Itori: Recuerdos Perdidos

Enemigos

Mi madre me dijo una vez que huyera de aquellas personas cuya locura podría ponerme en peligro, si ella estuviera aquí de seguro exclamaría horrorizada por quien había adoptado como compañera de viaje, Tay era todo eso y más, podía pasar de actuar como un cervatillo amedrentado a una bestia enfurecida de un momento a otro, incluso su mirada cambiaba radicalmente, me asustaba e intrigaba por partes iguales.

Después de haber saltado del carruaje la encontré parada a un lado del camino, la sangre de su brazo manchaba su blusa, pero ella permanecía completamente inmóvil con los ojos exaltados como si estuviera inmersa en una realidad diferente; intenté despertarla de su estado de trance, pero fue inútil; de repente lagrimas empezaron a rodar por sus mejillas en abundancia, sus labios temblaban asustados y sus manos se movían como tratando de alcanzar algo en el aire.

Desesperado por mi fracaso y con el tiempo en contra cogí su mano y la arrastré con Jay, y a pesar de lo brusco de mi movimiento ni siquiera se inmutó.

El humo azul se iba disipando rápidamente, miré a todos lados en busca de refugio, pero solo observé una amplia planicie. Opte por ir al norte, unos cuantos arboles se veían a lo lejos, no era mucho, pero era mejor que estar en campo abierto, sobre todo porque ellos podían estar cerca.

—No te muevas —ordeno una voz femenina desde mi espalda. Sentí un frio recorrer mi nuca, mi mayor temor se acababa de hacer realidad.

—¿Quién eres? —Le pregunté guardando la calma.

—Levanta las manos —dijo ella ignorando mi pregunta. Sentí su voz más cerca, sin embargo, no logré escuchar sus pasos.

—¿Eres una escoria cazadora? ¿Viniste a matarnos? —dije buscando provocarla.

—¡Cierra la boca! —exclamó molesta.

Confusamente su voz volvió a alejarse. Cómo podía moverse tan rápido sin emitir ningún ruido.

Sabía que ella no iba a decirme nada, no podía seguir perdiendo el tiempo indefinidamente, Jay seguía durmiendo y Tay no daba señales de despertar de su estado, ambos eran vulnerables. Recordé que guardaba un pequeño trozo de metal en mi bolsillo que había recogido tiempo atrás, había afilado uno de los extremos en esos momentos mientras permanecí escondido durante largos periodos de tiempo, no era la mejor arma, por lo que tenía que esperar el momento adecuado para poder utilizarlo.

Sin embargo, me enfrenté a un gran desconcierto tras darme la vuelta y no encontrar a nadie. 

—Maldito suicida —mascullo la misma voz.

Asustado miré a todos lados buscándola, parecía estar cerca de mí, pero por más que lo intentaba no era capaz de percibirla.

—Sybel, detente, él no es nuestro enemigo. —Hablo otra voz femenina un poco más grave que la anterior.

A continuación, pasó algo sorprendente, como si se tratase de una obra de teatro, se levantó frente a mis ojos un telón invisible revelando un puñado de diez personas a tan solo unos metros de distancia. Una mujer de mediana edad que parecía ser la líder del grupo, compuesto en su mayoría por jóvenes y adolescentes, se acercó a paso lento.

—E... ¿Eres una bruja? —le pregunté desconcertado incapaz de procesar la obvia verdad que se alzaba sobre mí.

—¿Así es como nos llaman ahora? —dijo deteniéndose para examinarme durante unos breves segundos, y a continuación pasar a centrar su atención en mi hermano; se agachó con intención de tocar su frente.

—¿Qué hace? —dije interponiéndome entre ellos, mientras lo protegía con mis brazos.

—Tranquilo, no voy hacerle daño, no lastimamos a los nuestros.

—¿Los suyos? —dije con una falsa carcajada— Mi hermano no tiene nada que ver con ustedes.

—Pareces un joven valiente, eso es bueno, pero estúpido. Tu hermano necesita ayuda urgente, está muriendo.

—Co... Cómo lo sabe —balbucee tras sentir una presión en mi garganta.  La calma que había procurado mantener se rompió en un segundo. Después del incidente con los cazadores Jay permaneció dormido, tenía algunas heridas visibles en su cuerpo, sin embargo, parecía que dormía tranquilamente, no obstante, desde entonces transcurrieron casi dos días, por lo que mi preocupación había ido en crecimiento y dichas palabras actuaron como una punzada directo al corazón. Olvidé que estaba frente a mis supuestos enemigos, se suponía que tenía que huir de ellos, pero solo quería que él estuviera a salvo, era lo único que me quedaba.

—La magia lo hirió y solo ella puede salvarlo. Si no permites que lo ayudemos morirá.

Con los años la desconfianza se había vuelto habitual para mí. Ella podía estar mintiendo y tener intenciones ocultas tras su aparente buena voluntad, después de todo fui testigo del poder de la magia para alterar la realidad de mis sentidos. Aun así, si tenía que poner en una balanza lo que estaba en fuego, mi elección era obvia.

—Ayúdalo —suplique con voz quebrada.

Ella se acercó a mi hermano: tocó su frente, muñecas y pecho. Aguardando silencio mientras meditaba.

Yo no podía contener la ansiedad que me carcomía y grité:

—¡Que está esperando! ¡Ayúdelo!

—No puedo, no soy una sanadora, tendrás que venir conmigo. Trae a tu novia contigo, también parece estar afectada.

Caminamos alrededor de veinte minutos por un sendero extraño hasta llegar a su campamento, no eran más de diez carpas, por lo que nuestra presencia llamó la atención de todos, quienes nos miraban y murmuraban manteniendo cierta distancia.

—¿Dónde estamos? —dijo Tay que acababa de salir de su trance.

—Actúa normal, estamos en un campamento de los mágicos —le susurre al oído.

Tay abrió los ojos sorprendida y se aferró a mi brazo con fuerza.

—Llévenlo con Zayr —ordenó la líder.

Dos adolescentes del grupo llevaron a mi hermano hasta una de las tiendas. Tay y yo fuimos tras ellos; aquel tipo conocido como Zayr lo examinó rápidamente durante largos y angustiosos segundos, finalmente puso sus manos sobre su pecho y balbuceo algo cerrando los ojos.



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En el texto hay: reencarnaciones, drama, promesas

Editado: 29.04.2024

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