Intruso silencioso

Capítulo 9. Siglo pasado

Los días pasaban rápidamente, entre trabajos escolares, tareas; proyectos y ensayos que los maestros iban pidiendo pero que serían entregados al final del semestre, como siempre. Y no sé qué me había estresado más si las tareas o que la mayoría de ellas tenía que hacerlas en equipo y conocer gente nueva no era mi pasatiempo favorito. Más de dos semana habían pasado desde la llegada del extraño chico rubio a mi habitación.

Eddy, por otra parte, en ocasiones solía quedarse mejor en casa, después de todo nadie sabría que él estaba ahí. Una de las habitaciones de invitados se convirtió en la suya, claramente siendo muy cuidadoso con las cosas que utilizaba ahí para no levantar sospechas de que alguien había estado durmiendo en esa cama. Me di cuenta que era muy exigente con la limpieza, cuando entraba a su habitación la encontraba exactamente como siempre había estado y limpia; al igual que su ropa, suponía que la lavaba en el baño, pues aseguraba que la lavadora era muy complicada de utilizar y se negó a que yo le ayudara, por desgracia el chico sólo contaba con lo que tenía puesto.

No le gustaba mucho ir a clases conmigo, él apenas y había terminado el bachillerato. Su padre de cierta manera lo había obligado, quería que estudiara una carrera pero él estaba seguro que su destino era ser un gran navegante como su padre. Por lo tanto, mientras esperaba a que yo volviera a casa, le llevaba libros que pedía prestados de la biblioteca de la universidad, especialmente los que trataban a cerca de viajes en el tiempo. Quise enseñarlo a buscar en internet, pero prefería los libros. 

Nos las habíamos arreglado perfectamente para que no lo descubrieran, yo le llevaba comida hasta su habitación para que no pasarán por una situación incómoda todos los demás.

De alguna forma ambos rápidamente confiamos el uno en el otro y nuestra relación fue mejorando a pesar de las pequeñas discusiones que teníamos por no pensar igual o tener distintas costumbres debido a la época en la que vivíamos cada uno.

Habíamos quedado en que iríamos al centro de la ciudad a buscar algo de ropa para él y de paso le mostraba como había cambiado la ciudad y la vida de las personas en esta época. Desde la primera vez sé que quedó impresionado con todo lo de esta época.

Aprovechando que este fin de semana no tenía demasiadas tareas tan complicadas. 

Nos encontrábamos en el estacionamiento del centro comercial pero antes de bajar del auto, le expliqué y le advertí un par de cosas necesarias para no vernos en una situación extraña.

—Escucha, llevaré puestos los auriculares, como si estuviera haciendo una llamada.— Claramente no me entendió porque estaba a punto de decir algo. Le mostré los cables que traía en la mano.

—Estos son los auriculares, los conectas al teléfono y te los colocas en los oídos para que solamente tu escuches cualquier sonido que provenga del teléfono.― Pareció comprender después de eso.

—Esos teléfonos que utilizan en esta época son muy extraños— comentó riendo. —Pero creo haber comprendido, supongo que así la gente no creerá que eres una señorita un poco fuera de sí. Ahora que sabemos que nadie me puede ver— soltó una gran carcajada, sorprendiéndome demasiado, jamás lo habia visto tan alegre. Y su risa, era tan contagiosa. 

Quizás estaba tan tranquilo y feliz porque era la primera vez que realmente conocería un poco la ciudad en esta época, pues cuando lo lleve a la estación de autobuses seguramente iba más preocupado por regresar a casa que por admirar el paisaje ¿Y quién no lo estaría en su lugar?

Con toda confianza salí del auto, sabía que él me seguiría, ya habíamos acordado nuestro plan. Primero daríamos una vuelta por el lugar, enseguida entraríamos a una tienda para comprarle algo de ropa; tal vez nadie lo podía ver excepto yo, pero me apenaba que todo el tiempo tuviera que estar lavando el único atuendo que tenía. Me costó mucho convencerlo que aceptara ese regalo, era bastante orgulloso y además el hecho de que una mujer estuviera llevando todos sus gastos lo hacía sentir menos hombre. Así que después de explicarle que no tenía nada de malo ni sería considerado inferior por ser ayudado por una mujer Ni que yo era superior a él por eso. Para el año en que yo vivía eso no era ni más ni menos que igualdad, y yo creía firmemente en eso, porque todas las personas son iguales. Que otros se sientan superiores por ciertos criterios me enfermaba, sin embargo prefería no unirme a la lucha que muchos llevaban haciendo en el país. Era demasiado cobarde para eso.

—Hay demasiadas pantallas y luces por doquier.— Se escuchaba tan fascinado como se veía, no apartaba la vista de todo a su alrededor. 

—¡Bienvenido a la era de la tecnologia!— Pude responderle sin temor a ser juzgada como la chica loca que habla sola. Después de todo, hoy en día todo mundo iba por las calles haciendo llamadas con el manos libres. Y saber que iba acompañada de Eddy, aunque nadie lo viese ayudaba a calmar la ansiedad social. De otra manera yo no iría a lugares así de concurridos sola. 

Caminamos por todo el lugar más de una vez, él estaba tan encantado con las escaleras eléctricas y ascensores inclusive más que con las tiendas. Aseguraba que la moda de ese año era bastante extraña e indecente, tanto para hombres como para mujeres.

En ese momento se me ocurrió preguntarle algo que desde que lo conocí no me atreví.

—Eddy, ¿En qué año naciste? 

Dejo de mirar el aparador con unos vestidos un poco retro (quizás como los que usaba mamá cuando tenía mi edad) para mirarme, no quería sonar muy entrometida pero si el chico llevaba viviendo en mi casa dos semanas, no le veía nada malo en saber más acerca de su vida. 

Sólo sabía lo que me contó cuando acepte ayudarlo y las cosas que en ocasiones contaba sobre su época. Incluso, últimamente en mi mente no dejaba de pensar en la posible teoría de que podía tratarse de mi abuelo, cuando era joven claramente. Y que viajó en el tiempo para conocerme, pero sonaba estúpido, él a esa edad no sabía de mi existencia. 




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