El meollo de esta hecatombe fue resuelto de la única manera en que yo, y remarco yo, pude resolver. Quedarme callado. En medio de todas esas reducciones, agregados e ingredientes raros lo único que me parecía familiar era el postre.
–¿Se siente cómodo en sitios como este? –¡Noto mi cara! ¡Lo vio todo!
–La verdad no. –el único camino que me queda es ser digno en la derrota. –No me gusta comer en lugares como este. –tomando en cuenta que a duras penas recuerdo lo que aprendí de etiqueta y protocolo en clases.
–Y ¿Qué tipos de lugares frecuenta? –hizo un movimiento de manos y llamó al mesero. –Tráigame una botella de Chardonnay.
Ni idea que dijo, ¿Será políglota?, aunque tampoco me resultaría extraño debido a que estudio en el extranjero. Necesito salir de este lugar sofocante, ¡Siento que voy a morir!
–No me respondió. –me miró muy atento y de repente el mesero vino con lo que él había pedido.
–Yo… –escuché caer el líquido a mi copa y a los comensales charlar, pero en ese momento padecía una parálisis. –suelo ir con mis amigas a la plaza América. –tanto movimiento, varios sonidos juntos activaban mis nervios.
–No conozco ese lugar. –vi de reojo que me señaló la copa. – Tome por favor.
–Lo siento. –agarré la copa y mis desgraciados dedos de mantequilla casi provocan un accidente.
–¿Cómo es?
–Hay una estatua en medio de la plaza, es de Américo Vespucci. Hay muchos árboles alrededor y bonitas flores, la mayoría son silvestres y puestos de comida en donde también expenden cerveza. –no quise decir eso.
–No se sienta avergonzado. –¡Eso hace que me sienta aún peor! –en lo personal no me gusta la cerveza, pero de vez en cuando disfruto de alguna que otra copa.
Esta bebida sabe muy bien, tiene sabor a manzana o melón, es dulce ¡Qué rico!
–¿Es resistente a la bebida?
–No tanto como quisiera. –me reí sin notarlo. –¿Usted?
–Nunca llegué a comprobarlo.
–¡¿Quiere comprobarlo?! –eso me sorprendió, quizá cuando se dé la oportunidad de organizar algo en la oficina bebamos y lo veré borracho. Imaginarlo me divierte mucho.
–Vamos ahora, cuento con tiempo. –lo dijo como si no le afectara.
–¡Oh! ¿No tiene problema en que sea yo con el que haga su prueba de resistencia?
–Pttf –no entiendo, se rio dentro de su boca y ocultó su expresión con la palma de su mano ¡¿Por qué?! –No, tampoco me disgusta tenerlo como compañero. A demás me entró curiosidad cuando describió el lugar, su rostro se llenaba de luz natural y sus mejillas lucían muy bonitas sonrosadas. Admito que es un hombre muy lindo.
–Muchas gracias. –volteé mi cara. –Supongo… –tome un poco de esa dulce ambrosía que había ordenado.
–Son las ocho aún. ¿Alcanzamos?