Instrucciones para restablecer el Destino

111 | Confesiones de Nathaniel

Fragmento de la sesión individual de terapia psicológica dirigida al paciente Nathaniel K.R.

Nathaniel: N.; Terapeuta: T.

Fecha: Jueves, 6 de septiembre de 2018

 

T: Espero que te encuentres bien esta tarde, Nathaniel.

N: Sí, doctora. No me puedo quejar.

T: Esa última frase suena interesante. No me puedo quejar.

N: Mmm… quisiera pensar que solo es un decir, pero como tú ya me lo has dicho mil veces, nada es inocente en el lenguaje.

T: Este es un espacio seguro por si deseas… quejarte.

N: Lo sé, lo sé. Pero… es que… siento que no tengo derecho a hacerlo. Un hombre como yo… usted sabe… con tantos privilegios. ¿De qué me podría quejar?

T: Te sorprenderías de lo que se lamentan mis pacientes en consulta.

N: No lo dudo, mi padre el primero, por ejemplo.

T: Es curioso que lo nombres, como primera opción.

N: En realidad, es mi única opción.

T: ¿Por qué no hablamos de tu padre? Creo que ya va siendo hora, ¿no te parece?

N: Supongo que no tengo elección. Después de todo, él es la razón por la que he estado en terapia desde que era un infante, creo.

T: Adelante, te escucho.

N: No sé ni por dónde empezar. Se me hace raro hablar de mi padre, ¿sabe? A decir verdad, no he tenido nunca a nadie con quién hablar de él.

T: Pero me acabas de decir que fuiste a terapia cuando eras niño.

N: Sí, pero, no sé. Era diferente. Me expresaba de otra manera, más simbólica. Nunca con franqueza, como podría hacerlo ahora.

T: Me alegra que consideres a este el momento y el lugar oportuno.

N: Mi padre es como… damn it! Ahora que tengo la oportunidad de hablar de él, no me salen las palabras. ¿Te parece curioso?

T: Tómate tu tiempo.

N: Es que me siento como un clon defectuoso de él.

T: ¿Defectuoso?, y ¿clon?, ¿por qué?

N: Desde pequeño la gente se ha dedicado a halagarme, principalmente por mi parecido a él. Nunca por mi cuenta. Siempre en función de mi padre. Yo diría que hasta ese es mi principal atractivo.

T: ¿Eso te molesta?

N: Al principio, no. Aunque, con el tiempo, he deseado distanciarme de él. Fail total, por cierto.

T: ¿Por qué?, ¿puedes explicarte?

N: ¿Ha visto fotos de papá a mi edad?

T: No.

N: Si lo hiciera, sabría el porqué de mi fracaso.

T: ¿Por qué te molesta ahora?

N: Creo que eso es obvio.

T: Nada lo es. Explícate, por favor.

N: Mi padre y yo no nos llevamos bien. Usted sabe eso.

T: ¿Por qué?

N: ¿Por qué debería llevarme bien con él? Es un padre abandónico.

T: Tengo entendido que nunca se desentendió de ti.

N: Económicamente, no. Pero, en todo lo demás, sí.

T: Lo veías unos meses al año antes de que se mudara, de nuevo, a La Capital. ¿Cómo eran aquellos encuentros?

N: Como decía mamá, se comportaba como el poli bueno. Paseos superficiales, comida chatarra, golosinas, juguetes de moda, hedonismo puro. Quería congraciarse conmigo a través de brindarme la mayor cantidad de diversión insulsa posible. Y lo logró por un tiempo. Aunque cada año se le hacía más difícil. Bueno, yo lo hacía más difícil.

T: ¿Por qué se lo hacías más difícil?

N: Porque, con cada año que pasaba, tomaba consciencia de cómo eran las cosas entre él y mamá. Me di cuenta de que ella no lo toleraba. Es más, ni siquiera le dirigía la palabra, salvo para lo indispensable. Ni hablar de tocarla. Era como una desconocida para él y él para ella. Se me empezó a hacer raro. Así que, un día, se lo pregunté a mamá.

T: Y ¿qué te dijo?

N: Recuerdo bien esa mañana. Yo tenía diez u once años. Habíamos ido a los rápidos. Mamá detesta los deportes extremos y no le hacía ninguna gracia que practicara canotaje con papá. Se quedó en el auto. No quiso ir a verme. Cuando regresé para cambiarme, noté que había llorado. Ahí se lo pregunté: ¿por qué odias a papá? Ella me contestó que porque siempre se salía con la suya. ¿Ves? Nunca me negó el hecho de que lo odiaba. Ese día lo supe. Y ese día comencé a solidarizarme con ella. Yo mismo reclamé a mi padre por haber pasado por encima de los deseos de mamá para llevarme al descenso de ríos. Y me solidarizo con ella hasta ahora. Por eso no me cabe en la cabeza que ellos dos se casaran. Siento que ella se traicionó a sí misma y a mí con ella.

T: ¿Por qué sientes eso?

N: Porque yo dejé de querer a mi padre para congraciarme con ella. Para solidarizarme con su… odio. No sé. O con su antipatía. Y, luego, regresa papá en 2014 con una orquídea en la mano a nuestro departamento y mamá lo perdona de inmediato.




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