LEBLANC
El sol bajó por completo. Miraba los colores del cielo pintarse a tonos más oscuros conforme conducía por la carretera... Una luz, dos luces, incluso tres luces viajaban encima de mí. Bolas brillantes que, al ser tocadas, desaparecían. ¿Querían guiarme a mi destino? Ese, tal vez, no era un gran día para preguntármelo. Un anciano jugaba con dos niños, mientras que las luces bailaban sobre sus cabezas.
Podía adivinar que les estaría diciendo. El clásico cuento de qué eran las luces, los colores, la música... el iris. ¿Cómo comenzó? Nadie sabe. Nadie nunca supo. Nadie nunca sabrá. Aunque en mi mente se crea la teoría de los colores... y luces.
Me estacioné enfrente de la casa de Brooke, mi querido amigo baterista. Bajé, dejando la mochila en el auto, y me adentré por los jardines de Brooke. Unas hojas secas crujían debajo de mis pies; algunas volaban y otras simplemente se quedaban en el suelo. Había arte incluso en los lugares menos interesantes.
La entrada del garaje de Brooke se encontraba abierta hasta lo más alto que podía estar. Theo estaba más adentro, mirando un reloj plateado en su muñeca; Brooke jugaba con sus baquetas detrás de la batería; todo su brazo tenía esos tatuajes confusos que le llegaban hasta el cuello de su chaqueta; Edwin tocaba las cuerdas de su bajo, con la mirada perdida en alguna parte.
—Hola... —saludé, acercándome a Theo.
Sus ojos brillaban como la intensidad del fuego.
—Logan. —Theo me fulminó con la mirada, pero los otros dos chicos me sonrieron—. ¿Sabes cuánto falta para el concierto?
—Eh...
—¡Cinco días! ¡Cinco días de ensayo! ¿Sabes cuánto es eso?
—Yo...
—¡Es muy poco, Logan!
Theo se acercó a su guitarra, frunciendo el entrecejo. Puse los ojos en blanco, observando los movimientos de mi mejor amigo.
—No seas dramático, tenemos tiempo —corrigió Brooke, sonriente—. Nos irá bien.
—¡No si Logan llega tarde todo el tiempo! —exclamó Theo.
Edwin sonrió falsamente mientras que se acercaba al pequeño escenario que teníamos en el garaje. Era una tarima negra levantada levemente sobre el suelo, con los instrumentos recargados en las paredes o en el suelo; la batería estaba en el medio.
—Lo siento, prometo que no volverá a suceder.
Theo siseó. Brooke me dio una señal para que me acercara. Mi guitarra estaba recostada en la pared, así que la tomé sin apuro, encaminándome enfrente de todos.
—Ya practicamos mucho —dijo Edwin—, no culpes a Logan por tu nerviosismo, Theo.
—¿Yo? ¿Nervioso? —Theo soltó una risa seca—. Para nada, solo que si algo sale mal no será mi culpa.
—¡Ya! Basta —exclamó Brooke—. Perdemos tiempo.
Asentí a lo que dijo. Tomé el micrófono que se paraba enfrente de mí y lo ajusté a mi altura. La guitarra eléctrica ya estaba en mi hombro derecho, lista para ser tocada. El rayo blanco, que permanecía en la parte baja de la guitarra, brillaba con intensidad.
—Arrancas, Brooke —espetó Theo.
Alboroté mi cabello.
—¡Uno, dos, tres, cuatro!...
Con el conteo de las baquetas de Brooke, los cuatro comenzamos a tocar los instrumentos. De estos salían notas musicales bailando en el espacio. Se mecían a un ritmo constante, de un lado a otro. Los colores predominantes eran el celeste y el amarillo. No obstante, esos no brillaban más que los ojos de mis amigos. Theo tenía el color rojo todavía, pero desaparecía. En cambio, Brooke y Edwin lucían colores naranjas, brillantes.
¿Cómo me vería con los ojos naranjas?...
Abrí mi boca para comenzar a cantar...
—Her name is Noelle... I have a dream about her, she rings my bell... I got gym class in half an hour. And, oh, how she rocks. In Keds and tube socks. But she doesn't know who I am. And she doesn't give a damn about me...
'Cause I'm just a teenage dirtbag, baby
Yeah, I'm just a teenage dirtbag, baby
Listen to Iron Maiden, baby, with me
Oh, oh, ooh...
Nuestras voces eran armoniosas unidas, no lo dudaba. La gravedad en la voz de Edwin daba un contraste perfecto con la voz fuerte de Theo y la alegre de Brooke.
'Cause I'm just a teenage dirtbag, baby
Yeah, I'm just a teenage dirtbag, baby
Listen to Iron Maiden, baby, with me
Oh, oh, ooh...
Oh, yeah, dirtbag
No, she doesn't know what she's missing
Oh, yeah, dirtbag
No, she doesn't know what she's missing...
Después de los últimos versos y coros, terminamos de tocar la canción. Edwin y yo aplaudimos. Grité un agudo sonido de victoria, mirando a Theo. Aunque no quería, una sonrisa se le escapaba de sus labios.
Brooke gritó conmigo.
Le sonreí, emocionado. Las pequeñas notas de colores aún floraban en las paredes del lugar. Me gustaba verlas bailar alrededor y verlas desaparecer cuando chocaban con las paredes, como si explotaran pareciéndose a las burbujas. Aunque una llegó hasta mi mejilla y se quedó plasmada en ella. Sentí frío en mi mejilla, pero volví a sonreír. Amaba cuando el arte de la música se plasmaba en mí.
—¡Fue grandioso! —festejó Brooke, alzando las baquetas—. Me emocioné en el coro.
Edwin rio, de una forma egocéntrica, la única forma en la que podía reír.
—No lo dudo, pero no estamos listos —aseguró Theo—. Nos falta práctica para que seamos mejores.
—Hemos practicado durante meses —afirmé—. Creo que somos buenos, con eso basta.
—Fallaremos en algo si nos detenemos ahora.
Quizás...
¿Si algo sale mal, qué?
—¡No! No fallaremos en nada... —dijo Brooke, dando vueltas en su silla—. ¡Son los mejores guitarristas! ¡Edwin el mejor bajista! Y no es por presumir, pero soy el mejor baterista, así que no fallaremos.
Me recosté en una de las paredes del lugar. Theo lucía angustiado, así decidí intervenir.
—Bueno, hay que seguir practicando, si es lo que nos hace falta.