Itori: Recuerdos Perdidos

Gia

Ilai y yo desembarcamos en Koláseos cerca de un mes después de nuestra partida, fue un viaje muy accidentado y gastamos el poco dinero que teníamos ahorrado. La misma noche de nuestra llegada caí rendida por el sueño y tuve una visión. Te vi rodeaba de sangre alrededor de muchos cadáveres, fue algo borroso y confuso de entender en ese momento, hasta entonces no había tenido visiones en todo el trayecto, por lo que me aferré a la idea de que era una de esas falsas predicciones que tenía cada cierto tiempo. Intenté regresar al continente sin mucho éxito, pero resulta que los marineros temían la maldición de las islas y en consecuencia la ruta del continente hacia el archipiélago era muy poco transitada. Sin embargo, horas más tarde llegó a mi otra visión que terminó por confirmarme el presagio.

A consecuencia de ello me propuse dominar mis habilidades con ahínco, tras años que pasé procurando escapar de ellas, pero fingir que no existían no hacía que desaparecieran, y de algún modo me sentí culpable por lo que te había pasado.

Poco después conocí a un hombre llamado Keelan, en el pueblo tenía fama de charlatán por las historias que solía contar cuando estaba ebrio, decía que había vivido más de 300 años y contaba historias fantasiosas sobre sus viajes a lugares exóticos. Sin embargo, no todo lo que presumía era falso ya que resultó tener una gran afinidad con la magia, y gracias a él logré entender mi don. Un día me contó sobre un mundo en el que fluía una energía especial oculta a la vista de todos que solo unos pocos podían ver, magia, tal vez sino lo hubiera visto antes lo habría tomado por loco, pero dentro de mí sabía que era cierto. Nunca pude ver el mundo que el describía, pero si un fragmento de él, vi a unos pequeños seres de apariencia casi translúcida que flotaban cerca de mí cuando invocaba mis visiones.

Esas pequeñas criaturas han sido mis verdugos desde el despertar de mi magia, seres caprichosos que disfrutan torturando a quienes poseemos el don con visiones catastróficas.

La vida en Koláseos no fue tan mala como lo imaginé en un principio, al menos no durante los primeros tres años, hasta que las desgracias empezaron a azotar con fuerza. Un día nos encontramos con miles de peces muertos en las costas, pocos días después muchas mascotas cayeron enfermas misteriosamente, y pronto la plaga se esparció entre la gente. Ilai consiguió que un barco nos sacara poco antes de que se interrumpieran los viajes.

La mala fama de las islas se debía a su carácter imprevisible, podían pasar años de paz sin casi ninguna novedad, y de pronto volverse en un infierno, aun así, la mayoría prefería quedarse. “No hay mejor lugar para los condenados que una isla maldita”, dijeron. Pero yo no podía permitirme tal incertidumbre, estaba embarazada de cinco meses de mi hijo mayor, por lo que no me quedó más opción que regresar al continente.

Los primeros meses a nuestra llegada vivimos de un lado a otro debido a nuestra precaria estabilidad económica. En medio de todo nació André, luego Clara un año después y por último Juliette. Con el tiempo las cosas se estabilizaron un poco. Ilai consiguió empleo como ayudante de un ingeniero que trabajaba en la nueva estación de ferrocarril, yo abrí un puesto cerca del puerto donde ofrecía asesoría utilizando mis habilidades de vidente.

Lué, era un pueblo pequeño y pacífico, la gran mayoría eran pescadores, vivían más en el mar que en la tierra y estaban acostumbrados al arribo de extranjeros, por lo que nuestra llegada no levantó revuelo alguno, pero todo eso cambio a lo largo de los años(6), la enemistad hacia lo que ellos consideraban diferentes empezó a crecer al mismo tiempo que rumores mal intencionados sembraban la cizaña sobre nosotros, tuve que dejar de ofrecer mis dones y casi no salía de casa; aun así las miradas hostiles no dejaban de acrecentarse. Juliette, empezó a mostrar los mismos dones que yo tras cumplir 6 años, lo que le ganó el desprecio de otros niños. Ilai y yo temíamos que la situación empeorara por lo que una noche decidimos dejar todo atrás y partimos hacia Koralis, una amiga que conocí durante mi estadía en Koláseos vivía ahí, además era conocida la fama de magia y hechicería que se practicaba en el reino por lo que creímos que sería un lugar seguro para nosotros, pero la paz nos duró menos de un año.

Resultó que Koralis no era el reino abierto a la magia que se creía desde fuera, desde luego eran menos conservadores respecto a ella, pero su curiosidad por la misma los llevaba hasta límites inhumanos, para ellos no éramos más que un objeto de sus experimentos, mismos que llevaban a cabo bajo las sombras. Los periódicos lo llamaban víctimas de un sanguinario asesino en serie, los artículos escritos alrededor se degeneraban con el pasar del tiempo añadiendo cada vez detalles más escabrosos. Pero dicho teatro se develó el día que Corianto entró en una guerra civil.

Las relaciones entre ambos reinos fueron intermitente durante varios años, hasta que se produjo cierta cercanía entre el príncipe heredero de Corianto, Alexandre Gaillard, y el rey de Koralis, ambos tenían intereses en común, el príncipe sentía gran afición por la magia por lo que creo laboratorios secretos para realizar sus experimentos, por otro lado el rey proporcionaba sujetos para las pruebas a cambio de que compartiera sus resultados, pero todo ese equilibrio compartido durante años se rompió tras empezar la guerra. El príncipe exigía cada vez más prisioneros, y el rey obedeciendo a sus pedidos promulgó una ley mediante la cual nos obligaba a revelar si poseíamos dones para empadronarnos en listas especiales, muchos nos negamos y tratamos de huir, entonces cerraron las fronteras y empezaron a cazarnos como animales. Al mismo tiempo que una república luchaba por alzarse en Corianto, en Koralis nos escondíamos para sobrevivir. Los ojos estaban puestos en el reino vecino, por lo que nuestra historia quedó opacada y olvidada.



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En el texto hay: reencarnaciones, drama, promesas

Editado: 29.04.2024

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