"Sin importar lo que el destino tenga preparado para nosotros, quiero que sepas que jamás me olvidaré de ti, ni de todo lo que compartimos”
—Autor desconocido.
Caminaba rápido hacia la biblioteca. Sabía que llegaría tarde, pero no pensé que demoraría dos horas. A lo mejor ella ya no estaba. ¡Soy un tonto descuidado! Mi teléfono se había descargado, perdí el autobús... Hoy no estaba siendo el buen día que esperaba.
Sujeté con fuerza mi mochila. Le había comprado un libro y deseaba que le gustara. Me detuve en la puerta, mi pulso estaba acelerado. Había organizado este día para poder decirle lo que siento, pero los nervios me hacían sentir que todo estaba mal. Abrí la puerta detallando el lugar, la buscaba entre todas las mesas con la leve esperanza de que aún estuviera. Y no me equivocaba, estaba ahí sentada leyendo su libro. Se veía tan hermosa sumergida en las páginas, ignorando el ruido del mundo. Su sonrisa resplandecía con cada letra que leía.
Suspiré desanimado. Estaba mal todo lo que estaba sintiendo, sabía que debía dejarlo, olvidar todos estos sentimientos e ideas tontas que creé en mi mente. No debí ir contra el destino, nada había salido bien desde la mañana y aun así me aferré a luchar, y ahora que estoy a unos pasos de estar cerca de ella, esas fuerzas se han ido... Había cruzado una barrera y si ella me rechazaba, todo se acabaría.
Volví a salir de la biblioteca y me acerqué a una de las bancas mientras respiraba. La decisión que estaba por tomar era difícil...
La puerta se volvió abrir y el aire se impregnó de su perfume. Me había visto.
—¿Lucas? —preguntó confundida.
Me levanté sin mirarla y me alejé dispuesto a salir del instituto.
Estaba hecho, seríamos extraños con recuerdos.