El sol se elevaba sobre Lima, iluminando la ciudad con su calidez dorada. Jeed despertó sintiéndose más tranquilo en mucho tiempo. La aceptación de su destino había aliviado, al menos en parte, la carga que llevaba consigo. Se levantó con una nueva sensación de propósito, decidido a aprender más sobre lo que significaba ser un Hijo del Sol.
Ese día en la escuela de gastronomía, Jeed intentó concentrarse en sus clases, pero su mente seguía volviendo a las palabras del mensajero. Mientras sus compañeros discutían técnicas de cocina y recetas, él se preguntaba cómo encontraría a otros Hijos del Sol y qué tipo de entrenamiento necesitaría. Sabía que debía prepararse tanto física como mentalmente para enfrentar las fuerzas oscuras.
Después de las clases, decidió visitar la biblioteca nuevamente. Pasó horas revisando libros de mitología y leyendas, tratando de encontrar alguna referencia que pudiera guiarlo. Encontró fragmentos de información aquí y allá, pero nada concreto sobre los Hijos del Sol. Sin embargo, una cosa quedó clara: su misión era proteger y defender, una tarea que requeriría valentía y sacrificio.
Una tarde, mientras caminaba por el parque, sintió una presencia familiar. Miró a su alrededor, pero no vio a nadie. Sin embargo, el aire parecía cargado de energía, y una voz suave pero firme resonó en su mente.
—Jeed, estás comenzando a entender tu propósito. Pero hay mucho que aprender y preparar.
Jeed se detuvo, reconociendo la voz del mensajero. Aunque no podía verlo, sabía que estaba allí, observándolo.
—¿Cómo .. comienzo? —preguntó en voz baja y con miedo, esperando una respuesta.
—Debes buscar a otros como tú. En esta ciudad, hay quienes conocen la verdad y pueden guiarte. Ve a la antigua iglesia en el centro de Lima. Allí encontrarás a alguien que puede ayudarte.
Jeed sintió una mezcla de curiosidad y nerviosismo, pero estaba decidido a seguir las instrucciones del mensajero. Esa misma noche, decidió dirigirse a la iglesia. Eran las 10 de la noche y la ciudad ya se encontraba tranquila. La estructura antigua y majestuosa parecía fuera de lugar en medio del bullicio de la ciudad moderna, pero había algo en su presencia que inspiraba respeto y reverencia.
Al entrar, Jeed se sintió abrumado por la atmósfera tranquila y solemne. Caminó por los pasillos, observando los vitrales que representaban escenas bíblicas y leyendas. Finalmente, se encontró ante un altar donde una figura encapuchada estaba arrodillada, en profunda oración.
—Perdón, estoy buscando a alguien que pueda ayudarme —dijo Jeed, su voz resonando fuerte en el silencio de la iglesia.
La figura se levantó lentamente, y al girarse, Jeed vio a un hombre de mediana edad con ojos penetrantes y una expresión serena. —He estado esperando tu llegada, Jeed —dijo el hombre, con una voz suave pero firme—. Soy el Padre Gabriel, y conozco bien a los Hijos del Sol.
Jeed sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar esas palabras. Era la confirmación que había estado buscando.
—Necesito entender lo que soy y cómo puedo cumplir con mi destino —dijo Jeed, su voz temblando ligeramente.
El Padre Gabriel lo miró con comprensión. —Eres joven y tienes mucho que aprender. Pero has dado el primer paso al aceptar tu destino. Ven conmigo, hay mucho que discutir.
Jeed siguió al Padre Gabriel a una pequeña sala en la parte trasera de la iglesia. La habitación estaba decorada con símbolos antiguos y textos sagrados. El Padre Gabriel se sentó y señaló una silla para que Jeed se uniera a él.
—Los Hijos del Sol han existido durante siglos, protegiendo a la humanidad de fuerzas oscuras que buscan causar caos y destrucción —comenzó a explicar Gabriel—. Cada uno de nosotros es elegido por una razón, y llevamos una responsabilidad sagrada.
Jeed escuchó atentamente mientras Gabriel le explicaba la historia y las responsabilidades de los Hijos del Sol. Aprendió que cada Hijo del Sol tenía un amuleto único, que no solo simbolizaba su conexión con el sol, sino que también les otorgaba poderes especiales para enfrentar a las sombras.
—Tu amuleto es la clave para desbloquear tu verdadero potencial —dijo Gabriel. —¿Y ahora qué? —preguntó Jeed, sintiendo el peso del amuleto en su mano.
—Ahora comienza tu entrenamiento —respondió Gabriel—. Aprenderás a canalizar la energía del sol y a enfrentar tus miedos. Te guiaré en este camino, pero debes estar dispuesto a sacrificar mucho.
Jeed entendió, consciente de que no había vuelta atrás. Durante las semanas siguientes, entrenó bajo la guía de Gabriel, aprendiendo a usar su amuleto y a conectarse con la energía del sol. A medida que avanzaba, sentía que sus miedos se desvanecían gradualmente, reemplazados por una nueva confianza y determinación.
Una noche, después de una intensa sesión de entrenamiento, Jeed se atrevió a hacer una pregunta que había estado rondando su mente.
—Padre Gabriel, ¿cómo puede una iglesia cristiana estar vinculada con los Hijos del Sol? Gabriel lo miró con una expresión enigmática y sonrió levemente.
—Aún no estás preparado para saber todo eso, ademas yo tampoco se a la perfeccion, Jeed. Lo irás descubriendo en el transcurso de tu camino. Solo debes saber que mi familia ha estado ayudando a los Hijos del Sol durante generaciones en todo el mundo. Es una tarea que hemos aceptado con devoción y responsabilidad. Jeed entendió, aunque no completamente satisfecho con la respuesta. Pero decidió confiar en el proceso y seguir adelante con su entrenamiento.
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Editado: 29.05.2024