Invasión

Preludio de un desastre.

Ciudad de Petrae, 526 años después de nuestra Dama Roja. 
 

Delante de mí se alza una mole de piedra y lapislázuli, irrumpe sobre el horizonte y marca el único hito reconocible a nuestra gente. Aquí no existe la civilización como la conocemos, los edificios son completamente ajenos a nuestras ciudades y la gente es todavía más extraña. Sus pieles varían en escalas morenas, desde canela a chocolate y sus rasgos profundamente marcados contrastan con la piel pálida y ojos redondos de mi gente.  
 

En esta ciudad se fundó la entrada al mundo por conocer, del cual esperamos extraer magia en estado puro y conseguir con ello nuestro resurgimiento. Pero nada de eso ha ocurrido hasta ahora. Imaginamos tierras y gente apacibles, dispuestos a someterse a nuestra empresa a cambio de los dones del mundo que aparentamos dominar, en cambio, un territorio accidentado y pueblos dispuestos a defender su mundo nos recibieron. 
 

Cientos de los nuestros dieron su vida para fundar Petrae y más por cada legua que avanzamos sobre estos suelos. En el mundo del cual vengo nunca antes vi gente dispuesta al combate como los “che”, así se llaman a sí mismos los habitantes de este continente, y tan respetuosos por la tierra que les cobija. Aquende y allende fundamos pequeñas colonias, pero nunca logramos avanzar siquiera una jornada de distancia de ellas. Petrae es la única colonia que hemos logrado mantener de pie y el único puente hacia estas tierras. 
Por ello se decidió levantar la mole que se dibuja frente a mi horizonte, azul y robusta, señal a todos los che de que no pensamos abandonar nuestro sueño. Pero ni  siquiera una mole que tape el sol puede mantener en pie una empresa destinada a perecer por sí misma. Nos ha costado los escasos bienes del imperio poder fundar una colonia próspera y lo que no tenemos en construir el emblema de Petrae.  
 

¿Para qué entonces tomar las riendas de una misión destinada al fracaso? Por honor. Para limpiar el apellido que lleva mi nombre y quitar de mi familia un peso que nos ha marcado desde hace siglos.  
 

Ya en mi exuberante lecho, resulta extraño sentir suelo firme, el vaivén de meses en el mar es forzosamente aprendido, y volver a caminar sobre losa inmóvil me es difícil de asumir. Por breves instantes olvido que estoy más que lejos de mi hogar, el bullicio de las personas que hablan mi idioma y los edificios ricamente decorados me dan la impresión de seguir en Windland. Pero al mirar la espesa jungla que se impone tras los muros de la ciudad rompen de tajo aquella ilusión, no estoy en casa, no es mi suelo y no es por lejos amable a nuestra intromisión.  
 

Como me es costumbre lleno cada pared de planos y registros importantes, los escritorios se hacen pequeños a tanta información que traigo conmigo y debo sacrificar el cómodo lecho por bibliotecas acorde a los archivos. Por lo menos en mi habitación logro invocar la vida que siempre he querido llevar.  
 

Apenas si logro instalarme cuando soy interrumpido por el mensajero del Province, único representante de la familia Weinher en este lugar y prácticamente un rey en estas latitudes. 


―Resulta sumamente agradable contar con su presencia ―, declara el Province ante mi llegada, pero luego su expresión se torna sombría. ―Claro, a pesar de sus orígenes. 
 

―Puedo asegurar que mis intenciones van a favor de borrar la fama de mi familia. ― Asiente desconfiado, pero como político nato no demora en entregarme los pormenores, asegurando que ninguna información es retenida y es completamente fidedigna, después de todo el objetivo va más allá de los pleitos del pasado. 
 

Me entero entonces de que han logrado levantar una ciudadela camino al extremo occidental de esta parte del continente, logrando llegar a costas ricas en peces y con relativamente poca resistencia. También me habla de los infructuosos esfuerzos por entablar conversación con los Hijos del Sol, un reino sumamente poderoso en estos lugares, contra quienes no hemos entrado en guerra, pero que por desgracia hacia ella empujan los vientos.  
 

―Tu misión más importante en estos momentos en conseguir que la paz se mantenga con ellos, pues no estamos en posición de guerra con ellos, dominan todo el territorio al sur de Petrae y su neutralidad en la invasión ha sido esencial en nuestra empresa.  
 

―Según entiendo no ha sido igual con las naciones del norte, todas y cada una se han levantado en nuestra contra y han dejado diezmado el ejército. 
 

―Entiendes bien, por lo menos una centena de pueblos se han levantado en guerra contra nosotros, pueblos a cientos de leguas donde siquiera hemos llegado se suman día a día para expulsarnos. Si se suman los Hijos del Sol… 
 

―Si se suman los hijos del sol estamos condenados a abandonar este lugar.― Su mirada se torna recelosa por mi interrupción. 
 

―Así es, pero hay un enemigo que nos preocupa todavía más. Un enemigo con el cual tuvimos contacto hace un par de semanas, según los reportes habitan en los confines de estas tierras, demasiado lejos para llegar hasta acá, habitan una selva fría y viven por y para su tierra, la consideran en extremo sagrada, más de lo que hacen los demás pueblos, a tal punto que no levantan edificios de piedra pues marcaría para siempre un lugar que no les pertenece. 
 

―¿Por qué la defienden tanto entonces, si no es algo que sea de ellos?― Sonríe de forma sincera y levanta los hombros. 
 

―Este mundo es completamente extraño y su gente lo es más todavía, pocos conocen la propiedad, se consideran parte de la tierra, como el pasto, son brotes de su madre tierra. Ven en nosotros el fin de esa relación mágica con su mundo, al menos eso pienso.  
 

Tras largas deliberaciones fijamos prioridades. Para mí es esencial la paz con el poderoso reino del sur, apaciguar a los del norte y abrir una ruta estable con el mar al occidente. A él le corresponde formar un ejército poderoso, mantener en pie la colonia y levantar una gigantesca cúpula que corone su mole azul. Para  ello necesita oro, la cuarta y secreta prioridad de mi causa, tan importante como mantener la paz con los Hijos de Sol. 
 



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En el texto hay: guerra, epica, brujos y brujas

Editado: 15.08.2020

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