LEBLANC
Cinco días...
¿Por qué cinco días se pasaron demasiado rápido?
Era una oportunidad nueva. Algo que nos abrirá las puertas del futuro estaba al final del camino que tomaba. Escuché que algún productor iba a estar. Mis manos temblaban sobre el volante.
—¿Están nerviosos? —indagó Brooke, en la parte de atrás de mi auto—. Yo no estoy nervioso, eh.
—No estamos nerviosos, Brooke —contestó Theo, mirando distraídamente por la ventada del copiloto—. ¿Sus familias vendrán?
—Mi madre y mi Kenya vendrán —dijo Edwin, indiferentemente—. Según escuché, van a venir muchos.
—Sí, mi papá casi se queda sin boletos —comentó Brooke, mientras golpeaba sus piernas con las palmas de sus manos, rítmicamente.
—¿Por qué tan callado, galán? —me dijo Edwin.
Lo miré por el retrovisor, antes de parar detrás de un auto. Tráfico, increíble.
—No tengo nada que decir.
—No me digas que tienes miedo —bromeó Brooke—. ¿Es por Kenya? ¿Siguen pelados?
Apreté un poco el volante. Miré el anillo que estaba en mi dedo anular con ira.
Falsas promesas...
—Cállate, Brooke —chistó Edwin—. Kenya ha estado molesta desde hace días; lo juro, ya no la soporto en casa.
—¿Qué fue lo que le hiciste, Logan?
—Nada —respondí, con la mandíbula apretada.
Sentí la mirada de Theo sobre mí, pero no se la devolví. Estaba tratando de no dejar salir a un amigo lejano. Como fuego y hielo.
—Ya, déjenlo. ¿No ven que estamos todos muy nerviosos para esto?
—No te amargues la vida, Theo —prosiguió Brooke—. Nos irá bien, te lo aseguro.
—Sí, nos irá bien.
Theo soltó una risa seca.
—Los mataré si eso no sucede.
Brooke y Edwin rieron un poco nerviosos mientras estacionaba el auto enfrente del parque. Suspiré cuando apagué el motor.
—Salgan y busquen a Helen. Ella debe tener todo preparado —aseguró Theo—. Ya bajamos.
—¿Qué van a hacer? —cuestionó Edwin, confundido.
—Nada, ya los alcanzamos —dijo Theo.
Apreté el volante una vez más, cuando ambos bajaron del auto. No quería tener una charla motivacional con Theo ese día; no me sentía con ganas de nada.
—¿Qué, Theo?
—¿Estás bien?
No respondí.
—Porque no luces bien.
Mordí mi labio inferior. Claro, Theo siempre sabía cuándo me encontraba mal.
—¿Tiene que ver con Kenya?
—No te preocupes.
—No está bien que hagas eso, lo haces todo el tiempo.
—¿El qué?
—Evadir.
—No te evado.
—A mí no, Logan. Evades los problemas, a tus padres... ¡tu vida!
—No evado nada.
—Por supuesto...
Nos quedamos callados, de nuevo.
—Logan, desde que has ido a esas citas no has estado bien. Has cambiado. Antes reías y le sonreías a la vida, me decías que no había otra oportunidad para vivir. Ahora te encierras en ese taller todas las tardes. Como si tu vida dependiera de ello, no dejas que nadie entre.
Lo miré de reojo, sin decir nada.
—¿Por qué morir antes de que sea viejo? Eso me decías, ¿recuerdas? ¿Por qué, Logan? ¿Por qué me lo decías?
Le dirigí una mirada de reojo. Suspirando, dije:
—Porque no quería ser como él.
—¡Exacto! —Aplaudió un par de veces, con entusiasmo—. Ahora, dime, ¿qué cambió? ¿Algo cambió en ti?
—Tú sabes qué cambió.
Pensó, sin decir nada.
—Ya deja de hacerlo.
—Que no evado nada...
—No, deja de escavar en el pasado. Es como un agujero negro que se traga todo lo bueno y deja todo lo malo. Si sigues tratando de detenerlo, solo vas a caer como los recuerdos. Te hundirás en la oscuridad.
Theo me miró unos segundos, pero no le devolví la mirada. De un día para otro, recordaba como todo había cambiado; ya no tenía más sonrisas que darle al mundo. Estaba cansado de las mentiras y las falsas sonrisas. Sí, escavaba en el pasado, pero era lo único que me quedaba... Mis valiosos recuerdos.
—¿Qué pasó con Kenya?
Noté su cambió de tema, que me alivió.
—Me escribió hace algunos días, pero no le respondí. Peleé con mamá por teléfono, así que no estaba de humor. Traté de hablar con ella hace unos días, pero se nota que está enfadada conmigo.
Theo sonrió burlonamente.
—Eres malo para esto, Logan.
—Sabes que pudo haber sido peor si le contestaba.
Negó con la cabeza, divertido.
—Ella te dijo lo de la fiesta, ¿no? Y no quieres ir, esa es la razón. Por eso no le respondiste.
El vibrante mensaje de Kenya regresó a mi mente, como un chispazo de dolor.
¿Irás conmigo? Ya tengo un vestido.
—Ella no sabe sobre lo que tienes por las fiestas.
—Las detesto, Theo. No quiero volver a una nunca, lo sabes.
—Lo sé... pero ella no.
—¿Qué pasa si sucede algo ahí? No quiero imaginarme nada. Además, prometí estar con ustedes. No puedo simplemente dejarlos, ¿me entiendes?
—Escucha, la banda... Logan, la banda siempre va a estar contigo. No te dejaremos nunca. Sin embargo, sabemos que Kenya no. Ella no siempre estará aquí, Logan. Y admitámoslo, ella te hace feliz.
¿Felicidad?
Una palabra extraña para un extraño.
No lo consideré; no quería ir, pero algo me decía que no tenía opción. Era complacer a Kenya o... a los remordimientos. La repuesta era obvia.
No dije nada, solo asentí. Y le escribí un mensaje.