«No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo”
—Walt Whitman.
Estaba entre nervioso y ansioso. No sabía cómo llegar a sentirme, ya que podía ser aceptado o rechazado, pero solo al momento de verla sabría si su respuesta fue un sí.
Darel llevaba su mejor traje, y ambos nos compramos unas máscaras negras que combinaban. El sí había invitado de manera formal a Violet al baile, así que confiaba que le iría bien en su primera cita. Seguro estaba esperando la hora para pasar por su chica. Yo, en cambio, me iría aparte, tenía que pasar a comprar unas flores. Pero seguía en mi casa todavía, ya que aún era temprano para llegar al baile.
Subí a mi habitación y revisé el armario, recuerdo que lo guardé aquí. Nunca pensé en llegar a entregárselo, pero esta era la oportunidad ideal para hacerlo.
Tomé el empaque, lo había envuelto para que no se fuera a dañar. Fui a mi escritorio, y tomé la hoja y el lápiz.
Este podría ser un intento, o quizás el final de ellos.
Mi querida poetisa
Niña de ojos color miel, cabello negro como la noche, piel blanca como la nieve. ¿De qué cuento has salido?
Podría llamarte musa, diosa, reina e inmortal, porque tu belleza es muy sobrenatural.
Me pregunto ¿con qué misión has venido?
Soy tu esclavo y servidor.
Únicamente me inclino con tus deseos.
Oh, musa, eres la diosa de mi inspiración, eres la estrella que alumbra mi sendero. Era la magia que me enloquece.
Hechicera de mi corazón.
Cada intento que te escribo es para robarte un suspiro, pero con cada letra que te dedico quedo más enloquecido.
Con mucho amor por ti, tu intento de poeta.
Tomé la hoja y la doblé, colocándola encima del empaque, luego salí de mi casa hacia la floristería más cercana. Sabía cuáles eran sus favoritas, así que no tuve que pensar mucho. Tomé un taxi que me llevara al instituto, porque no quería llegar tarde.
La música se escuchaba a todo volumen. Me acerqué al salón de fiesta mostrando mi invitación, ya que cada uno por ser estudiante tenía una invitación, así evitaríamos que extraños se metieran a la fiesta.
Llegué hacia la mesa donde estaban las bebidas y tomé un vaso, miraba hacia los lados y en la pista de baile estaba Darel con una chica, me imaginé que sería Violet, no lograba distinguirla. Mis manos me sudaban, así que dejé el vaso en la mesa por temor a derramar su contenido.
Posé mi mirada en todas las chicas en un intento por reconocer entre ellas a mi amada, y es que la verdad no la veía.
¿Y si su repuesta era un no? Había sido rechazado.
Moví el nudo de mi corbata, me sentía sofocado por todas las emociones que sentía.
Hasta que la vi, llevaba un vestido ajustado a su pequeño cuerpo. No sabía si estaba alucinando o si de verdad era ella la que venía. Todos mis compañeros voltearon a mirarla, y es que el negro se había vuelto su mayor arma.
Su cabello combinaba con su vestido y la máscara que llevaba. Mi corazón se aceleró cuando llegó hasta mí, no sabía qué hacer. Su porte derrumbó todas mis barreras, me sentí expuesto, la había engañado...
Volvía a sentirme así, así que decidí alejarme de ella.
—Esta vez no huirás, Lucas —dijo sujetando mi mano cuando intenté irme.