Dos días. Dos días habían pasado desde que la biblioteca decía no tener registro de la existencia de Eddy, básicamente.
Ese misma tarde, cuando recién llegamos a casa sólo se encerró en su habitación y ya no salió hasta el día siguiente cuando llegué de clases. Aunque se notaba serio y desanimado. Me dolía verlo así, no llevábamos mucho de conocernos pero comencé a tomarle cariño. Fue extraño no pasar con él la tarde, siempre llegando de clases él y yo la pasábamos juntos, me ayudaba en lo que podía con mis tareas y en seguida veíamos videos o algo. Al parecer él solo en casa se aburría; había mucha gente, sí, pero nadie podía verlo.
Pero pasando esos dos días, cuando Eddy se notó un poco más animado y yo había llegado más temprano a casa debido a que la última clase se canceló. Decidí hacer algo para tratar de alegrar un poco al chico, así que le ofrecí hacer un picnic en medio del campo que rodeaba la finca. Tal vez no era algo realmente divertido o cosas que suelen hacer las jóvenes, pero las cosas que hacían los jóvenes de mi edad nunca eran de mi interés. Y tampoco conocía mucho de que le solía divertir a Eddy y a los chicos de su época.
—¿Desde cuándo tener un día de campo es una actividad divertida para la gente de este siglo?— preguntó confundido, mientras tomaba su nueva ropa del armario. Antes de ofrecerle la invitación, habíamos decidido limpiar su habitación, pues desde que mamá sospecha algo extraño, era mejor devolver los platos a la cocina. Y sin olvidar que la tía Kate podía llegar cualquier día, necesitaba mudarse de habitación, ya que está solía ser la principal para las visitas.
—Uhm... Yo pensé que... Que los jóvenes de tu época hacían ese tipo de cosas. No había tanta tecnología como ahora.— Me miró expectante, esperando que le dijera que no hablaba en serio. Segundos después de observar mi reacción continuó con lo que estaba.
—Dinah, ¿Estás segura que el del siglo pasado soy yo?— comenzó a reír estruendosamente. Quería esconderme en cualquier lugar, para evitar su mirada, me sentía tan estúpida. Como siempre al conversar con alguien nuevo. —¿En qué mundo vives? Tal vez en mi época no existan esos teléfonos tan modernos, ni aparatos extraños o demasiados medios de comunicación como ahora. Pero, Dinah, por favor... No nos la pasamos metidos en un libro encerrados en nuestras casas.
—No lo creo así, pero–
—¡Dinah! ¡Dinah!— Un grito de mi madre proveniente de la cocina interrumpió mi patética respuesta. Él se burló de mí por eso.
—¡Escucha, termina de cambiar tus cosas a la otra habitación y después ve por las cosas que dejé en la cama de la mía y lo llevas a la parte trasera de la casa!— le ordené. —No, no, no digas nada, allí me esperas.— Ni tiempo le di para quejarse, cuando salí con una gran sonrisa en el rostro. Tal vez Eddy era realmente un chico arrogante y cuando se ponía en ese modo, no lo soportaba por mucho tiempo.
Quizás solo yo era exagerada por no saber lidiar con bromas de chicos de mi edad.
Ahora sí, con los platos devuelta a su lugar y Eddy en la habitación secundaria de huéspedes ni mamá, ni las mujeres de limpieza notaría algo extraño.
—¡Mamá! ¡¿Dónde estás?! ¡Mamá!— le grité devuelta esperando su respuesta, no tenía idea de dónde realmente se encontraba.
Me detuve justo en la entrada de la cocina, esperando verla cocinando junto a las demás mujeres, como era su costumbre. Pero, no se veía por ningún lado y una conversación cerca de allí llamó mi atención.
—Rachel, ¿Estás segura de lo que viste?— Escuché detrás de uno de los pasillos que llevaban a la sala de estar, como mamá le preguntaba de manera perspicaz a aquella mujer que se estaba convirtiendo en una gran amiga de la familia.
—Estoy más que segura Anne, la señorita Dinah ha estado escabullendose a la cocina después de la hora de la comida para tomar un plato extra... Me pareció raro, ella siempre come con todos nosotros y que unos minutos después tenga hambre no es normal...
Mamá dio un respingo alarmada al mismo tiempo que yo, pues Rachel ya se había dado cuenta de la comida y mamá automáticamente pensaría en que volví a tener problemas con mi peso.
—¡Pero dices qué no ha estado comiendo esa comida! Dios, ¿Ahora qué hace esa niña?— Podía sentir el nerviosismo de mamá, más no me atrevería a aparecer.
—Yo... No lo sé, es muy extraño, de verdad que estoy igual de desconcertada, sólo deja los platos con comida en la habitación de invitados... Anne, no significa que ella esté mal nuevamente, tranquilízate. Debe haber una explicación.
Y la había, y no era el hecho de que yo fuera una chica con transtornos alimenticios.
—¡Le dije que no dejara las malditas terapias! ¡Dinah! ¡Dinah!— el grito de mamá me hizo dar un pequeño saltó y al escuchar que se dirigía hacia la cocina me apresuré a salir por la puerta de atrás que se encontraba allí.
—¡Anne, Anne!— Rachel salió detrás de ella.
Huir de mis problemas siempre parecía ser la mejor solución.
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Olvidando el hecho que mamá y Rachel sospechaban algo y que me esperaba un gran reproche de mis padres en cuanto pusiera un pie en casa, estaba teniendo uno de los mejores días de mi vida.
Al ver a Eddy sonreír mientras me contaba muchísimas cosas acerca de lo que hacían en su época y cómo era vivir ahí, me sentía incluso como en una de esas películas de comedia romántica. Los dos en medio de un paisaje increíble, hablando de cosas sin sentido, a excepción de que no había besos ni él me tomaba entre sus brazos ni nada parecido.
—De verdad Dinah que tú pareces más una chica de mi época, pero de esas aburridas que no tienen amigos, porque todos los demás salimos a caminar a la playa en la puesta de sol, es maravilloso ver la arena color plata.— En su voz era obvio que extrañaba mucho su hogar. Pero no podía negar que yo me alegraba tanto de que el estuviera ahí, recostado sobre la sábana que coloque sobre el césped para nuestro tan auténtico picnic. Su cabello rubio brillaba con algunos rayos de sol que se colaban entre las ramas del árbol, bajo el que estábamos sentados.