Su mano estaba cálida. Entonces... ¿por qué la sentía tan fría?
—¿Nos tomamos una foto? El sol está hermoso...
—Detesto las fotografías.
Hizo un puchero en sus labios y soltó mi mano.
El atardecer era magnifico ese día. Los rayos del sol chocaban con su rostro, transformándolo a uno anaranjado. Sus ojos opacos no brillaban, y tenía el presentimiento de que ese iba a ser uno de nuestros últimos días. ¿Por qué a veces el final no sonaba tan mal?
—Tú detestas todo, Logan.
Mi teléfono comenzó a vibrar. El tiempo se había agotado.
—Debo irme ya —le avisé, guardando de nuevo mi teléfono en el bolsillo del pantalón.
—Qué raro —bufó.
Suspiré antes de colocarme frente a ella.
—Toma esa fotografía, Kenya.
Y quizás ese fue el final.