aquí a quince o menos días, puedo a volver a mi vida normal.

Estoy tirada en mi cama mirando el techo, sumergiéndome en mis pensamientos. Increíblemente nada de lo que sucedió ese viernes recuerdo, mis hermanos me han dado detalles y, yo he optado por no escuchar más. Mi mente me dice que es imposible que yo haya hecho eso, pero mi conciencia me recalca una y otra vez que si lo hice, mate a personas, y me disfrace totalmente de alguien que no soy.

Me asfixia pensar que puede pasarme otra vez.

Me esfuerzo en despegar mi cuerpo de la cama, soltando gemidos inconscientes. No soporto estar sin hacer actividades en el día, por mas sencillas que sean necesito hacerlas.

 Sujetándome de las paredes y, muebles de mi habitación, me dirijo a un pequeño estante de madera. Donde guardo, fotos, documentos, libros de cuando iba al colegio, colegio que abandone por mi padre cuando tenía quince años.

No toco ese estante desde hace mucho tiempo. De niña hacia cartas para mi madre, pensando en que un día contestaría, pero eso era imposible, ella había muerto cuando nací. Al menos eso fue lo que mi padre nos conto, era muy pequeña para asimilarlo y, creérmelo. Un día todas esas cartas regresaron a mi después de a verlas mandado al correo, se las entregaba a una señora de unos setenta años para que las llevara, siempre me decía que mama algún día iba a contestar, eso mantenía mis esperanzas.

Unos meses después Tita murió, la señora. Sus hijos me entregaron las cartas, que yo había escrito. Fue cuando supe que nunca habían llegado al correo ni a mi madre. Tita lo hizo, para hacerme sentir mejor. Me ayudo, y le estaré agradecida toda mi vida por ese simple gesto.

Después de agarrar la caja con todas las cartas, observo otra de color marrón un poco más grande, no recuerdo esa caja. La curiosidad me come la piel y la, tomo.

Esta desgastada y llena de polvo, cosa que me causa varios estornudos.

Lleva en la tapa una fotografía de mi y, mis hermanos de niños. Recuerdo ese día de muy mala manera. En ese momento tenia cinco años, era una niña llena de vida y, color.

Papa, ¿Por qué haces esto?—Le susurre a mi padre quien se encontraba inyectando mi brasito.

Hay muchas personas a nuestro alrededor observándonos con atención. Mis hermanos no están aquí, solo yo.

Mi padre me miro, con sus ojos azul cielo y, respondió. —Solo debes estar tranquila Ati. —Fue lo último que dijo inexpresivo, cuando mis pequeños ojos negros comenzaron a cerrarse.

Lagrimas empezaron a caer de mis ojos. Muchas veces me pregunto, porque tuvimos que vivir tanta crueldad. Estábamos solos siendo unos niños, mi padre, Joseph nunca pregunto por cómo nos sentíamos al respecto de las cosas que nos hacía. Solo las hizo y, ya.

Esos momentos que viví quedaran grabados por siempre en mí. Cuando mi padre se suicido, no me detuve a pensar en si lo quería. Me sentí libre, pero mal a la vez porque después de haber destruido mi vida en estos años, es ahora que por fin puedo caminar sin miedo, pero no tengo ánimos para eso. No soy la misma, ese brillo que tenía en mis ojos de pequeña, fue reemplazado por un mar oscuro de lagrimas acumuladas.

Coloque la caja donde mismo estaba, y me puse de pie. No quiero ver ninguna de esas fotografías,o lo que sea que haya en ella. En algún momento la revisare, pero ahora no estoy emocionalmente preparada para lo que vere en ella.

 Atenea tienes que ver esto. —Asustado entra Aarón acabando con los recientes pensamientos.

¿Qué pasa?—Pregunte poniéndome de pie con dificultad.

Su cara no me dice nada bueno, parece preocupado.

No responde y, me señala con la mano que lo siga.

Camino sin mucho esmero, por las punzadas de mi pierna. Bajo las escaleras de madera agarrándome de la baranda. Lo veo frente al televisor con una mano en la frente. — ¿En serio para ver algo en la televisión?—Señale a mala gana el aparato.

Se reporta desde el viernes pasado esta noticia de la chica que realizo un altercado en la empresa, Colegant, en Gretna, Luisiana. —Al principio no sabía de que hablaba, pero al mencionar el nombre de la ciudad, entiendo a donde retorna el asunto.

Mi cara cambio de estar malhumorada a preocupada, me siento en uno de los muebles para seguir escuchando. —La culpable es esta chica, de cabello y ojos oscuros. —Van saliendo imagines de mi, que no sé de donde carajos sacaron. —El dueño de la empresa pidió que no la arrestaran, pero que si pusieran imágenes de ella. Para que a otras empresas no les pase.

¿¡De qué carajo hablan ¡?—Exasperada grito mirando la pantalla.

Aarón me observa con los ojos como platos. —Para esto te llame. —Pronuncio en seco.

Esto es injusto, no tiene nada que ver lo que acaba de comentar la reportera, con lo que en verdad paso. Me acusan de formar bullas en una empresa, que ni si quiera conozco.

Esto es mucho ya. —Arrastro mis dos manos en mi pelo con frustración.

Me giro a la puerta, cuando entran mis hermanos quienes venían del entreno. Se quedan confundidos por mi cara y la de Aarón.

¿Y esas caras?—Ríe Alex dejando su mochila y, bote de agua encima de la mesa.

Lucas se me acerca y, toma asiento a mi lado. Me mira con detenimiento. — ¿Estas bien?

Saco la vista del suelo y, lo observo por unos segundos aun asimilando lo sucedido. — Salí en las noticias, dicen que arme un bullicio en una tal empresa, Cologant, supongo que sea el lugar donde nos internaron.

Toma un respiro apartando la cara de mí, de manera pensativa. —Yo lo sabía.




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