Itori: Recuerdos Perdidos

Pesadilla

Parece que estoy viviendo en una extraña fantasía y mis ojos fueron secuestrados y sometidos a tortura, de otro modo creo que no soy capaz de explicarlo. Pequeñas criaturas flotaban a nuestro alrededor, sentía un ligero toque frio cuando sus cuerpecillos translúcidos rozan mi piel, sus rasgos eran una mezcla de humanos y demonios, como si hubiesen salido de esos libros que las hermanas ocultaban en mi antiguo orfanato.

Aunque de cierto modo no tenía porque serlo, siempre habíamos convivido con la magia, sabíamos que estaba ahí, aunque a esta se le atribuía un poder casi divino, nosotros como simples mortales lo veíamos completamente lejos de nuestro alcance e imaginábamos a los dioses como los únicos capaces de dominarla. ¿O acaso eran ellos alguna especie de dioses?

Si ese era el caso, entonces las historias estaban mal escritas, porque ellos no eran como decían los relatos. Lo que vi fue completamente diferente: criaturas espectrales mirándonos con una exaltación maniaca, como si fueranos una especie de entretenimiento; hablaban entre ellos en un idioma desconocido, burlonamente nos empujaban y nos examinaban sin ningún reparo. Henry tiraba de mí con una mano mientras trataba de ahuyentar a las criaturas con la otra, pero esto no hacía más que captar su atención.

—Corre, corre, criatura tonta—dijo con una voz cantarina un espectro violáceo de orejas largas—, la muerte te persigue, no importa cuando corras, ella siempre te alcanzará, y todo lo que toques morirá —susurro en mi oído y echó a reír a carcajadas.

—El futuro cruel sellado está, pero si quieres saber te ayudaré —añadió otro con la misma actitud infantil, flotaba a mi alrededor tapando por completo mi visión, empecé a sentir que me faltaba el aire y traté de empujarlo con mis manos, pero solo logré atravesarlo. Sus risas retumbaban con fuerza, mientras yo luchaba por mantenerme consciente.

—Eres muy aburrida —resoplo desilusionado al cabo de un rato y finalmente me dejo en paz.

A unos pasos de mí estaba Henry que se encontraba completamente inmóvil mientras lagrimas corrían por sus mejillas sin parar. Tomé su mano para seguir empujarlo a seguir caminando cuando sentí un profundo dolor atravesando mi hombro, era uno de esos espectros que entró violentamente por la herida de bala de mi clavícula, me dolió tanto que caí arrodillada tras soltar un grito.

Los espectros a nuestro alrededor nos rodearon en círculo para seguir con el escarnio, parecían disfrutar de hacernos sufrir.

—Qué criatura tan patética.

—¿Los mortales siempre son tan débiles?

—Morirían por uno de nuestros soplidos.

—¡Son despreciables!

Seguí escuchando sus voces cual eco retumbando en mi cabeza, ni siquiera me había dado cuenta que la niebla azul había comenzado a disiparse.

—¡Tay! Mírame —dijo Henry tomando mi rostro entre sus manos—. Todo está bien, no los escuches, solo concéntrate en mí.

—Dos criaturas condenadas tratando de ignorarnos, también tú morirás sabes— sonrió— ¿Acaso no te sientes muy cansado? Creo que tus piernas están empezando a fallar, no llegaras muy lejos.

—Ignóralos, concéntrate en mí —insistió él.

Me detuve en su rostro visiblemente cansado y empapado de sudor, temblaba y respiraba con dificultad, pero dibujó una pequeña sonrisa para mí, por un momento sentí que volvía al pasado, cuando éramos un par de niños solitarios que solo se tenían el uno al otro. Si tan solo pudieses recordarme, me lamenté.

—Creo que se fueron—exclamó aliviado.

Mire a nuestro alrededor y la niebla azul se había disipado casi por completo al igual que los espectros, aunque de estos últimos no estaba muy segura de que lo hubieran hecho realmente, tal vez aun podían vernos, aunque nosotros no a ellos.

Caminamos apoyándonos el uno al otro, pero Henry parecía no poder seguir adelante, entonces en una extraña situación divisé un molino solitario a lo lejos, al principio creía que lo estaba imaginando, pero me convencí de que era cierto y animé a Henry a no detenerse, él solo asentía y continuaba caminando, aunque cada vez más lento. El molino parecía más cerca, pero Henry no pudo más y se desplomó, intenté levantarlo sin mucho éxito, la verdad yo también estaba muy cansada, así que desistí de mis esfuerzos y me senté a su lado.

Cantaba una canción de cuna cuando sentí que dejo de respirar. Me recosté sobre su pecho y me quedé mirando las estrellas hasta el final.



#3557 en Thriller
#1885 en Misterio
#7442 en Fantasía
#1608 en Magia

En el texto hay: reencarnaciones, drama, promesas

Editado: 09.09.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.