Llegué puntual, según yo cumplí mis objetivos: Seguro, serio y digno. Me puse un traje, el único que tenía disponible, el del día en que fui a la oficina. Mi sigilo, muy bien ocultado en mi bolsillo. Todo en su sitio. Un pequeño paso para la farsa.
–¿Su reservación?
–¿Bélanger? –dudaba de todo y de todos, es que es todo tan diferente.
–Bien, sígame.
Me llevó al segundo piso, el lugar exhalaba elegancia, los colores cálidos y las lámparas con bellos adornos de flores; simplemente era un deleite para la vista.
–Esta es la mesa, ¿Desea ordenar algo para esperar?
–No, gracias. –aquí hasta el agua debe valer una fortuna.
Esto es demasiado incómodo y no aparece Marina. De por sí toda la escenita del novio me da tanto miedo, ahora con lo que ella no viene empeora el ambiente.
–Disculpe, ¿Quién es usted? –alguien me agarro del hombro, ya me quiero ir.
–Yo… –no titubear. –soy… –¡Firmeza hombre de Dios! –el novio de Marina.
–Ya veo.
Se puso en frente mío y no sé. Es mi parecer o por lo menos una hipótesis, sin embargo, sé que el universo conspira en mi contra. Es de mi conocimiento que en el mundo existen situaciones peores que la mía, aunque eso no evita que me sienta mal. Rogar para que la tierra me trague es tan imposible como que el humano desarrolle alas; así que me atrevo a decir lo siguiente: ¡POR QUÉ DENTRE TODOS LOS HOMBRES DE ESTE MUNDO O HASTA DE OTRO PLANETA LA CITA DE MAR TENÍA QUE SER JUSTAMENTE MI JEFE!!!
–Usted es el pasante.
–Sssss…Nnn… –estoy arriesgando mi vida. –¡Sí! –dije por fin.
–¿Puedo sentarme? –sus ojos se posaron en mí, se acercó mucho, demasiado diría yo como para acercar una silla. –¿Quieres algo?
–No, –intenté comportarme serio debido a que la seguridad falló. –lo único que le venía a decir es que Marina no quiere una relación en estos momentos y que por favor desista de cualquier intención que tenga.
–No me lo esperaba. Aunque si no quiere tener relaciones ¿Qué hace usted aquí? ¿Es verdaderamente su pareja? ¿Por qué no vino ella a explicármelo? Lo hubiera entendido perfectamente.
–¡Claro! ¡Soy su pareja! –este hombre parece un zorro, es igual de sagaz que uno. –¡Ella!… ¡No quería que lo viera! –eso sonó a que soy celoso, me estoy ganando mala fama a pulso.
–Bueno, no es de mi incumbencia lo que pase en la vida de la señorita Davis. –puso una sonrisa que enmarcaba su superioridad. ¡Solamente a mí se me ocurre pelearme con un hombre como Edward McCarthy!
–Como veo que ya lo entendió, me retiro. Que pase una bonita noche. –mi intención era salir, aunque algo me detuvo, para ser preciso él me detuvo.
–No es bonito que me deje aquí sentado, me hace quedar mal y empeora todo haciendo ese tipo de movimientos. Quédese, yo invito.
Me deja sin palabras, aun así, no deseo una compañía como la suya.
–Si me rechaza sólo ganará mala voluntad mía en la empresa ¿Eso es lo que quiere?
–¡Se da cuenta que me obliga a quedarme! –susurré, nadie debe oírnos.
–No me agrada que rechacen mis propuestas y tampoco me agrada que me dejen comiendo solo.
–Debe tener su agenda repleta de amigas que encantadas vendrían a cenar con alguien como usted.
–Pero yo pedí su compañía. –su tono se tornó aterrador y demandante, ¡Qué miedo! –¡Quédese junto a mí! –lo dijo cerca de mi oído, era un suave susurro lleno de fervor. Me siento idéntico a una hoja de otoño que se deja llevar con el viento y cae al piso sin que haya otro remedio. Por favor deja de ponerme en esta posición, como futuro empleado no es permitido rechazar. –¿Y bien?