El desayuno pasó tranquilamente, a pesar de que lo hice a prisa. Mamá me observaba con cierta desconfianza, era extraño que yo bajara tarde a desayunar, de hecho sabía que odiaba la impuntualidad.
Tenía miedo de avisarle que me iría en mi auto, pero no me quedaba mucho tiempo, tenía que hacerlo ya.
—Mamá— apenas pronuncié ella me miró rápidamente, esperando que continuara. —Creo que mejor iré a la universidad en mi auto, tengo que...— no se me ocurría nada, le di una mirada a todo alrededor de la cocina buscando una excusa ahí, la cual no estaba ahí obviamente. —Un amigo vendrá conmigo— dije la verdad, no completamente, pero era la verdad. Además no me pondría a explicarle en ese momento que Eddy había aparecido misteriosamente y pasó la noche en casa seguramente.
Papá me miró incrédulo, yo jamás pasaba tiempo con amigos hombres, todo lo que había pasado anteriormente me ponía patética a la hora de hablar con chicos, así que nunca había tenido un novio ni nada parecido. Amigos quizás y había tenido algunos, pero no tan cercanos, por lo tanto tampoco salía con ellos ni nada más allá de vernos en clases.
Bastante patética, lo sé.
—¡Así que eso era!— Mamá chilló de la emoción que no podía explicarme de donde salió.
—Anne. —Papá la regañó, quizás él también pensó en otra cosa y ya estaba reaccionando como cualquier papá celoso.
Ni siquiera me había percatado que eso sonaría de otra forma, hasta que salió de mi boca. No quería que pensaran eso, porque ni siquiera era algo así, ese chico se iría en cualquier momento.
—¡No es eso, mamá! Sólo lo llevaré a... algún lado y ya, no es nada. —Tuve que aclarar un poco la situación.
—Vamos, hija. No te preocupes, ya era hora de que conocieras un chico, pensábamos que...— Ambos intercambiaron miradas. Creo que sabía lo que pensaban. —Que te gustaban las chicas— completó después de unos segundos. Y sí, lo dijo, jamás imaginé que lo diría en voz alta.
Miré mi teléfono, levantándome rápidamente para salir de ahí, no me quedaría a explicarles cosas que no quería aclarar. Hace tiempo que ya había descubierto que también me gustaban las chicas, pero no era momento para hablar de eso.
—Tengo que irme o llegaré tarde a clases también— les sonreí, corriendo hacia donde estaba mi auto con Eddy.
Al menos con la mala idea que los dos se crearon, no tuve que especificar las razones. Por lo menos no las verdaderas.
—¡Eddy, Eddy!— grité, esperando que ya estuviese dentro del coche y que nadie lo haya visto.
—Estoy acá. —Lo vi recargado en la entrada del coche.
—¡¿Qué haces ahí?! ¡Ya es tarde, te dije que subieras al auto!— Él frunció el ceño.
—Si supiera como entrar a esta cosa, lo hubiera hecho— se quejó, rodando los ojos.
Quise burlarme por lo que dijo, entrar a un auto era algo muy sencillo. Pero al ver su rostro aún con confusión, preferí no decir nada.
Este chico se tomaba muy en serio su papel. Después de todo por qué necesitaba ir a Sunland.
Una leve risa salió de mis labios sin querer al darme cuenta en la situación que estaba: en un auto con un extraño desconocido que no sé si es realmente lo que creo que es. Podría incluso llevarme a mi muerte ahora mismo.
—¿Qué es lo gracioso?— Eddy habló de repente, haciéndome sobresaltar. Yo no supe que responder, no iba a contarle lo que pasaba por mi mente. —Claro, además del hecho de que voy en un coche bastante moderno, no lo sé, conducido por una mujer.
—¿Perdón? ¿Qué tiene de malo eso? Ni siquiera había pensado en eso. Escucha, tu papel de chico del siglo pasado ya me cansó en serio. O me dices tu verdadero nombre o te bajo aquí mismo y...— Él sólo se dedicó a mirarme como si ahora yo fuese la que estaba diciendo cosas sin sentido.
—Las personas de Mistreal son tan raras, creen que por vivir en una de las ciudades más modernas y cercana a la capital, pueden tratar a los demás como si no fuésemos personas también. Y nos acusan sin argumentos de cualquier cosa. Ya te he dicho antes que no entiendo a qué te refieres, jamás me he interesado realmente por las artes, en Puerto Plata no es como aquí, es solo un pueblo pesquero pequeño... Por si no lo sabías...— Fijó su mirada en mí, me estaba poniendo nerviosa.
Así que desde allá venía.
—Por supuesto que se dónde queda Puerto Plata. —Rodé los ojos, odiaba que los hombres se sintieran superiores a las mujeres en pleno siglo XXI.
—Cierto, lo olvidaba estoy tratando con la señorita más inteligente del mundo. Había olvidado que usted asistía a una universidad— rio, pero sin gracia claramente, dando a entender su ironía.
—Por lo menos podrías decirme como llegaste hasta acá y a mi casa, realmente me interesa más lo último, porque es extraño que llegaras hasta allá, no hay mucho por ahí. —Quería intentar sacarle la mayor información posible, no sé por qué, puesto que si era un asesino o algo por el estilo no me dejaría contarle a la policía y creo que era peor saber acerca de él, sin embargo ya había hablado.
—Dudo que eso importe, dices que me llevarás a estación de autobuses donde iré hasta Sunland, para después buscar a mi padre y volver a mi hogar. —Se encogió de hombros.